De espaldas a la innovación
Extrañamente, mientras en el mundo los talentos argentinos son convocados y hasta tentados para migrar porque se les reconoce su gran capacidad, la Argentina perdió en el último año su lugar de ser el país referente de la región en materia de innovación. Esto no solo repercute en un atraso que se refleja luego en la economía y su desarrollo, sino que a los ojos del mundo nos expone como un país que expulsa a sus propios profesionales.
Estos datos se desprenden de los resultados de la última edición del Índice de Innovación de Bloomberg, en el que la Argentina bajó seis puestos –solo superada por Argelia, que descendió diez– y, por este motivo, dejó de ser el líder de la región. Este ranking, que ya tiene nueve años, tenía al país en el puesto 45 en 2020, pero un año después lo muestra en el 51. De este modo, el país más innovador de América Latina pasó a ser Brasil, que se ubica en el lugar 46 de la lista.
Para tener idea de cómo se está moviendo la región, Uruguay quedó en el puesto 56, apenas cinco por debajo de la Argentina, incorporándose por primera vez a este ranking. En cambio, Chile también está en caída, bajando tres puestos respecto del año último y ubicándose en el lugar 54.
El primer lugar lo obtuvo Corea del Sur, que desbancó a Alemania del liderazgo mundial. A aquella nación la siguen Singapur y Suiza.
La Argentina solo conquistó 51 puntos sobre un total de 100. La calificación se basa en siete criterios: gasto en innovación y desarrollo, número de solicitudes de patentes, eficiencia en la educación superior, valor añadido en la industria, productividad, densidad de empresas públicas de tecnología y concentración de investigadores.
Al analizar los líderes mundiales, está claro que en un año signado por la emergencia sanitaria la digitalización se volvió vital tanto para combatir al Covid-19 como para el desarrollo económico. Por ejemplo, Singapur, que quedó segundo en el podio, implementó una política de baja de impuestos a empresas y trabajadores, a la vez que asignó mayores presupuestos a la transformación requerida por la era 4.0.
El índice de Bloomberg coincide en el diagnóstico realizado por Argencon en su último informe, titulado “El conocimiento, fundamento de un modelo de país sustentable”. Subraya que la transformación social y productiva en la Argentina está latente y muy desafiada por la migración de talentos.
Entre los datos relevantes del estudio, se destacan el pleno empleo del sector aun durante el período de pandemia (cada año esta industria lucha contra la escasez de profesionales) y el descenso de las exportaciones de servicios basados en conocimiento, que registran el noveno trimestre consecutivo de caída. Estos datos dan cuenta de una realidad: con muchas empresas que directamente abandonan la plaza local, las que no cierran sus operaciones en la Argentina reparten el crecimiento de sus dotaciones entre varias filiales, privilegiando a los países que presentan mejores oferta y clima para el desarrollo de negocios.
Esto se debe a varios factores, pero sobre todo a la falta de políticas públicas en torno a la economía del conocimiento: desde el incentivo para que los jóvenes (y, fundamentalmente las mujeres) se acerquen a las carreras STEM (por las siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) hasta para promover la industria, dándole un escenario de seguridad para desarrollarse.
Si bien es cierto que la ley de economía del conocimiento ya está vigente, esto solo no alcanza. Es preciso reconocerle al sector el indiscutido peso que hoy tiene tanto en la generación de ingresos –es una de las mayores fuentes de dólares– como en la posibilidad de evolución de todas las industrias, porque hoy la innovación es absolutamente transversal a todo el sistema económico y productivo, estatal y privado.
En la actualidad, la innovación es la que marca hacia dónde va el futuro. Darle la espalda sería de necios. ¿Se puede perder el país una industria como la de la economía del conocimiento? Claramente, no. Primero, porque nos posiciona en un lugar mucho más competitivo a nivel mundial; en segundo lugar, porque atrae dólares y, fundamentalmente, porque la base de profesionales, aunque magra, es muy eficiente y experta.
Una vez más, resulta preocupante ver cómo en la Argentina las buenas oportunidades se malogran. Lo positivo es que en materia de innovación aún estamos a tiempo de revertir la tendencia y abrirnos a un futuro de oportunidades que tanto necesitamos para despegar como nación.
LA NACION