El ejemplo que debemos seguir los argentinos
Para cerrar grietas sociales y construir consensos en el plano político, la positiva experiencia del diálogo interreligioso nos ofrece un modelo enriquecedor
La Argentina es un país con graves problemas económicos y grietas en su organización social, pero afortunadamente no tiene que sobrellevar ninguna carga de enfrentamientos religiosos; por el contrario, es un excelente ejemplo de convivencia armónica entre distintas iglesias, credos y comunidades de fe.
A los elevados niveles de pobreza, alentados por desequilibrios macroeconómicos y por los bajos incentivos para la inversión productiva, nuestro país suma una inseguridad jurídica, corrupción en el sector público e incapacidad de su dirigencia política para articular acuerdos básicos que permitan cimentar un nuevo orden basado en el respeto de los principios republicanos y en una economía sana.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes del mundo, donde la división religiosa suele ser un pretexto para quienes buscan promover conflictos, que en ocasiones pueden llegar a desatar la violencia, nuestra nación puede ser exhibida como un modelo en materia de diálogo interreligioso.
Este se da tanto entre dirigentes y figuras salientes de las comunidades de fe, que con frecuencia participan juntos en actos públicos, como en la vida cotidiana de los habitantes, entre quienes se observa amistad, solidaridad y preocupación por ayudar a resolver en común las necesidades materiales y espirituales más acuciantes.
Este ejemplo merece ser tenido en cuenta cuando en el país se abre una nueva etapa política en la que deberían primar el respeto mutuo, la tolerancia, la escucha atenta a lo que proponen los adversarios en un diálogo institucionalizado, la búsqueda de acuerdos sobre aspectos básicos de la convivencia social y la construcción de políticas de Estado, en lugar de la descalificación, la imposición, la exclusión o el exabrupto. No hay nación posible si no promovemos los consensos y entendemos que el otro nos enriquece.
Puede recordarse cuánto buscó acercar a los distintos sectores de la vida nacional y ayudar a conocer y entender sus puntos de vista el Diálogo Argentino, que en circunstancias dramáticas impulsó, allá por 2002, el Episcopado argentino, encabezado entonces por el luego cardenal Estanislao Karlic, con el acuerdo del gobierno presidido por Eduardo Duhalde y la colaboración especializada del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que dirigía aquí el español Carmelo Angulo Barturen.
La pacífica convivencia religiosa que caracteriza a la Argentina permite entrever el aporte que nuestro país puede realizar al mundo en estos tiempos tan convulsionados. En estos últimos días, esa contribución argentina se tradujo en manifestaciones muy concretas, que merecen ser destacadas.
Una de ellas ocurrió el 11 de noviembre pasado en la Universidad Estatal Pedagógica de Moscú, donde los tres copresidentes del Instituto para el Diálogo Interreligioso (IDI), surgido en Buenos Aires tras la dramática crisis del 2001, coordinaron una conferencia sobre "Diálogo de fe en el desconcierto: compartiendo experiencias entre la Argentina y Rusia" y firmaron un documento con el rector de esa universidad rusa, Alexey Lubkov, con el objetivo de "promover el entendimiento de los hombres de fe".
Esos copresidentes son el sacerdote católico Guillermo Marcó, el rabino Daniel Goldman y el referente musulmán Omar Abboud, quienes desde el comienzo contaron con el aliento del entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio, hoy el papa Francisco.
En el documento firmado se señaló que "hubo plena coincidencia en la necesidad de privilegiar el diálogo, la cooperación, la convivencia pacífica y el respeto al otro, ya que el común compromiso religioso se traduce en una preocupación genuina por la dignidad del hombre, rechazando de manera absoluta toda violencia como medio de resolución de conflictos". A la vez, se resolvió instituir un mecanismo de reuniones anuales para profundizar y ampliar el diálogo, la más reciente de las cuales se desarrolló en el marco de la cátedra de Teología de la citada casa de estudios de Moscú.
No deja de ser llamativa la existencia de esa cátedra -así como de capillas ortodoxas en sedes universitarias, que incluso recuerdan a los clérigos asesinados por el comunismo- si se recuerda que hace pocas décadas la Unión Soviética imponía un totalitarismo ateo en sus ámbitos oficiales.
Y también cabe valorar este diálogo teniendo en cuenta que en la Rusia actual, junto a una mayoritaria iglesia ortodoxa resurgida, que florece en templos restaurados y con buena asistencia, hay unos 14 millones de fieles musulmanes -en algunas regiones, como Chechenia, son la mayoría de la población-, lo que explica una situación no exenta de tensiones como también las hubo con la muy pequeña grey católica que pugnaba por la recuperación de sus antiguas iglesias y el reconocimiento de sus obispados. Esa tensión se vio apaciguada en lo que fue un hito: el primer encuentro en un milenio de un papa, Francisco, con el patriarca de Moscú, Cirilo I, acaecido en Cuba en 2016.
El embajador argentino en Rusia, Ricardo Lagorio, que tuvo una activa participación en la organización del encuentro, destacó a "los tres representantes, que están haciendo historia", a quienes llamó "tres hombres sabios y de paz". Además de conocer a la Argentina por el fútbol y el tango "ahora también se la conocerá por la convivencia religiosa", dijo. Subrayó que "es un ejemplo que dio la Argentina y que ojalá sea copiado en el mundo".
Unos días después, el viernes 15, Marcó, Goldman y Abboud participaron en Roma de un encuentro organizado por el IDI junto con el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso (PCDI), que preside el cardenal español Miguel Ángel Ayuso. Ese encuentro se tituló "Reflexiones a partir de la Declaración sobre Fraternidad Humana para la paz mundial y la convivencia común firmada por el Santo Padre y el Gran Imán de Al-Azhar el 4 de febrero en Abu Dhabi".
En esta jornada, entre sesenta participantes, estuvieron el secretario de Culto de la Nación, Alfredo Abriani; el presidente del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI); el excanciller Adalberto Rodríguez Giavarini, y varios legisladores porteños.
El papa Francisco, que insiste en la necesidad de tender puentes y no levantar muros, respaldó la iniciativa, recibiendo a los dirigentes del IDI y a los participantes de aquel encuentro en una audiencia privada, llevada a cabo en Roma, el lunes pasado.
En esa ocasión, el Sumo Pontífice los convocó a "actuar con valor y audacia, con sinceridad, en ayudar a la familia humana a madurar la capacidad de reconciliación, la visión, la esperanza y los itinerarios concretos de paz".
Al respecto, señaló que la cooperación interreligiosa, "basada en la promoción de un diálogo sincero, respetuoso, que va hacia la unidad sin confundir, manteniendo las identidades" es fundamental. Y se trata de una unidad, precisó, "que trasciende el mero pacto político" porque esta actitud "va al diálogo entre lo trascendente y crea fraternidad". Señaló que "nuestras tradiciones religiosas son una fuente necesaria de inspiración para fomentar una cultura del encuentro" y que "en el mundo precario de hoy, el diálogo entre las religiones no es un signo de debilidad".
El mensaje de fraternidad representado por los encuentros por el diálogo interreligioso debe servirnos a los argentinos, de cara al ciclo político que se iniciará el 10 de diciembre, como modelo para que la tolerancia se traslade a todos los planos de la vida y se traduzca en auténtica convivencia y coexistencia pacífica, allí donde puedan presentarse conflictos.
Es deseable que la actitud subyacente en este tipo de encuentros, movilizados por compatriotas nuestros, suscite no solamente ecos positivos en otros países, sino que, sobre todo en estos momentos, impregne a la sociedad argentina de un espíritu de respeto, tolerancia y comprensión para encarar el futuro en paz y armonía.
De ahí la importancia de recordar siempre la oración ecuménica creada para acompañar en nuestro país los encuentros entre los distintos credos: "Buen Dios, concédenos renovar nuestra mente y nuestro corazón dando testimonio de tu presencia a través de nuestras acciones. Que seamos todo lo que exigimos que los demás sean para nosotros. Que cuando me falten fuerzas, pueda encontrar el entusiasmo y la alegría siendo útil a mi familia, a mi comunidad, a mi pueblo y a mi país, y así se dignifique nuestra vida. Que tengamos presente que cambia la situación de un pueblo solo cuando este se cambia a sí mismo".