Menos heridos por pirotecnia
Por primera vez en 38 años, celebramos que el Hospital de Quemados porteño no recibió pacientes lastimados por uso de pirotecnia en los festejos de fin de año. En los hospitales oftalmológicos Santa Lucía y Lagleyze, sin embargo, se registraron 43 lesionados aun cuando también allí hubo cifras decrecientes de afectados.
Dentro de la gran variedad de artículos de pirotecnia, ninguno puede considerarse inofensivo. Hasta una simple estrellita puede terminar en incendio, mucho más en estas épocas de grandes sequías.
En los últimos años hemos comenzado a asistir a efectivas campañas contra su uso por los graves riesgos que entrañan. Incluso hemos tomado conciencia respecto del daño que los estruendos provocan no solo en animales domésticos, sino también en seres humanos, como bebés, adultos mayores y personas con trastornos del espectro autista.
El gobierno nacional firmó antes de fin de año un decreto que prohibía "la adquisición y el uso por parte del sector público nacional de artículos y de artificios de pirotecnia, de estruendo o sonoros en los eventos y/o actos que organice". Más de un centenar de municipios de todo el país han prohibido el uso de elementos pirotécnicos sonoros; entre ellos, las capitales de Tucumán, Santa Fe y Salta y la ciudad de Comodoro Rivadavia. En la provincia de Buenos Aires, unos 25 municipios, como el marplatense, también los han prohibido, en tanto que en Pinamar su utilización se limitó a una zona específica, alejada de bosques.
Sin embargo, la Corte Suprema bonaerense ordenó suspender una ordenanza de 2017 que prohibía la pirotecnia en el Partido de la Costa, como resultado de una demanda de la Cámara Argentina de Empresas de Fuegos Artificiales (Caefa), que lanzó una campaña con la consigna "Elegí pirotecnia con más luces y menos ruidos". El argumento esgrimido fue que una resolución municipal no puede prohibir un producto de venta libre a nivel nacional. Situaciones similares se dieron en la provincia de San Juan y en varios municipios bonaerenses, como Quilmes, Magdalena, Miramar, Chascomús, Las Flores y Florencio Varela, en los que las detonaciones seguirán estando a la orden del día para estas épocas mientras en la Justicia se dirimen administrativamente cuestiones que casi nadie discute, mucho más cuando el uso y la irresponsable falta de control de los mayores involucra a menores de edad. Precisamente son los niños de 10 a 15 años los más afectados: rondan el 50% de las víctimas de la pirotecnia.
Es cierto también que las prohibiciones conducen a una proliferación del mercado clandestino de venta de productos ilegales, algo que debe ser denunciado al 0800-666-4378, de la Agencia Nacional de Materiales Controlados (Anmac).
Petardos, fósforos, baterías, volcanes, morteros, bombas, foguetas, tortas y cañas voladoras son solo algunos de los productos cuyos estruendos afectan la hipersensibilidad de quienes sufren trastornos del espectro autista, unas 500.000 personas, o de los niños, cuyo sistema auditivo es más vulnerable. El trauma acústico por pirotecnia es una dolencia habitual para muchos, con la persistencia de zumbidos o silbidos posteriores que afectan la calidad auditiva de la población.
La Asociación de Padres de Niños Autistas (Apadea), además de celebrar la reciente reglamentación de la llamada ley del autismo, sobre el abordaje integral e interdisciplinario de esta condición, persigue sanamente una mayor regulación que garantice que las empresas no causen daño. El festejo de algunos repercute como estrés, ansiedad, miedo o autolesiones en otros; un sufrimiento claramente evitable que demanda reglamentaciones razonables y compatibles con las normas vigentes. Insistir en prohibir los ruidos y estruendos de más de 84 decibeles, en sintonía con la tendencia mundial, y promover el uso responsable y en manos de profesionales de los fuegos artificiales parece ser la mejor alternativa, en virtud de que su uso particular parece imposible de controlar. Afortunadamente, las restricciones legislativas, sumadas a las campañas de concientización y a los efectos de la crisis económica, se han traducido en la práctica en una reducción del uso de la pirotecnia.