Calabazas y bendiciones
La cultura celta nos legó el "All Hallow’s Eve", Víspera de Todos los Santos, en el que los druidas rendían culto brutal al dios de la muerte, que fue transformándose hasta convertirse en el Halloween que hoy celebramos. Claramente religiosa en su origen, aquella tradición que incluía sacrificios humanos, indicaba que las almas de los difuntos volvían al mundo de los vivos, se disfrazaban para pasar inadvertidos y recibían alimentos que la comunidad les proveía. Con cada vez más adeptos por fuera del mundo anglosajón, siguiendo el ritual, los niños salen hoy a pedir golosinas a los vecinos mientras los jóvenes organizan fiestas de disfraces evocando a siniestros y sangrantes espíritus, acercándolos simpática e inadvertidamente.
En un mundo mucho más conectado con el apego a lo material que con los espíritus, todo devino lentamente en próspero negocio. El marketing de la celebración instaló exitosamente la venta de decoraciones alusivas con locales acondicionados para la ocasión: disfraces, calabazas, brujas, telas de araña, sangre, espantapájaros capaces de ahuyentar espíritus y fantasmas, gatos negros asociados a la mala suerte, sombríos murciélagos y búhos protectores, entre otros.
La Noche de Brujas convoca a una auténtica fiesta del terror entre satanistas, misas negras, sacrilegios, actos de consagración al diablo, entre otras expresiones. Ante la ingenua fiesta familiar de muchos, no está de más preguntarse qué de bueno tendrá disfrazar a niños de brujas y demonios como si se tratara solo de un inocente juego. Inmersos en esta civilización muy occidental pero poco cristiana, despegarse del piso y alzar la mirada a las realidades espirituales cada vez cuesta más. Aprender a discernir y a construir un criterio propio por encima de lo que cualquiera nos quiera imponer no es tan sencillo.
Los creyentes proponen alejarse de festejos teñidos de peligroso paganismo. La macabra celebración que pretende presentarse simpáticamente cosecha muchos detractores. Cada vez con más fuerza surge una movida en sentido contrario que propone asociar la fecha a la santidad, a lo bueno, a lo edificante. Jugando ingeniosamente con las palabras, han transformado así Halloween en Holywins, que significa "la santidad vence". La iniciativa nació en la diócesis de París en 2002. Invocan al Dios de la Vida y no a la muerte, se muestran al servicio de la luz y no de las tinieblas, proponen hacer el bien y alejarse del mal. A los niños y adolescentes se los anima a disfrazarse como sus santos preferidos, a dibujarlos y a aprender más sobre sus vidas y testimonios.
Se trata ciertamente de una mirada muy diferente, que ensancha el corazón y anima a hacer el bien en un mundo ya por demás agobiado por el mal, que crece y se contagia a instancias de muchos buenos que no reaccionan.