"Índice de la suerte": cómo medir si la Argentina tiene viento de cola
Ningún país es una isla. Y la Argentina, por más que cierre o abra su economía según el momento, menos. La relación bilateral con Brasil, la aversión o propensión al riesgo a nivel internacional y el valor de la soja -una de las principales fuentes de divisas para el país- son algunos de los ítems que influyen en la macroeconomía local. Una consultora elaboró un índice que las conjuga: se trata del índice "viento de cola", que mide cuán favorables son las condiciones externas para la Argentina.
Se trata de un desarrollo de la consultora FMyA, comandada por el economista Fernando Marull, que suele denominarlo "Índice de la Suerte Argentina". El promedio del índice, que el economista midió desde 1993 hasta hoy, se ubica en los 120 puntos. Los momentos de "viento de cola", entonces, se dan cuando el conteo está por encima de ese umbral.
El índice mide el precio promedio mensual de la soja, el tipo de cambio real multilateral del real brasileño y el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años. Las dos primeras partes reflejan cuán favorables resultan las condiciones externas para el canal comercial y la tercera se encarga de las condiciones financieras.
Entender el efecto del precio de la soja es simple: cuando sube, a la Argentina le va mejor, porque la oleaginosa es el principal complejo exportador del país. El tipo de cambio brasileño se estudia porque, cuando Brasil devalúa, se vuelve más competitivo con respecto a la Argentina, y además porque es el principal socio comercial del país.
Con respecto al rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años, el "viento de cola" para la Argentina llega cuando baja. "Cuando la Reserva Federal [Fed, el "banco central" estadounidense] baja la tasa, eso contagia a otras tasas y hace que los capitales vayan a los países emergentes, como la Argentina, a buscar más rendimiento y más riesgo", explica. Además, mide cuán propensos o adversos al riesgo están los inversores internacionales.
Los buenos momentos para el índice se dieron desde 1993 hasta 1997, desde 2002 hasta 2007 y desde 2011 hasta 2015. Actualmente, Marull detectó un incipiente viento de cola para la Argentina ya que, desde febrero hasta diciembre de este año, el índice subió desde los 126 puntos hasta los 144.
La gran incógnita es es si la Argentina podrá aprovechar este momento. Las experiencias del pasado demuestran que no siempre fue tan fácil. El país pudo aprovechar el "viento de cola" de los 90 y el de la primera década del 2000, tiempos de recuperación poscrisis de 2001 y superávits gemelos de Néstor Kirchner. En cambio, desde la salida de la crisis financiera global de 2008 y 2009, el PBI local se disoció de este índice, explica el economista, principalmente por los problemas macroeconómicos autóctonos y una economía cada vez más cerrada y con mayores controles de cambio.
En ese sentido, no pudo capturar las oportunidades que se dieron entre 2011 y 2014 y entre 2016 y 2017. Para Marull, algo similar ocurrirá en esta oportunidad. "Si se espera una caída del PBI del 11% este año, ¿cómo puede ser que se proyecte una recuperación de solo 4,5% para el año que viene?", se pregunta. En la salida de la crisis de 2001 y 2002, el primer año de rebote fue del 10%, "a tasas chinas", rememora.
En esta ocasión, la historia es distinta, y tampoco podría haber mucho espacio para capturar la oportunidad, advierte. "El contexto internacional es bueno y hay expectativas de que siga siéndolo en 2021, pero hoy la macroeconomía es muy distinta de la que tuvo Kirchner en 2003: hoy hay cepo, no hay ahorro fiscal y tampoco hay superávit comercial; las perspectivas económicas y políticas son bastante moderadas y nadie habla de las perspectivas para 2023, sino de ‘pasar el verano’", concluye.
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