El sainete de la vacuna
Las autoridades deberían valerse de todas las vacunas disponibles y autorizadas, superando ideologismos y privilegiando la salud de todos
En agosto pasado, Rusia se convirtió en el primer país en anunciar la aprobación de una vacuna contra el coronavirus, desarrollada por el Instituto Gamaleya, de Moscú. El propio Vladimir Putin afirmó que se habían completado todos los testeos necesarios, pero definitivamente se sabía que no se había iniciado la fase tres. Cuando la prestigiosa revista The Lancet publicó los resultados de las fases 1 y 2, acotados exclusivamente a la respuesta inmune, la Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) y la Agencia Europea expresaron que estos no constituían base suficiente para la aprobación. Muchos especialistas alzaron su voz y señalaron que se salteaban estándares habituales de cualquier desarrollo, al tiempo que los rusos defendían la ciencia detrás de la vacuna y cuestionaban que desde la política se buscara minar su credibilidad. No faltaron quienes atribuyeron al exacerbado nacionalismo ruso que no se hubieran hecho correctamente las cosas, mientras la propia población rusa mostraba una extendida resistencia a aplicarse la llamada Sputnik V.
La revista británica The Economist consideró que la decisión del gobierno argentino de volcarse al uso de la Sputnik V era de tenor ideológico más que sanitario. Criticó también a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos, y Tecnología Médica (Anmat), desde donde se dejó trascender cierta preocupación por los efectos adversos en adultos mayores vacunados en Rusia, pero que luego salteó los tests de seguridad y eficacia habituales previos a su debida autorización.
Mientras numerosos países iniciaron vacunaciones masivas y el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, afirmaba que "la Argentina es uno de los países que más ha vacunado en el mundo", desde el 29 de diciembre contamos con apenas 300 mil dosis para la primera aplicación, distinta de la segunda. En la primera semana del año, unos 40 mil agentes de salud la habrían recibido. En el futuro la vacunación se extenderá a personal de seguridad y de rubros esenciales, así como de riesgo, aunque no servirían para inocular a los mayores de 60 años. Según las estadísticas de Our World in Data sobre cantidad de vacunas aplicadas, nuestro país ocupa el puesto 21 con una tasa de 0,09 dosis cada 100 personas comparada con 19,55 de Israel, que va a la cabeza. La Anmat había autorizado el uso de emergencia de la vacuna de AstraZéneca / Oxford, como también había avalado la de Pfizer, mientras que la Sputnik V –la única que actualmente se aplica en el país careciendo de datos exhaustivos relevados por algún ente extranjero serio y confiable– fue autorizada para uso de emergencia por resolución de un organismo político como el Ministerio de Salud.
En un despliegue digno de un acto de campaña, las imágenes del arribo de la primera remesa de las vacunas incluyeron el derrotero en pista del avión de Aerolíneas Argentinas que las transportaba, seguido del despacho en camiones para su distribución a las provincias, conservando los -20° C. El Gobierno expresaba su deseo de que 13 millones de personas recibieran la vacuna en el primer trimestre de este año para llegar a junio con dos tercios de la población vacunada. Buenos Aires fue el distrito que recibió más dosis (123.000) mientras que a la Ciudad de Buenos Aires solo le asignaron 23.000, reflejando una pulseada política que debiera quedar al margen ante una cuestión tan sensible.
Hasta acá, alrededor de un 1% de inyectados presentaron efectos adversos, mayormente leves o moderados, en opinión del Ministerio de Salud, con fiebre, cefalea y/o mialgias iniciadas entre las 6 y las 8 horas posteriores. El Instituto Gamaleya reporta que tras la primera aplicación se gana una inmunidad de unos 4 meses con un 85% de efectividad. Transcurridos 21 días, con la aplicación de la segunda dosis se elevaría al 91,4%; todo esto sin haberse concluido los ensayos de fase 3, por lo que aún no existen informes finales ni respaldo ganado a través de publicaciones científicas reconocidas. Algo que eleva el nivel de incertidumbre de quienes entienden que, en cierta forma, los argentinos serían un grupo de experimentación de la fase 3.
La Casa Rosada confirmó que 5 millones de dosis del fármaco ruso llegarán en enero y 14 millones en febrero, incluyendo un millón de la segunda dosis. Por otro lado, la Argentina compró 22,4 millones de dosis de AstraZéneca, que fabrica Insud en la localidad de Garín y que estarían disponibles entre fines de marzo y principios de abril luego de ser envasadas y validadas en México. También se aguarda la llegada de vacunas de la empresa china Sinopharm. Mientras tanto, el contrato con Pfizer, laboratorio que realizó en nuestro país parte de los ensayos, continúa frenado y sumido en una silenciosa nebulosa oficial, con denuncias de corrupción desde la oposición que sugieren que los pedidos de sobornos hundieron las negociaciones. Ante las afirmaciones del Presidente, Pfizer aclaró que nunca le reclamó a la Argentina condiciones de almacenamiento y distribución que no hubiera pedido a otros países.
En los Estados Unidos se ha instalado la polémica respecto de eventuales cambios en los planes de vacunación que demandan una segunda dosis. Como en el caso de las de Pfizer y Moderna los compuestos de las dos etapas serían idénticos, proponen que más personas de riesgo reciban la primera dosis para anticiparles inmunidad hasta que aumente la disponibilidad y se superen los cuellos de botella de la producción. Con la vacuna rusa no podríamos en principio aquí contemplar esa opción, pero no debería aún descartarse.
Desde el 8 de diciembre asistimos a un incremento local de contagios, tras 15 semanas de descenso. Una vacunación masiva de la que aún estamos muy lejos podría ciertamente controlar la magnitud de los rebrotes. Por su parte, el Proyecto Argentino Interinstitucional de Genómica de SARS-CoV-2, un consorcio interdisciplinario de científicos argentinos, monitorea la presencia de las tres variantes del virus detectadas en el Reino Unido, Sudáfrica y Río de Janeiro entre nosotros, habiéndose confirmado variantes similares a las dos últimas.
Con más de 44 mil muertos en el país y un número incierto de contagiados reales por Covid, que nadie duda superan largamente el millón y medio declarado, debemos valernos de todas las vacunas disponibles y autorizadas para alcanzar cuanto antes a por lo menos el 70% de la población. Así debería entenderlo también el Gobierno, brindando certezas y tranquilidad, superando ideologismos y priorizando la salud. Debemos evitar volver a cuarentenas estrictas y eso solo se logrará aumentando testeos y rastreos, abocándonos a vacunar sin demoras a más y más personas, con transparencia y responsabilidad, deponiendo mezquinos intereses personales y priorizando la salud de todos.