Un sistema que está verde en todo el mundo
El dinero físico va a desaparecer. No hay dudas acerca de eso. De hecho, no se trata de algo nuevo. El billete y la moneda hace mucho que se transformaron en plástico, primero, y luego, con la llegada de Internet, la plata también se desembarazó de ese material. Hoy se roban millones de tarjetas de crédito en ataques a sitios de Internet; si el sustrato físico todavía tuviera algún sentido, los delincuentes deberían acarrear toneladas de plástico, metal o papel. Es el dilema de los dineros mal habidos: no se los puede transformar en bits sin llamar la atención.
Las billeteras electrónicas resultan el siguiente paso lógico en esta evolución y compañías como PayPal, Apple y Google están ensayando sus propias aplicaciones. La tarjeta de crédito o débito es ahora una app que transmite los datos para el pago mediante Near Field Communication, una tecnología que permite transmitir bits con sólo acercar dos equipos compatibles. Muchos teléfonos celulares permiten compartir fotos y otros documentos con sólo acercar sus respaldos.
¿Son seguras las billeteras electrónicas? Bueno, es complicado. Para el caso, ¿es segura una tarjeta de plástico? El minorista estadounidense Home Depot, por citar sólo un ejemplo, sufrió un masivos ataque en los que los datos de 56 millones de tarjetas de crédito fueron extraídos por delincuentes informáticos. Todo ese plástico quedó, pues, expuesto. En otro ataque se llevaron 70 millones de números de tarjetas de crédito de otro comercio, Target. En este incidente, los piratas habían instalado en los posnet un software malicioso que robaba los datos en el momento en que se pasaban las tarjetas de los clientes.
Moraleja: los medios de pago digitales son menos seguros, al menos por ahora, que los que involucran papel y metal. Cierto, éstos se pueden falsificar, pero es mucho más complicado y, como consecuencia, su escala es exigua, en comparación con las pérdidas de 35.000 millones de dólares que el Nilson Report pronostica para 2020 por el fraude digital con tarjetas de crédito.
El celular es simplemente otro medio de pagos digital y terminará siendo adoptado de forma masiva, pero desde el momento en que se trata de un dispositivo y no de una cinta magnética (o un chip), es por definición menos seguro. Se añaden un número de superficies de ataque: las vulnerabilidades del sistema operativo, del software de pagos y las posibles malas prácticas en seguridad digital del usuario. Sin embargo, los fabricantes saben todo esto y tienen una vasta experiencia previa: hace años que pagamos con nuestras computadoras y las compañías han desarrollado técnicas para reducir al máximo los riesgos. De otro modo el e-commerce no sería posible.
Con todo, hay que anotar aquí dos cosas. Primera, estamos presenciando una crisis global de seguridad informática sin precedente. Las alertas sobre vulnerabilidades graves aparecen de a docena, todos los días y para todas las plataformas. El celular como billetera no está en un limbo, aislado de esta crisis. Es una de las razones por las que todavía está verde en la mayor parte de los países industrializados, con algunas excepciones como Japón. Segunda cuestión: la billetera electrónica no parece ser, al menos en nuestro país, la bala mágica contra la informalidad en la economía. El problema parece estar más bien en otro lugar, muy lejos de los bits.