Editorial II. La industria local, sin insumos importados
Las insólitas restricciones aplicadas por el Gobierno asfixian tanto a empresas como a personas que ni siquiera pueden acceder a medicamentos
El cepo a las importaciones sigue haciendo sentir su presencia ominosa en la economía argentina. El paso del tiempo sólo ha servido para que nuevos rubros se sumen, silenciosamente, a los faltantes de la primera hora.
Un breve repaso indica que, entre otros muchos, faltan insumos para la industria de la construcción; químicos para controles de calidad; equipos indispensables para los proyectos de investigación de organismos públicos, como el INTI, el INTA o la CNEA; por supuesto, los del sector de la salud, como instrumental médico para su uso en los hospitales públicos y privados, y también alimentos, productos para computación o para telefonía. Tan extensa puede ser la lista, que hasta escarpines de cuero como los que el papa Francisco le regaló a la Presidenta para su nieto ya hace tiempo que han dejado de venderse en la Argentina porque no pueden entrar. La empresa brasileña que los fabrica sufre también las restricciones a los artículos importados que impuso el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, intentando evitar que continúe la salida de dólares.
Una de las razones para que la industria local sienta fuertemente los efectos de este "racionamiento" es, además, que los insumos no pueden ser reemplazados con los de fabricación nacional. La solución, única y mala, es habitualmente esperar hasta seis meses en algunos casos por la autorización para poder importarlos.
Las quejas de los sectores importadores y de las industrias necesitadas de esos insumos van en aumento, sobre todo porque, como ya se expresó, los faltantes pueden abarcar cualquier sector, y esto se debe en parte a dos razones. Por un lado, a que en su afán de controlarlo todo las autoridades llevan su celo hasta extremos impensados (no hay choclo en grano o sardinas en aceite, ni luminarias LED para la construcción) desconociendo que por la complejidad de las relaciones interindustriales, un cambio, por mínimo que sea, puede producir una grave deficiencia. Por otra parte, esta práctica se ha visto intensificada por el Gobierno en los últimos meses ante el deterioro de la balanza comercial, cuyo superávit cayó 25,5 por ciento en el primer semestre.
Lo que también parece querer ignorar Moreno es que la caída de un 8 por ciento en la importación de bienes intermedios tiene como consecuencia un impacto cada vez más notorio en la exportación de productos industrializados.
Para los sectores involucrados, esta situación se ha transformado en un verdadero dilema. O aceptan transformarse en empresas exportadoras de algo que no son, para que se les permita importar por el mismo valor de lo que exportarían, o se resignan a esperar y hasta a desaparecer, como le ha ocurrido a más de una.
Todo esto, sin contar con los innumerables argentinos que dependen de estos insumos. Por ejemplo, los enfermos o las personas con discapacidad, cuyo tratamiento implica la mayoría de las veces la posibilidad de recibir un medicamento correcto, incluso para seguir viviendo.
Lo peor de todo es que estas prácticas ni siquiera han logrado solucionar el problema de la estampida del dólar en el mercado paralelo. Una victoria más a lo Pirro, o más bien otra derrota, como ya nos tienen acostumbrados Moreno y el Gobierno al que representa.
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