La utilización política de los niños
La presencia de chicos de 7 a 14 años con camisetas de La Cámpora en la marcha del 24 de marzo reflejó una lamentable modalidad propagandística
E l 24 de marzo último, en que se conmemoró el Día de la Memoria, hubo recuerdos oficiales sólo para los desaparecidos por la acción del terrorismo de Estado que combatió a las bandas subversivas con igualdad de recursos deleznables, pero hubo sólo olvido para las víctimas que cayeron en manos de los gánsteres de grupos como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y los Montoneros durante la década del setenta.
En el presente siglo se ha afirmado una cultura de Estado enderezada a cristalizarse sólo en la condena de uno de los bandos que tomaron parte en lo que fue una guerra sucia y despiadada. Es una cultura de estigmatización concentrada sobre la respuesta militar que siguió, primero dentro de un gobierno constitucional, al reclamo del presidente Juan Domingo Perón de "exterminar" a los terroristas que en el verano de 1974 habían procurado tomar el regimiento de Azul. La propaganda en esa dirección ha introducido a estas alturas una pusilanimidad que induce con frecuencia a pasar por alto la gravedad de tanta distorsión histórica.
No hay razones para ignorar una modalidad propagandística que se hizo presente el último 24 de marzo con un despliegue que denotaba reflejos de alguna vieja película de exaltación hitleriana debida a la cineasta Leni Riefenstahl. Chicos de entre 7 y 14 años participaron de la marcha organizada por el kirchnerismo mientras portaban camisetas estampadas con las consignas "Juicio y Castigo" y "La Cámpora". El afán de adoctrinar a menores no es nuevo en la política argentina: después de la muerte de Eva Perón, en julio de 1952, el presidente Perón se entregó en exceso al ya iniciado proyecto de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Por aquella época, el líder del peronismo recalcaba públicamente la importancia del "adoctrinamiento" desde la escuela primaria.
Como en medio de una campaña electoral los candidatos suelen hablar con una ligereza que a veces los induce a decir que están dispuestos a levantar "todas las banderas del justicialismo", será oportuno destacar que la bandera de la UES no fue, precisamente, la mejor del peronismo, y que menos lo es la más moderna del kirchnerismo cuando utiliza a chicos que no han llegado aún a la adolescencia para promover causas de facción política. No sólo se reavivan viejos enfrentamientos y antinomias del pasado, sino también las imputaciones de irresponsabilidad institucional contra quienes tienen mandato hasta el 10 de diciembre próximo.
Los regímenes totalitarios y sus módicas réplicas del populismo han procurado en todo tiempo afirmarse en el poder por vía de la utilización en imágenes y desfiles de falanges juveniles. Lo hizo de modo abierto Benito Mussolini, en Italia, en tanto que Adolfo Hitler, en los desvaríos de Mi lucha, asimilaba el comportamiento de las masas al de los niños, considerando que éstos constantemente vacilan entre elegir una cosa u otra. Por eso el führer instruía a sus adeptos a elaborar una propaganda con sentido popular y nivel intelectual por debajo de la media de la población, inculcándoles penetrar en la mente y el corazón de todos como si todos fueran niños. Experiencias similares tuvieron lugar en la China de Mao, particularmente durante la Revolución Cultural, y en la Unión Soviética, y pueden verse hoy en Cuba y Venezuela.
No ha sido aquella del 24 la primera y única de las marchas que con sentido tan espurio como el expuesto han organizado las huestes menos republicanas del oficialismo. También se han encargado ellas de organizar cursos aleccionadores de "camporismo" en escuelas primarias y secundarias, lo que de por sí es escandaloso.
En esto se ha arribado a extremos tan alarmantes que, ya en 2013, se alzó nada menos que la voz de advertencia crítica del gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, cuando descalificó por "aberrante" y "burda" la utilización en Caleta Olivia de chicos por parte de una red de asistencialismo montada por la agrupación de Máximo Kirchner. La comercialización política de individuos cuya temprana edad los inhabilita para contar con una clara conciencia cívica ha sido descalificada en la contemporaneidad en casi todo el mundo. Es más: la legislación internacional sobre derecho humanitario concerniente a menores los protege tanto de su utilización ilegítima en campañas por el poder político como del aprovechamiento que se haga de ellos en el carácter de piezas instrumentales para la consecución de fines bélicos. Esto ha sucedido, lamentablemente, en no pocos países.
Denunciar tales prácticas, como lo hizo en su momento un gobernador surgido de las entrañas mismas del kirchnerismo, constituye una obligación ineludible de la ciudadanía. Es, también, una señal alentadora de que el país puede producir el giro institucional que se le reclama al cabo de 12 años de un distanciamiento cada vez más pronunciado del espíritu tolerante de la Constitución que nos rige.