Varados en Hungría. Hicieron la cuarentena en un estacionamiento abandonado
Joaquín López y Paula Graziani llegaron a Viena el 6 de marzo pasado con la intención de unir la capital austríaca con la ciudad de Estambul, en Turquía, a bordo de un motorhome. "Un viaje soñado, planeado al detalle y para el cual veníamos cuidando gastos desde hacía tiempo", cuenta López, que vive con su pareja en Rosario.
Sin embargo, la pandemia de coronavirus los sorprendió durante el trayecto y los obligó a replantear la hoja de ruta. Estacionado en lugares insólitos como cementerios o parques nacionales desolados, el motorhome se convirtió en su hogar durante una larga cuarentena.
Si bien estaban al tanto del avance de la enfermedad, cuando comenzaron su recorrido el foco de las malas noticias era todavía el alejado continente asiático. "Recorrimos los caminos de montaña de Austria, luego conocimos hermosos paisajes de Eslovenia. Los primeros días pasaron sin más preocupaciones que buscar dónde parar para tener un río cerca que alimente la bomba de agua y tener el tanque de gasoil con autonomía", cuenta López.
Sin embargo, mientras avanzaban, las noticias que llegaban de Italia y España eran cada vez más inquietantes. "Los países que días atrás no tenían fronteras visibles en las carreteras comenzaron a cerrarse. Comenzamos a ver móviles policiales por todos lados conducidos con evidente nerviosismo. Fue como volver al pasado de la noche a la mañana", narra el hombre, que en la Argentina trabaja como empleado administrativo.
Ya declarada la pandemia, decidieron cambiar el rumbo. Así llegaron a Hungría, donde después de una noche tensa en la que cuatro oficiales se precipitaron al paso fronterizo y debatieron durante un largo rato en un idioma incomprensible qué hacer con ellos, los dejaron pasar.
Con el motorhome, propiedad de un amigo de la pareja, recorrieron durante días pueblos húngaros donde la gente, según cuentan, los miraba con distancia y seriedad. "Tratábamos de buscar lugares alejados. Los estacionamientos de los cementerios fueron los lugares más indicados y seguros. La belleza de las velas encendidas y las flores en la oscuridad de la noche fueron todo un descubrimiento", relata López, que al igual que su mujer tiene 43 años.
Tras un intento frustrado de cruzar la frontera a Rumania, la pareja se estableció en un parque nacional de Hungría, Bukk, ubicado en la montaña y al que llegaron en medio de una nevada. "En el centro del parque se encuentra una pequeña villa de verano llamada Lillafured. Hermosa, rodeada de cascadas, senderos, vías de tren hoy en desuso y muchas imágenes religiosas. Ubicamos un estacionamiento abandonado y paramos ahí", cuenta.
En ese estacionamiento abandonado decidieron pasar la cuarentena y esperar tener mayor claridad sobre la posibilidad de regresar a la Argentina. El estacionamiento está próximo a un parque de entretenimiento de tirolesa cerrado, pero tiene wifi y un día el encargado del lugar se acercó para ofrecerles la clave. Desde entonces Graziani, que es contadora, pudo montar una oficina improvisada y trabajar desde el lugar.
Según relata la pareja, los alrededor de 10 pobladores del pueblo se fueron acercando de a poco, con timidez. "Una tarde repentinamente llegó un señor y nos regaló un desinfectante para manos, otro día otro nos regaló una cerveza, luego llegaron unos helados y muchas preguntas acerca de donde éramos, a donde viajábamos", relatan.
Hace algunos días la pareja decidió devolver el motorhome e instalarse en un departamento de Budapest a la espera de que se realice algún vuelo a la Argentina. Tienen pasajes por Lufhtansa para el 18 de mayo, que compraron por sugerencia del consulado en Hungría, pero hasta el momento ese vuelo no fue autorizado por las autoridades argentinas. Al igual que ellos, otros 45 argentinos esperan en Hungría el momento de poder regresar.