Vaqueros a la caza de un billón de precios
Hasta la década pasada, Kendall Square, un barrio de Cambridge, Massachusetts, en las afueras de Boston, era un espacio más bien bohemio, con edificios intervenidos por artistas, bares, restaurantes étnicos y su complejo de cines especializado en películas independientes. Pero en los últimos años, las empresas vinculadas al auge de Internet y las de biotecnología, que se asentaron allí por decenas aprovechando la vecindad y los recursos humanos del Massachusetts Institute of Technology (MIT), cambiaron el panorama y multiplicaron el valor del metro cuadrado. Hoy Kendall Square es uno de los distritos de negocios más pujantes de los Estados Unidos. Salvo que sean hijos de magnates petroleros, a los estudiantes del MIT y de Harvard ya se les volvió prohibitivo alquilar un ambiente en esta zona mientras completan sus carreras.
"Los cines todavía están, pero la verdad es que todos tenemos poco tiempo para ver películas", cuenta Alberto Cavallo, profesor de la Escuela de Negocios del MIT, hijo del ex ministro de Economía argentino y responsable, junto a su socio Roberto Rigobón, de PriceStats, una compañía de recolección de datos de precios online que está haciendo furor en el ambiente académico y de las finanzas.
La historia de este emprendimiento virtual comenzó en 2007. Cavallo (h.) estaba buscando un tema para dedicarle su tesis de doctorado en Harvard y, mientras leía las noticias que llegaban desde la Argentina sobre la intervención del Indec, se le ocurrió la idea de crear un software que se conectara a las páginas de los supermercados online y guardara, cada día, la información de precios que entrara. En 2008 comenzó a publicar estadísticas propias en www. inflacionverdadera.com y a usar datos para su tesis. Junto con Rigobón, un carismático economista venezolano, Cavallo lanzó el "Billion Prices Project" (proyecto de los mil millones de precios), en el MIT, con un objetivo original puramente académico.
Pero en 2010, la iniciativa estalló a nivel de demanda privada. El indicador del MIT empezó a anticipar, de forma consistente, los movimientos del IPC de los Estados Unidos, y la noticia sobre este nuevo "oráculo" se corrió rápidamente en el ambiente financiero. Cavallo y Rigobón crearon PriceStats y cerraron un acuerdo con State Street, un banco de Estados Unidos que ofrece la información a clientes de Inglaterra, Brasil, Alemania y Francia, entre decenas de países. Los primeros interesados fueron fondos de inversión, dispuestos a pagar fortunas por información anticipada, y bancos centrales. PriceStats creció de golpe, en forma vertiginosa. Y no para de contratar economistas. "La mitad de nuestro equipo está integrado por economistas argentinos", precisa Alberto Cavallo.
La saga escaló a nivel mediático internacional: PriceStats provee la inflación semanal de la Argentina que toma por válida The Economist, la revista de economía más influyente del mundo.
La suba de precios local se sitúa, según sus cálculos, en 25,8% anual (con tendencia alcista), contra un 1,5% en los EE.UU. (estable) y un 21,3% en Venezuela (también estable). Ya publicaron historias largas sobre el tema el New Yorker y New Scientist, entre otros medios, que llamaron a Cavallo (h.) y sus economistas "information wranglers" (vaqueros o cowboys de la era de la información). "Encontrar la data y recolectarla es relativamente fácil. Lo complicado es procesar todos esos precios de forma correcta, aplicando las metodologías y técnicas estadísticas que correspondan", explica Cavallo a LA NACION, por mail desde Kendall Square.
En esta carrera, PriceStats logró sacarle varios cuerpos de ventaja a Google. En su momento, Hal Varian, el economista jefe del buscador y uno de los microeconomistas más prestigiosos del mundo -buena parte de los cursos de micro de la UBA se enseñan con su famoso manual "El Varian"-, dijo que Google estaba interesado en producir un índice de precios con la información que manejan, pero el proyecto nunca terminó de arrancar.
En un paper que escribió en 2009, Varian proclamó que las funciones de Google Trends tienen la capacidad de "predecir el presente". Por ejemplo, el volumen de búsquedas online de una marca de autos resultó ser un muy buen predictor de las compras de esos coches en el mes siguiente. Y las averiguaciones por ítems del seguro de desempleo anticipan las variaciones en la tasa de desocupación en Estados Unidos e Inglaterra. Las averiguaciones online por propiedades también demostraron tener mucha fidelidad para adelantar movimientos de precios en el negocio inmobiliario.
Aunque PriceStats ya releva precios de miles de ciudades y su volumen acumulado de datos individuales de valores ya superó hace rato los "mil millones" que dieron origen al proyecto original del MIT (de hecho, a medida que se sumen más países será posible estimar un "IPC global"), Cavallo cree que todavía falta tiempo para que este tipo de metodología pueda suplantar a la que producen las oficinas oficiales de estadísticas. Por ahora, hay un sesgo muy fuerte hacia los productos que se consumen online y un déficit de información de precios de transporte, medicina, educación y servicios en general, con menor presencia en Internet. Rigobón cree que, por un buen tiempo, el flujo virtual será complementario al que se produce desde las oficinas públicas, "que de todas maneras deberán reinventarse, de otra forma se convertirán en dinosaurios".
La recolección de estadísticas agregadas por parte de los gobiernos comenzó a realizarse en la década del 30. Las primeras cifras de la serie del PBI de los Estados Unidos datan de 1934. Pero la forma de recabar información que tienen hoy las oficinas públicas de estadísticas no es muy distinta a la que había en la década del 50: encuestas por muestreo, con sus propios sesgos, que luego tardan semanas en procesarse y en darse a conocer. Y eso sin contar los problemas de credibilidad en casos como el del Indec. Demasiado lento para inversores que hoy corren por una superautopista, que demandan información segundo a segundo y que tienen, como los vaqueros de la información de Kendall Square, poco tiempo para ir al cine.