Un monumento al descaro
Resulta lamentable y provocativo que el gobernador tucumano Manzur haya usado dineros públicos para pagar un meagaagasajo político-partidario
La imagen no pudo ser más elocuente: mientras en el Congreso Nacional se empezaba a debatir la ampliación de la emergencia alimentaria, el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, recibía al candidato a presidente de su sector político, Alberto Fernández, con una megarrecepción realizada en su provincia y financiada con dineros públicos.
La oposición tucumana denunció que en esa fiesta, desbordante de símbolos de un populismo que ha recargado fuerzas después de los resultados de las últimas PASO, se gastaron unos 20 millones de pesos. Y no solo eso, sino que se usó el avión sanitario provincial como taxi privado para trasladar desde Buenos Aires a dos dirigentes peronistas: la intendenta de La Matanza y candidata a vicegobernadora bonaerense por el Frente de Todos, Verónica Magario, y el diputado nacional Fernando Espinoza.
Por redes sociales se viralizaron numerosas imágenes de ese monumento al descaro que fue la fiesta peronista en Tucumán. Desde el mismo PJ relataron que durante el pantagruélico almuerzo dirigencial, en una provincia azotada por una pobreza creciente, se consumieron 2000 kilos de carne vacuna (vacío), 1000 kilos de embutidos, más de 10.000 empanadas y cantidades enormes de bebidas, ensaladas y postres.
Como si no bastase esa muestra de hipocresía extrema, desde el propio Poder Ejecutivo provincial confirmaron a LA NACIONla utilización del avión sanitario oficial para el traslado de los dirigentes bonaerenses. Según explicaron, la aeronave estaba en Buenos Aires por mantenimiento, por lo que Manzur ordenó que, a su regreso a Tucumán, llevara a Magario y a Espinoza, que no habían conseguido plazas en vuelos comerciales. Sin embargo, el diario local La Gaceta pudo saber, de parte de voceros de tránsito aéreo provincial, que el avión oficial volvió a despegar el mismo miércoles, a las 23.30, hacia el bonaerense aeropuerto de San Fernando, de donde volvió a Tucumán horas más tarde, ya sin pasajeros.
Y falta un dato más para terminar de componer este cuadro vergonzoso de dispendio de dineros públicos y de doble discurso: tras la fiesta tucumana, el candidato Fernández desalentaba la continuidad de las protestas de diversas organizaciones que montaron ollas populares y realizaron un acampe en el centro porteño en reclamo precisamente de ayuda social por la emergencia alimentaria que Manzur y sus invitados vieron pasar de lejos.
No es raro, entonces, comprender por qué Tucumán carece de una ley para regular el uso de las aeronaves oficiales de modo que no puedan ser utilizadas con fines políticos. Al gobernador no le conviene que ello ocurra. Tampoco cuenta Tucumán con una ley de acceso a la información pública que permita a los ciudadanos controlar los gastos del Estado. Nada que garantice transparencia de los actos de gobierno se encuentra en los primeros renglones de la agenda de Manzur. Tampoco en los últimos.
En este anecdotario de incongruencias y provocaciones hay que anotar lo sucedido un día después de la fiesta peronista tucumana. Apenas apagado el fuego de las parrillas que dieron de comer a dirigentes y militantes, la Legislatura unicameral provincial, copada por el peronismo, aprobó una resolución para que el gobierno nacional declarase la emergencia alimentaria y social en el país. En palabras del vicegobernador y presidente de la Cámara, Osvaldo Jaldo, se le dio así "prioridad" al tema para que los senadores y diputados de la Nación "breguen por la emergencia a nivel nacional, porque hoy más del 37% de los argentinos son pobres". Jaldo debería haberle aconsejado a Manzur sobre la inconveniencia de la bravata, del insulto que significó para todas las personas en situación de vulnerabilidad, y especialmente para los tucumanos, la fiesta para el candidato pagada con los dineros de la propia ciudadanía.
Es probable que algunos sectores populistas no vean mal que se hagan este tipo de mítines financiados con dineros públicos. Son los mismos que durante muchos años apañaron la apropiación de bienes del Estado en beneficio personal por parte de numerosos funcionarios. Son los que veían con buenos ojos o desviaban la mirada cuando se enfrentaban a actos como usar los aviones presidenciales para hacerse llevar paquetes, bolsas, muebles y diarios de Buenos Aires a la Patagonia.
El juez federal Claudio Bonadio procesó a la expresidenta y actual compañera de fórmula de Fernández, Cristina Kirchner, por haberse hecho llevar los diarios a su casa de Santa Cruz en un avión presidencial cuando ella se encontraba fuera de Buenos Aires. El delito tipificado para esta figura penal es el de peculado. Esa investigación es una de las causas desprendidas del expediente iniciado por los llamados cuadernos de las coimas.
La presencia en aquel acto del candidato del Frente de Todos no puede explicarse desde otro ángulo que no sea el de aquellos que prefieren seguir desviando la mirada.