La rueda ya está inventada
Propuestas como volver a la Junta Nacional de Granos o al desdoblamiento cambiario han probado largamente su fracaso en la Argentina
La única forma de generar empleo y reducir la pobreza es mediante el crecimiento. Eso lo dicen todos los candidatos. Y la única forma genuina de crecer es mediante ahorro e inversión. Los argentinos deben recrear su moneda, ahorrar en pesos y así los bancos aumentarán sus créditos expandiendo el capital de trabajo del comercio, la industria y el campo, en lugar de hacer colocaciones en Leliq a tasas astronómicas. Es el abecé del bienestar social a partir de la robustez económica.
La única fórmula para recuperar el valor de la moneda y detener la preferencia por el dólar es adoptar un programa económico creíble para asegurar un equilibrio fiscal duradero, con un gasto público proporcional a la productividad del sector privado, sin que la presión fiscal y las tasas lo asfixien. Son indispensables las reformas estructurales para que la Argentina sea competitiva en el mundo y genere las divisas necesarias para atender sus compromisos, recreando la confianza de los inversores. Con el gradualismo, el gobierno de Mauricio Macri soslayó esta cuestión, creyendo que bastaba con un formidable plan de obras públicas para reactivar la economía y crecer sin necesidad de "dañar el tejido social".
Luego de las PASO, la posibilidad de que Alberto Fernández sea ungido presidente en primera vuelta es una seria alternativa. Es deber de todos aportar para que los meses que restan hasta las elecciones transcurran con estabilidad económica y paz social, para bien de toda la población. Es indispensable que ambos candidatos comprendan la gravedad de la situación, ya que la Argentina ha estado recurriendo al crédito externo para atender gastos corrientes y necesitará recomponer la confianza para que no haya un freno abrupto que ahonde el desempleo y la pobreza.
Sin duda, el candidato presidencial del frente peronista está haciendo todo lo posible para construir una imagen seria, de buen administrador, respetuoso de la seguridad jurídica y cumplidor de los contratos. Es una tarea ciclópea, por la inusual construcción bifronte de la coalición que integra, como el busto de Jano, al que cantó Borges.
Su estrategia es silenciar a todos sus correligionarios, para evitar exabruptos que contradigan la sensatez de su discurso. Pero algunos no han podido con su genio, como el exgobernador Felipe Solá, quien propuso implantar nuevamente la Junta Nacional de Granos, creada en 1933 durante el gobierno conservador del general Agustín P. Justo y disuelta por el peronismo en 1991, cuando gobernaba Carlos Menem. Paradojas argentinas. El mensaje de Solá fue político, pues es de barricada sostener que el "pan de los argentinos" no debe atarse a los vaivenes del dólar. Por su larga experiencia en el sector, sabe que el mercado internacional ha cambiado y que la recreación de esa junta violaría acuerdos internacionales, entorpecería el comercio de granos, reduciría las inversiones privadas y obligaría a mayores gastos en un organismo de fácil corrupción. Esa rueda ya fue inventada, pero como era oblonga, rompió la bicicleta.
También Solá sugirió volver al desdoblamiento cambiario. Para él, el dólar merece el mismo cuidado que el pan: las divisas que requiere la industria no deben ser malgastadas en Miami o para "amarrocar" en cajas de seguridad. Dicho de otra forma, para las fábricas, dólar barato, y para los ricos, dólar caro. Pero la Argentina tiene una larguísima experiencia en el doble tipo de cambio: como todo control de precios, genera conductas perversas que desbordan los controles. Al poco tiempo, caen las exportaciones y aumentan las importaciones, con un efecto inverso al propuesto. En realidad, no se alteran las cantidades físicas, sino que los exportadores -afectados por un dólar subvaluado- tienen incentivos para cobrar "en negro" parte de sus ventas, subfacturando exportaciones, mientras que los industriales, que pueden comprar dólares baratos, tienen incentivos para sobrefacturar importaciones y dejar la diferencia afuera. Trátese del pan o del dólar, el problema es la inflación y el desajuste fiscal como telón de fondo. Otra rueda deformada, que termina con la Argentina en la banquina.
Alberto Fernández propuso utilizar los intereses de las Leliq para darles un aumento a los jubilados. Como las Leliq son las colocaciones que hacen los bancos con los depósitos de los ahorristas, Fernández pareció no entender que para bajar esos intereses es necesario generar confianza en la moneda y no asustar a los depositantes. Para otros, sería aconsejable dar un giro de tuerca a la actual situación de la banca, que tiene sus activos en esas letras de liquidez y "direccionar el crédito productivo", fondeando a los bancos con redescuentos dirigidos. Ninguna novedad, esa rueda ya fue inventada en 1946, eliminada en 1955 y reintroducida por el auténtico Héctor Cámpora y su ministro José Ber Gelbard, en 1973, mediante el Programa para la Reconstrucción y Liberación Nacional. Se dictaron 20 leyes, entre las cuales se incluía la nacionalización de depósitos bancarios, que derivó en la emisión sin control, la desaparición del ahorro y la proliferación de créditos regalados a quienes hacían buenos regalos. Por algo esa rueda, que se imaginó productiva, terminó en "bicicleta financiera".
Quienes apuestan por el mercado interno, impulsando el consumo y las exportaciones industriales con recursos del sector agropecuario, ya tienen el trabajo hecho, pues esa rueda fue inventada en 1973. La ley 20.545 de defensa del trabajo y la producción nacional, una de aquellas 20, contiene todo el herramental para favorecer al capital nacional, acelerar la integración regional, desarrollar tecnología para romper la dependencia y obtener divisas exportando industria. Para satisfacción de Solá, sus propuestas para el pan y el dólar podrían ampliarse a toda la economía, mediante la fijación de derechos de importación y exportación, restricciones cuantitativas y cualitativas, y reembolsos y reintegros a las exportaciones, subsidiando a los industriales poco competitivos.
Consecuencias previsibles: economía cerrada, caída en las exportaciones de granos, aumento de importaciones para la industria, mayor gasto público y crisis de balanza de pagos por la creación artificial de incentivos perversos. Esa rueda, que no es redonda, sino cuadrada, terminó siempre accidentando a la población argentina, con las clásicas devaluaciones y tarifazos, como ocurrió en el Rodrigazo (1975).
Alberto Fernández también prometió pesificar las tarifas, que están dolarizadas. Al igual que Solá, "para cuidar el hogar de los argentinos", preservándolos de los vaivenes cambiarios. De más está decir que estas "pesificaciones" impactan sobre la producción de energía. El propio Macri, al disponer el congelamiento del precio de los combustibles líquidos, ha afectado la producción de Vaca Muerta, principal motor del futuro desarrollo argentino. Nuevamente, se intenta reinventar una rueda deforme que solo conducirá al desabastecimiento energético.
No haremos un inventario de todas las calamidades que ha sufrido la economía desde la crisis de 1949 en adelante. Desde entonces comenzó la inflación y los variados intentos de eliminarla nunca fueron duraderos, por la fuerza de los intereses corporativos que rechazan reformas que pudiesen afectarlos.
Las promesas de campaña promesas son. Pero para el 10 de diciembre próximo, ambos candidatos deberán tener un plan de gobierno sólido y creíble, que incluya un capítulo económico e institucional a efectos de generar confianza en la población y en quienes deben continuar financiando nuestro déficit, mostrando la capacidad del país para eliminar la inflación, recuperar la solvencia y pagar sus deudas de forma sustentable. Esa rueda también ha sido inventada, pero mejor recurrir a las experiencias de líderes europeos de la posguerra como Konrad Adenauer, Ludwig Erhard, Alcide de Gasperi y Luigi Einaudi, y no visitando nuestras bicicleterías de barrio. Es cierto que ellos contaron con el Plan Marshall, pero sufrieron una guerra devastadora. Nosotros contamos con la mayor asistencia que el FMI otorgó a un país en su historia, sin otra causa que nuestros propios desatinos y el desborde populista.