El turismo crece y exige previsibilidad
Necesita estabilidad macroeconómica para facilitar las inversiones, mejorar la infraestructura y una mayor promoción del país en el exterior
La caída del consumo y la devaluación parecen haber afectado a la mayor parte de las industrias, pero algunas son la excepción, y el turismo receptivo es una de ellas. En el segundo trimestre del año actual, el sector creció 1,5% y fue la actividad que mejores números consiguió en ese período. La Argentina se ha convertido en lo que va del año en el séptimo país entre los de mayor crecimiento del turismo receptivo, luego de Corea del Sur, Túnez, Turquía, Taiwán, Arabia Saudita y Filipinas. Estos datos cobran aún más relevancia si se tiene en cuenta que el PBI argentino acumuló en la primera mitad del año una contracción del 2,5% anual.
Efectivamente, la depreciación del peso es uno de los factores que más impacto tuvieron en este crecimiento, pues ubica al país como un destino comparativamente más accesible. Desde principios de año, cada vez más turistas de diferentes nacionalidades llegan a nuestro territorio en busca de paisajes que son intensamente promocionados.
Las estadísticas de la Encuesta de Ocupación Hotelera (EOH) del Indec lo confirman. En los primeros siete meses de 2019, la cantidad de noches que se hospedaron los viajeros no residentes en el país creció más de 15% anual. En contraposición, la de argentinos cayó 2,3%.
En el acumulado a julio, el arribo de turistas extranjeros creció 19% anual y la salida de argentinos al exterior se redujo 16%. Si bien el saldo continúa siendo negativo, se achicó a la mitad: en los primeros siete meses de 2019, la brecha fue de poco más de 660.000 personas, mientras que en el mismo período de 2018 había sido de más de 1,4 millones de viajeros.
Otro de los beneficios es la contracción del déficit de cuenta corriente por turismo registrada por el Banco Central. Durante los primeros ocho meses del año, la diferencia entre los dólares gastados por los extranjeros en el país y las erogaciones de los argentinos en el exterior arrojó un déficit de 3191 millones, lo que significó una reducción del 43% en comparación con el mismo período del año anterior. La mejora se dio en ambas direcciones: los egresos de divisas se contrajeron 34% anual y los ingresos crecieron 5%.
Sin embargo, en el sector existen demandas que no han sido resueltas y que, de ser tenidas en cuenta, podrían mejorar los indicadores.
"En nuestro país, el turismo se ha consolidado y la hotelería y la gastronomía, sus principales componentes, han generado en 2018 más puestos de trabajo que el sector agropecuario y la industria manufacturera. Ello ocurre a pesar de que, conforme a las estadísticas del Indec, los precios y tarifas de nuestros servicios siguen perdiendo contra la inflación, la que además ha licuado las pequeñas ventajas competitivas que hubiéramos aspirado a tener con un tipo de cambio más elevado. Esto evidencia que el éxito en materia turística no solo depende de un tipo de cambio competitivo", observa Graciela Fresno, presidenta de la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina (Fehgra).
Es preciso intensificar el trabajo de promoción de la Argentina fronteras afuera y más allá de los países limítrofes, pues la demanda de países no vecinos no es tan sensible a los cambios de nuestra moneda y hasta el momento representa solo la mitad de los arribos a nuestro territorio.
Además, hay que mirar cómo se reparten los beneficios. Según datos de la Fehgra, si bien entre nosotros el turismo extranjero se ha incrementado en los últimos meses, también es cierto que no repercute en todos los tipos de alojamiento por igual ni llega a toda nuestra geografía. El turismo internacional se aloja mayoritariamente en hoteles de 4 y 5 estrellas, por lo que son menos favorecidos los establecimientos de menor categoría, que tampoco se han visto compensados por turistas nacionales, claramente afectados por la actual crisis económica.
De estos datos se desprende que, para promover el turismo, se necesita mucho más que un cambio real competitivo para aumentar las exportaciones del sector. En esa industria se pide una mayor estabilidad macroeconómica que les dé a sus actores previsibilidad para poder organizar sus inversiones. Al mismo tiempo, se demanda una mejora en infraestructura que favorezca la federalización de la actividad, de modo que sea más simple para los visitantes moverse de un destino a otro. En tal sentido, la contribución reciente que sumaron las aerolíneas de bajo costo ha sido beneficiosa, lo que justifica la preocupación por cualquier restricción que se haga pesar sobre ellas, como la que la Justicia fijó sobre su operatoria nocturna en el aeropuerto de El Palomar.
Se necesita, además, revisar las restricciones de acceso al mercado cambiario formal, ya que la diferencia de valor entre el dólar oficial y el informal vuelca a los turistas de países limítrofes a liquidar sus dólares en el mercado paralelo.
El turismo receptivo es una industria que podría ayudar notablemente a nuestro país a salir de un modo ágil y rápido de la actual crisis, pues se caracteriza por la inyección directa de divisas que se ve reflejada en la creación de puestos de trabajo, al movilizar a numerosos proveedores, lo cual impacta también en otras industrias. Sin embargo, esto no será posible sin la intervención del Estado, que asegure un crecimiento en el mediano y largo plazo, consolidando una actividad que puede aumentar aún más su oferta y convertirse en un motor para diversos sectores.