Hong Kong y la falta de libertad
Desde el punto de vista de la vigencia de los derechos de las personas, el régimen impuesto por el Partido Comunista que gobierna China es prácticamente incompatible con el estilo de vida al que los habitantes de Hong Kong están acostumbrados desde hace ya décadas, caracterizado por un auténtico y amplio espacio para el goce efectivo de las libertades individuales.
Transcurridos ya 22 años desde que los británicos cedieron el control de Hong Kong al gobierno de China, un torpe intento de cercenar la jurisdicción del Poder Judicial local obró a la manera de chispa y los ciudadanos salieron, pacífica y multitudinariamente, a protestar en las calles.
En ocasión de la segunda marcha, un reducido grupo de manifestantes atacó con violencia y ocupó brevemente el Consejo Legislativo local, en abierto desafío a la autoridad de Pekín y de sus circunstanciales compañeros de ruta. Suma preocupación que, de esta manera, haya quedado habilitado que el régimen de Pekín reprima de aquí en más esas protestas callejeras, encarcelando incluso a dirigentes que reclaman por un estilo de vida en libertad.
Los manifestantes exigieron la renuncia de Carrie Lam, quien preside el Poder Ejecutivo de Hong Kong y a quien se considera una mandataria encubierta de las autoridades del régimen de Pekín. De ella se esperaba que retirara el polémico proyecto de ley sobre extradiciones a China. No hacerlo tornó inevitables las multitudinarias protestas civiles que vienen teniendo lugar.
En peligro se encuentran hoy la credibilidad y la convivencia en paz en una ciudad de enorme importancia como centro económico y comercial asiático y mundial. Peligra también la posibilidad de que la pujante isla de Taiwán pueda integrarse pacíficamente a China. Por todo esto, cabe seguir de cerca lo que está ocurriendo y exhortar a no apurar la evolución de un proceso que requiere de adaptaciones mayores, muy traumáticas por cierto, y que solo pueden encararse de modo ordenado y en un período prudencial.