Creatividad y coraje en la enseñanza escolar
Varios conceptos de peso quedaron como conclusión de la sexta Cumbre Mundial de Innovación para la Educación, que tuvo lugar en Doha, Qatar, a fines del año último, organizado por WISE (por sus siglas en inglés) y del que participaron 1800 especialistas que representaron a 120 países y ONG dedicadas al avance de la enseñanza. Convocados con el lema "Creatividad en el corazón de la educación", los congresistas centraron su debate en la promoción de la capacidad innovadora, especialmente en la adolescencia y juventud.
Una premisa asumida por los asistentes fue no hacer de la evaluación cuantitativa la única forma de estimación del niño en edad escolar. Así, por ejemplo, el disertante Paul Taugh, de Canadá, señaló que los puntajes obtenidos y el cociente intelectual son datos significativos del alumno, pero no menos lo constituyen cualidades como la tenacidad, la aptitud creativa y el sentido de compromiso que demuestre el estudiante.
Por su parte, Ronald Beghetto, de la Universidad de Connecticut, Estados Unidos, subrayó que los chicos aprenden el qué de sus respuestas de acuerdo con lo que el maestro enseña. Cabe preguntarse entonces, cuándo el estudiante expresa la originalidad de su pensamiento, posibilidad que debiera estar latente en todo momento.
Un tercer disertante, Tony Wagner, de la Universidad de Harvard, hizo notar que hacia los 11 años los chicos van dejando de preguntar porque advierten que es mejor aprender respuestas aprobadas, ya que la escuela se ocupa de impartir conocimientos y no de crearlos. Por lo tanto, se plantea aquí un tema clave: la tradición de la enseñanza debe dar paso a la innovación creadora.
Wagner expuso algunos de los desafíos por resolver en un replanteo de la enseñanza: en primer lugar, reemplazar la evaluación cuantitativa de los aprendizajes individuales de temas conocidos por la respuesta innovadora del trabajo en equipo; en segundo término, dar paso a la condición transversal del aprendizaje que supone información de distintas materias. El tercer paso es sustituir la actitud pasiva en las aulas por la apertura a la innovación, en cuyo descubrimiento tienen que trabajar juntos el docente y sus alumnos. Por último, revisar el sentido de los fracasos escolares cuando no se alcanzan los resultados esperados. Los chicos deben aprender a aceptar que el error posee una dimensión positiva cuando se analiza por qué se produjo y se descubren de ese modo caminos nuevos de solución.
El problema y el tratamiento del tema considerado ha cobrado interés psicopedagógico desde la última mitad del siglo XX, en que se impuso el término "creatividad" (J. Guilford, 1950), con un alcance más ambicioso que la noción antes usada de "pensamiento productivo" y acercándose a la idea de "originalidad", al calificar un cierto logro novedoso, meritorio y apropiado dentro de un contexto de realidad, idealidad o ficción, según la naturaleza de la obra.
Merece señalarse que la elaboración individual o grupal que accede a un resultado que puede calificarse legítimamente como creativo requiere no sólo condiciones intelectuales, sino también un cierto "coraje del pensamiento" para innovar en relación con una cuestión, pues lo novedoso con frecuencia genera resistencias. Es precisamente ese coraje una cualidad que la escuela debe alentar en los alumnos para afrontar con convicción y razones las posibles críticas que despiertan las nuevas soluciones.