Una mariposa que vuela alto
En pocas semanas más la argentina Pamela Marcuzzi comenzará a vender su línea de accesorios artesanales en Bloomingdale, Saks, Macy´s y las principales tiendas departamentales de Miami, Nueva York y California.
Pamela tiene 28 años y es la dueña de Papillon, una marca refinada que se ganó un lugar de preferencia entre las mujeres argentinas, en los últimos cinco años, con creatividad, diseños exclusivos y materiales nobles.
Lo suyo arrancó como un entretenimiento a los 21 años, mientras tomaba cursos para ser decoradora y estudiaba escenografía en el Teatro Colón. Pero se convirtió en un medio de vida, a fuerza de rebeldía, cuando decidió demostrarle a su padre "que también se podía vivir del arte", según explica.
Aquellas primera hebillas con flores de seda,aquellos primeros zapatos y sombreros para agregar un touch de distinción al vestuario personal, entonces, empezaron a multiplicarse, y en manos de un grupo de vendedoras puerta a puerta se convirtieron en el dinero suficiente para viajar a Nueva York en busca de nuevos materiales, como piedras y metales poco conocidos aquí.
Con la materia prima necesaria para sacar a la calle una pequeña línea de productos y la colaboración de un pariente que le cedió un espacio en una oficina para armar su taller, el lote inicial de "piezas únicas" se vendió por completo en la Feria del Sol, en donde había montado un stand para debutar en el mundo del comercio. Así nació Papillon, que en francés quiere decir mariposa.
Desde que remontó vuelo, la mariposa nunca perdió altura: aunque Pamela ya no elabore pieza por pieza con la paciencia de una araña (cuenta para ello con un equipo de 10 armadoras y una red de talleristas), su marca sigue siendo la única en su nicho que no produce en serie.
Los productos de Papillon, que se venden en perfumerías de primera línea, peluquerías, boutiques y en el free shop del aeropuerto de Ezeiza, no son los únicos que llegan a las consumidoras locales. Su dueña también produce por encargo para otras marcas como Paula Cahen D´Anvers, Vitamina y John Cook. "Las marcas me cuentan cómo serán sus nuevas colecciones y les proveo accesorios que se adapten a cada propuesta, aunque siempre con mi estilo", explica.
Múltiple, tampoco pierde el hábito de construir con sus manos: también hace tocados para novias, que le envían diseñadores como Benito Fernández, Laurencio Adot o Inés Lafuente, de UyL.
Dentro de su facturación anual, que en 1999 fue de casi $ 350.000 y que para el año 2000 se acercará a $450.000, sólo en el mercado local, Papillon representa el 50%, y el resto se reparte entre la producción por demanda para terceras marcas y los servicios para novias.
Papillon propone cinco nuevas colecciones por año y se resiste a instalar góndolas en los shoppings, porque prefiere no masificarse. Por eso tampoco tiene locales propios: apenas cuenta con un show room para recibir a sus clientes mayoristas.
Hacia la liga mayor
La posibilidad de sumar indumentaria a la marca es uno de los proyectos que figuran en la hoja de ruta de Pamela. Sin embargo, el que concentra su mayor energía en estos días es el ingreso en el vasto mercado norteamericano.
El desafío, de la mano de un inversor de Wall Street, casado con una diseñadora gráfica a la que conoció por azar en una de sus visitas a Manhattan, la obligará a montar una planta en Miami, que demandará más de medio millón de dólares.
Ycomo no se mudará, sabe que de ahora en más comenzará a acumular millas de avión en su programa de viajera frecuente.
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