Hong Kong y el autoritarismo chino
Los habitantes de Hong Kong acaban de concurrir, masiva y ordenadamente, a las urnas para elegir a los miembros del Consejo de Distrito, su autoridad local para los próximos cuatro años.
Con un sonoro cachetazo, derrotaron a los candidatos de Pekín de forma apabullante, a excepción de un solo caso. Más del 70% de quienes tenían derecho a votar se acercaron a las urnas y ganaron en más del 90% de las elecciones, individualmente consideradas. Casi tres millones de chinos expresaron así, libremente, su clara voluntad política. Un verdadero espaldarazo en medio de seis meses de continuas protestas callejeras en defensa de sus preciadas libertades individuales.
Con sus votos endosaron cinco demandas importantes, aún insatisfechas. Por un lado, lograron dejar sin efecto el cuestionado proyecto de ley de extradición, que pudo haberlos sometido a tribunales de la China comunista, fuera de Hong Kong, que distan de ser independientes. También avanzaron con la investigación sobre la brutalidad policial con que se reprimieron las protestas populares, al tiempo que se solicitó una amnistía para todos los detenidos en las pasadas movilizaciones. Impulsaron también el sufragio libre y universal para elegir a las autoridades locales, así como la exigencia de que la masiva y pacífica protesta del pasado 12 de junio no sea considerada un disturbio, sino lo que fue: una manifestación.
Esos requerimientos deben ser ahora atendidos de alguna manera por las autoridades locales. Si así no fuera, seguramente las protestas volverían a estallar, con mayor fuerza y sustento. De no conseguirse respuesta a las demandas, la reconciliación entre las fracciones locales se dificultará inevitablemente.
Las autoridades locales, elegidas a dedo desde Pekín, se comprometieron a "respetar el resultado de las urnas". Pronto veremos cómo se traduce en los hechos esta sana intención.