Editorial I. Sexo por comida en el Central
La revelación de que en ese mercado hay niños que se prostituyen por alimentos exige una intervención urgente del Estado
El drama del abuso de menores, un flagelo que infortunadamente sigue creciendo en todo el mundo, se ha cobrado en la Argentina nuevas víctimas: según un informe, conocido en los últimos días del año pasado, en el Mercado Central, en el partido de La Matanza, más de 200 niños de ambos sexos, de entre 8 y 13 años, se prostituyen para conseguir alimentos para ellos y para sus familias.
La revelación fue hecha por funcionarios del Area de Promoción Infantil dependiente de la Municipalidad de La Matanza, que coordina acciones junto con un grupo de trabajadores sociales integrantes de la organización no gubernamental Tra.Sos, creada especialmente para prevenir la realidad de los menores prostituidos en ese lugar.
Como precisaron los profesionales intervinientes, a la complejidad y gravedad de la situación descripta se agrega, en este caso, el hecho de que ellos no puedan avanzar más en la protección de los menores porque los gremios amparan a los que cometen el abuso, al parecer porque no comprenden la necesidad -para la mayoría el tema es tabú- de llegar también hasta los consumidores para trabajar con ellos y brindarles terapias psicológicas.
Como ocurre siempre que se trata de temas de educación y de salud en nuestro país, los recursos con que se cuenta son muy escasos. La labor comenzó en 2002, a raíz de una denuncia presentada en el Juzgado de Menores N° 2 de La Matanza; en ese momento, eran 20 los profesionales que recorrían el mercado, mientras que en la actualidad son sólo cuatro, de manera que es muy difícil hacer un seguimiento personalizado de los menores para evitar que vendan su cuerpo por cajones de verduras o frutas.
De todas maneras, según lo manifestó la licenciada Sofía Kordecki, titular del organismo municipal, se ha logrado que los márgenes del predio sean cercados para de esa manera disminuir un poco el número de personas ajenas al mercado que ingresan en él, pero es poco, porque el mercado es "una ciudad" en sí mismo, adonde llegan niños de todas las edades, desde los nueve años, de prácticamente todo el conurbano bonaerense.
Como se mencionó al comienzo, la prostitución de niños y adolescentes es un flagelo que sigue creciendo en todo el mundo, como lo demuestran los informes anuales de Unicef, en los que consta que más de un millón de chicos son absorbidos por el comercio sexual, sobre todo los de los países en desarrollo. Por ello, se hace necesario extremar los esfuerzos para alertar a nuestra sociedad en el sentido de que este delito aberrante debe ser advertido y combatido sin tregua, todo el tiempo y por todos. De allí que sea tan preocupante lo señalado por los profesionales de La Matanza acerca de que todavía hay sectores que no quieren aceptar la gravedad de este hecho y hasta interfieren en la labor de los profesionales a cargo.
Se hace imprescindible, en primer lugar, que el Estado nacional organice intensas campañas en todos los niveles de la sociedad para que nadie alegue desconocer esta escandalosa realidad o aun la fomente. Estamos todavía a tiempo de rescatar a los niños abusados en el Mercado Central y evitar, también, que muchos otros sigan corriendo ese aciago destino.
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