La conciencia del caos total
Los que traten de hacer comparaciones entre la crisis actual y las anteriores en la Venezuela contemporánea pierden el tiempo. Jamás en los períodos recientes se habían encadenado tantos problemas, ni se había juntado tanta desidia en las esferas oficiales. Solo si se mira hacia muy atrás, a los tiempos de la Independencia y de la Federación, puede hablarse de un caos parecido. Pero con una diferencia notable: aquellos fueron tiempos de guerra, entonces la gente se mataba peleando contra el imperio español. En los últimos 20 años no han sucedido fenómenos como esos. Todo ha sido obra del régimen iniciado por Chávez y continuado por su sucesor, Nicolás Maduro, cabecillas de una depredación que destruyó la bonanza económica del país petrolero y los hábitos de la convivencia democrática hasta meter a la sociedad en un pantano.
La magnitud del trastorno, sus fulminantes heridas, han obligado a la resurrección de una dirigencia que dormía el sueño de los indiferentes. De allí la aparición de una dinámica a través de cuyo desarrollo se puede pensar en una solución capaz de iniciar una nueva etapa de la historia que deje a la anterior como una de las experiencias más nefastas de la sociedad desde cuando se formó como república. Pero el desenlace depende de la conciencia de los dirigentes de la oposición. Deben saber que no enfrentan una dictadura cualquiera, sino al peor establecimiento de los últimos tiempos y a una pandilla de malhechores dispuestos a continuar el caos porque es el único sustento del que pueden echar mano para buscar cierto tipo de supervivencia, cierto oxígeno salvador. En la medida en que el liderazgo opositor sienta de veras que se enfrenta al rompecabezas más importante y trabajoso de la historia patria, y a una cúpula de desalmados como ninguna de las anteriores, saldremos del ominoso agujero cavado por el chavismo.
El Nacional Venezuela