Pandemia y conectividad
QUITO.– El planeta es víctima del contagio más universal del que se tenga memoria. Es letal y obliga a grandes cambios y adaptaciones. Si una cantidad enorme de servicios ya se ofrecían en línea, el aumento fue exponencial durante el aislamiento. La ampliación de la demanda exige que la capacidad tecnológica crezca en la misma proporción, lo cual no siempre sucede.
Los teléfonos inteligentes son cada vez más numerosos, pero sus costos y servicios son altos. Las posibilidades de acceso son muy grandes para algunos sectores de la sociedad e inalcanzables para una mayoría. Además, la brecha digital entre el campo y la ciudad sigue siendo abismal y, por ahora, insalvable. Las consideraciones en cuanto a los servicios pueden hacerse también para el trabajo y la educación. En el ámbito educativo es donde se experimentan nuevos modos de interactuar. En tanto que el mundo laboral es un capítulo aparte y demanda un pulso diario para que las normativas no entren en desfase con la realidad.
El teletrabajo no es una solución en todos los ámbitos y las decisiones deben priorizar la salud de los empleados. Hay otro capítulo importante. Cuando empezó el confinamiento se facilitó la circulación de camiones que transportaban productos. Hoy se debe mantener la coordinación entre todos los organismos y autoridades. Debe asegurarse una conectividad total.