La oscura sombra de Putin
Los medios europeos están sacando a la luz las actividades, claramente ilegales e intervencionistas, del omnipresente presidente ruso, Vladimir Putin, en el exterior. Recordemos que este exespía de la agencia secreta de inteligencia soviética, conocida como KGB, ha utilizado desde el comienzo mismo de su mandato métodos y herramientas más propios de sus anteriores funciones que del desempeño que de él se espera al frente de la Federación Rusa. De hecho, las noticias llegan a través de la llamada Unidad 29155, una agrupación militar cuyo secretismo impide conocer sus acciones, más allá de que se sabe que se encarga de elaborar y ejecutar operaciones políticas a nivel mundial, y en la que militan las principales figuras del extendido esquema de espionaje ruso. Puntualmente, en España, en abierto apoyo al secesionismo catalán. Y en Gran Bretaña, donde sicarios rusos ya identificados han dado muerte, por encargo, a algunos exespías rusos que habían dejado de lado esa siempre peligrosa actividad.
Ahora, la sombra nítida de los espías y dineros rusos aparece también en varios lugares de América Latina, con el concurso y de la mano del eje La Habana-Caracas.
Esa inaceptable presencia se incrementa notablemente cuando se transitan momentos electorales, o se aprovechan situaciones de debilidad de varios gobiernos, razón por la cual las autoridades y sus servicios de inteligencia deben estar muy alertas respecto de toda presencia extranjera y de sus inaceptables intromisiones sobre quienes aspiran a asumir cargos electivos o a generar el caos y la violencia.
La presencia rusa tendría también vínculos con los intentos de desestabilización de los gobiernos de Bolivia, Ecuador y, muy especialmente, Chile, que se concretan a través de manifestaciones callejeras masivas, que también contarían con apoyo, directo e indirecto, ruso. A ello hay que sumar el concurso adicional de Cuba y de Venezuela, como lo acaba de admitir públicamente el propio Nicolás Maduro, al tratar de llevar agua para su molino político.
Si ello se comprobara, lo que siempre resulta muy dificultoso, la respuesta no puede ser el silencio, sino que debe desenmascarar y poner en evidencia a quienes puedan ser sus responsables y a sus perversos acólitos locales.