¿Hasta cuándo la impunidad de las barras bravas?
Es necesario desenmascarar cualquier tipo de complicidad del poder político y sindical con estos verdaderos mercaderes de la violencia
Hay temas que son endémicos y se repiten en forma cíclica en la Argentina. Uno de ellos es el problema que representan las llamadas "barras bravas" del fútbol, que como está probado fehacientemente no corresponden solamente a nuestro deporte más popular, sino que tienen múltiples conexiones y ramificaciones con otros ámbitos, como el dirigencial, el gremial y el político.
Hace unos días, la policía bonaerense detuvo en Lanús a cincuenta integrantes de la barra brava de River Plate. Curiosamente, horas después, solo quedó retenido uno de ellos por el simple hecho de que no llegó a desprenderse a tiempo de las armas de fuego que ese grupo llevaba al estadio.
El arsenal, según lo manifestado oficialmente, era para enfrentarse con otra fracción de la barra, en una de las tradicionales disputas por el poder y sus negocios ilegales paralelos, propios de verdaderas asociaciones ilícitas.
En Lanús, donde se disputó un partido de la Copa Argentina entre River y Godoy Cruz de Mendoza, los acontecimientos fueron críticos; las imágenes y los testigos revelan que hubo avalanchas, corridas y una fuerte represión policial, con balas de goma, gas pimienta y el accionar de la policía montada en medio de personas que pugnaban por ingresar a la cancha. Operativo que Juan Manuel Lugones, titular de la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide), calificó, en forma al menos discutible, de "exitoso".
Sin embargo, los allanamientos en domicilios del sur del conurbano bonaerense efectuados pocos días después, antes de un encuentro con Vélez Sarsfield en el Estadio Monumental por la Súper Liga, parecieron ser la contracara de lo que fue la crítica jornada vivida en Lanús, ya que esa tarde-noche en Núñez se vivió con tranquilidad.
Las detenciones previas se dieron en el marco del plan de acción realizado por el Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires y, según la Aprevide, pudieron confirmar que los barrabravas estaban acopiando armas de fuego para enfrentarse con una facción disidente, "la banda del oeste", que en el partido con Godoy Cruz regresó a la cancha y ocupó el centro de la tribuna popular local.
Además del intento de atentado desactivado, el presidente de River, Rodolfo D'Onofrio, fue destinatario de amenazas anónimas de toda índole, lo cual demuestra el clima de tenso conflicto interno que vive el club de la banda roja.
La preocupación general que rige no es para nada menor, teniendo en cuenta los hechos lamentables del año pasado que impidieron disputar en su estadio una de las finales de la Copa Libertadores de América, que terminó jugándose inesperadamente en Madrid, y el nuevo superclásico que se jugará hoy en River por las instancias semifinales del más importante torneo de clubes del continente.
Como de costumbre, asistiremos a la vergonzosa situación de que los hinchas más peligrosos tengan que ser escoltados por patrulleros y efectivos policiales en su desplazamiento hacia el estadio.
Con los traumáticos antecedentes y el más reciente e insólito descubrimiento de un arsenal en manos de barrabravas, demostrativo de que hay gente dispuesta a matar con tal de obtener alguna ventaja en una feroz disputa interna entre facciones, alrededor de la cual se mueven el poder e intereses económicos, es fundamental mantener todas las alarmas encendidas para que la sangre no llegue al río.
Sin embargo, lo que resulta verdaderamente imprescindible es que, de una vez por todas, se adopten políticas que lleven a la erradicación de esta violencia marginal y mafiosa de un deporte que es parte de la cultura popular de la mayoría de los argentinos, del mismo modo que se pudo hacer en otros países. Para eso, habrá que desenmascarar cualquier complicidad del poder político y gremial con los mercaderes de la violencia.