España ante el coronavirus
La llegada del coronavirus ha obligado a tomar decisiones con extrema urgencia y muchas veces sin poder contar con toda la información necesaria. Es evidente que se han cometido errores serios tanto a la hora de elaborar los informes científicos como en el momento de dictar políticas concretas. Tiempo habrá para reflexionar y aprender de los errores. La hipótesis de que vendrán otras crisis es muy plausible. Es obvio que no podemos tener un sistema sobredimensionado de forma permanente para atender un enorme flujo de pacientes agudos que requieren cuidados intensivos o ventilación mecánica, pero es esencial disponer de los instrumentos para adaptarse rápidamente a entornos cambiantes.
La pandemia ha revelado la importancia de la coordinación entre distintos territorios y niveles asistenciales, que en situaciones de emergencia no se limitan solo a los servicios públicos. Resulta imprescindible reforzar la capacidad de respuesta de la medicina comunitaria y de los servicios sociosanitarios, donde se concentra el perfil del paciente más frecuente y más vulnerable: personas de edad avanzada con múltiples patologías.
Tan importante como impulsar la medicina de vanguardia es asegurar una buena calidad de la medicina de base.
Los desafíos urgentes pasan por asegurar la suficiencia financiera del sistema y por introducir los cambios organizativos que faciliten una mayor eficiencia, agilidad y aprovechamiento de los recursos disponibles. No es viable resistir una presión asistencial creciente atendida con plantillas insuficientes.
Habrá también que ocuparse de cuestiones de estrategia sanitaria global: garantizar la fabricación y suministro de determinados utillajes sanitarios esenciales, por ejemplo. El lamentable episodio de las mascarillas no solo muestra la deslealtad de algunos actores políticos que pretenden sacar rédito de la situación, sino que hay bienes que no pueden abandonarse a la dinámica del mercado.
El País