Ataque patoteril y mafioso a la Justicia
El mensaje de Cristina Kirchner contra la Corte es parte de su campaña para terminar con todo atisbo de independencia judicial y asegurarse impunidad
LA NACIONSi algo faltaba para demostrar la disociación del presidente de la Nación de la realidad fue su aval público al ataque de Cristina Kirchner a la Corte Suprema de Justicia, a través de un mensaje en Twitter emitido en el preciso instante en que el dólar paralelo superaba la barrera de los 300 pesos.
Semejante gesto dejó en evidencia que la agenda de preocupaciones de Alberto Fernández y la vicepresidenta poco tiene que ver con las necesidades y las inquietudes de la ciudadanía en el dramático momento que atraviesa el país.
Confirmó también la intención de la multiprocesada expresidenta de desarrollar una devastadora campaña contra el Poder Judicial cuyo único propósito es avanzar hacia su impunidad frente a los escándalos de corrupción en los que ella y otros funcionarios de sus gestiones están involucrados.
Como en otras ocasiones, Cristina Kirchner pretende persuadir a la sociedad de que su problema son los jueces y no las sobradas evidencias que se acumulan en su contra en causas judiciales como la de Vialidad, en la que se la sindica como jefa de una asociación ilícita.
Además de incurrir en toda clase de contradicciones y falsedades, la vicepresidenta llegó al colmo de responsabilizar a los actuales miembros de la Corte Suprema por las difíciles condiciones de vida que hoy soporta la población. Como si los jueces fuesen los culpables de la creciente inflación y de la corrida cambiaria a la que asistimos.
En referencia a los miembros del máximo tribunal, la vicepresidenta expresó temerariamente que “con tantos muertos en sus roperos, no les queda más remedio que hacer lo que les manden bajo pena de ejecución sumaria en titulares y noticieros”. Tal vez olvidó las veces en que el kirchnerismo utilizó acusaciones contra magistrados para someterlos a su voluntad y para que dictaran sentencias favorables a sus dirigentes. El caso del ya fallecido juez Norberto Oyarbide, quien admitió que lo tenían “agarrado del cogote” para que sobreseyera al matrimonio Kirchner en una causa por enriquecimiento ilícito, es solo un ejemplo.
La vicepresidenta olvidó las veces en que el kirchnerismo utilizó acusaciones contra los magistrados para someterlos a su voluntad y para que dictaran sentencias favorables a sus dirigentes
La campaña del cristinismo para terminar con cualquier atisbo de independencia judicial y convertir a los tribunales en un apéndice del poder político no se inició con el lamentable video que difundió esta semana en las redes sociales.
Pocos días antes, el senador kirchnerista Oscar Parrilli recurrió al patoterismo frente a un juez durante una audiencia en la que tuvo que comparecer. “Usted sabrá lo que tiene que hacer, si seguirá con esta causa juzgándome o no. Y si ya tendrá o no, a lo mejor, no lo sé, la sentencia escrita, más allá de lo que yo diga o las pruebas”, le dijo en un tono absolutamente reprochable al juez Germán Castelli, presidente del tribunal que lo juzga por haber pagado con dineros públicos un anticipo para realizar el libro La década ganada, que finalmente no se concretó.
Parrilli le endilgó también al magistrado que “fue puesto a dedo” por haber sido trasladado durante el gobierno de Mauricio Macri. Algo que confirma que el kirchnerismo persigue como único propósito victimizarse sin motivo y dar vuelta los argumentos en procura de zafar de cualquier tipo de condena.
La respuesta del juez Castelli no pudo ser más correcta. Le recordó que él es un magistrado de la Constitución y que estaba allí para “garantizarle un juicio justo”.
El senador manifestó ante los jueces que era un perseguido político. Nada nuevo bajo el sol. Escucharlo decir esas viles mentiras es como volver a reproducir las cadenas nacionales de la expresidenta en las que hablaba de un inexistente lawfare, falsedad que agita hasta hoy.
Con seguridad, Parrilli ha escuchado y tomado nota también sobre cómo tratar a los magistrados –según el manual kirchnerista– repasando aquel video de 2019 en el que se ve a la actual vicepresidenta enfrentarse al tribunal de la causa en la que se investiga la corrupción en la obra pública conocida como Vialidad: “Seguramente –les dijo una teatral Cristina Kirchner–, la condena está escrita, pero a mí me absolvió la historia y me va a absolver la historia y a ustedes los va a condenar […] Este juicio forma parte del lawfare, un plan orquestado de persecución del gobierno de Macri”.
La cultura patoteril instalada y cultivada vivamente por el kirchnerismo resulta aberrante. Es el fiel reflejo de una facción acostumbrada a imponer por la fuerza su visión y a obstruir todo aquello que no le conviene
Cuando los jueces quisieron interrogarla, groseramente se despachó: “¿Preguntas? Preguntas tienen que contestar ustedes, no yo”.
Dos años después, durante la audiencia previa a que se definiera la causa conocida como “dólar futuro” –se encuentra apelada–, desde un ampuloso escenario montado en su despacho de la Cámara alta, Cristina Kirchner se dirigió prácticamente a los gritos a los jueces de la Sala I de la Cámara Federal de Casación. “Ustedes –les dijo– contribuyeron a que ganara Macri y son responsables de lo que pasa en la economía. No miren para otro lado”. Nunca la vicepresidenta ni sus acólitos ponen en la presentación de las pruebas el mismo énfasis que usan para acusar falsamente, presionar y denigrar.
En enero de este año, la señora de Kirchner fue todavía más lejos con sus infundadas acusaciones y delirantes relatos. En un discurso pronunciado en Honduras, donde había concurrido a reunirse con la presidenta Xiomara Castro, dijo ante un auditorio colmado de expresidentes, dirigentes y militantes de izquierda que “de la misma manera que se financiaban los golpes militares se comienzan a financiar los golpes judiciales en América Latina”.
No podemos dejar de recordar la encendida comunicación telefónica que se conoció públicamente en la que la actual vicepresidenta hablaba con Parrilli en términos de “salir a apretar a los jueces”. Acaso los fantasmas que hoy no dejan descansar en paz a Cristina Kirchner sean precisamente los de aquellos a quienes, sin prurito alguno, pretendía amedrentar a través de sus propios funcionarios cuando era jefa del Estado.
La cultura patoteril instalada y cultivada vivamente por el kirchnerismo resulta aberrante. Es el fiel reflejo de una facción acostumbrada a imponer por la fuerza su visión y a obstruir todo aquello que no le conviene, como por ejemplo la designación de jueces o el avance de causas en las que se la investiga por delitos gravísimos.
El ejemplo que desde hace años baja a la sociedad por parte de los máximos exponentes del Gobierno es contrario al espíritu y los valores de una sociedad que mayoritariamente clama por justicia. Debemos exigir a nuestros gobernantes que respeten las instituciones, que no atenten contra la sana división de poderes y que asuman las consecuencias de sus actos ante cada uno de los gobernados. El poder entendido de otra manera es, lisa y llanamente, autoritarismo.
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