La confianza del consumidor, en franca caída
En el primer trimestre de este año se destruyeron 211.000 puestos de trabajo y disminuyeron tanto las expectativas generales como las personales
lanacionarEl índice de confianza del consumidor que elabora la Universidad Torcuato Di Tella disminuyó en mayo un 5,5% con respecto a abril y un 10% en la comparación con el mismo mes del año anterior. Con estas cifras, la confianza de los consumidores se ubica ya en niveles muy cercanos al promedio de 2009, año en el que la economía argentina se contrajo aproximadamente un 3 por ciento.
La pérdida de confianza de los consumidores se manifestó en todos los sectores de la sociedad, pero se ha sentido con más fuerza en los de menor poder adquisitivo. Así, en los sectores de mayores ingresos la merma en la confianza fue del 2% con respecto a abril, mientras que la confianza de los consumidores de menor poder adquisitivo cayó un 9% debido principalmente a una desmejora del 14% en la percepción que tienen acerca de la situación macroeconómica.
La caída en la confianza de los consumidores refleja no sólo un deterioro en las expectativas, sino también la real percepción de que la situación personal ha comenzado a deteriorarse. Puede notarse eso en el hecho de que el subíndice de expectativas macroeconómicas registra en mayo una caída del 12% interanual, mientras que el componente que mide la situación económica personal registra una baja del 15 por ciento.
En el desagregado regional, la confianza de los consumidores registra una caída mensual del 11% en el Gran Buenos Aires y del 4% en el interior del país. Esto no es de extrañar: los números de empleo del primer trimestre de 2013 muestran que en el conurbano bonaerense comienza a sentirse con fuerza un importante aumento en la tasa de desempleo. En el interior, el desempleo también ha crecido aunque a un ritmo menor que el que se observa en la provincia de Buenos Aires. Es que este último distrito, además de sufrir el impacto de los erráticos experimentos oficiales en materia de política económica, ha sido sometido a un duro ajuste fiscal por el recorte de transferencias de fondos desde la Nación. Ello ha frenado el gasto social, buena parte de la obra pública y hasta la capacidad de los hospitales de adquirir medicamentos.
El fenómeno de la retracción de los consumidores ya es claramente visible a lo largo de todo el país. En el mes de abril, las ventas en los centros de compras y grandes shoppings cayeron un 13% ajustadas por inflación, mientras que las ventas en supermercados mostraron en ese mismo mes una contracción del 5% anual.
Que la confianza de los consumidores se retraiga es totalmente natural en una economía en la que los salarios reales ya muestran caídas en términos interanuales, en gran parte por el cada vez mayor impacto del impuesto a las ganancias sobre los asalariados, y el empleo se contrae.
En el primer trimestre de este año la economía destruyó 211.000 puestos de trabajo con relación al trimestre anterior en los 31 aglomerados urbanos relevados en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) anticipada, que adelanta los primeros datos acerca de la evolución del mercado laboral. Con ese cuadro de situación, la tasa de desempleo subió desde el 6,9% hasta el 7,9%, el nivel más elevado desde la crisis de 2009.
Al formularse mediciones en términos interanuales, lo cual permite ajustar los problemas de estacionalidad, el empleo creció en sólo 84.000 puestos a lo largo del último año, mientras que la población económicamente activa se incrementó en 242.000 personas durante ese mismo período. De esta forma la cantidad de empleos creados fue inferior al aumento en la cantidad de gente buscando trabajo, lo que generó un importante aumento en la tasa de desempleo.
Hasta que no se ordene la macroeconomía sobre bases racionales, no volverán a crecer los salarios reales ni a aumentar el empleo. Será imposible en ese contexto que los consumidores recuperen la confianza. Y sin confianza, el consumo seguirá jaqueado. El círculo vicioso que va desde la mala praxis hasta la pérdida de confianza se ha puesto en marcha.
Sólo un cambio abrupto de políticas, que reconozca las verdaderas causas de la inflación y que aliente la inversión privada y, con ello la oferta de bienes, logrará romper este círculo.
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