Violaciones: la peor arma
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De la infinidad de implicancias que encierra un enfrentamiento bélico, algunas son más visibles. Trágicas pérdidas de vidas, falta de alimentos, medicamentos e insumos, cientos de miles de familias destruidas y separadas, y migraciones son apenas algunas de las muchas calamidades asociadas. La ONU alerta también sobre el aumento de denuncias por violencia sexual durante el conflicto, una peligrosa arma en poder de los invasores rusos. Sin embargo, no es nueva. En tiempos recientes, la guerra en los Balcanes reportó 50.000 víctimas y el conflicto en Ruanda, unas 250.000. En este caso, se habla de que no se trata ya solo de iniciativas individuales, sino de auténticas herramientas del arsenal de Putin, ya utilizadas en Chechenia y en la Segunda Guerra Mundial, con el fin de elevar la moral de la tropa propia y minar la del enemigo. Las violaciones en grupo, al servicio de aumentar la cohesión grupal de los invasores atentan contra una comunidad y la humillan.
El presidente Volodímir Zelenski habló de soldados rusos responsables de “centenares de casos de violación”, cometidos también contra “chicas menores y niños pequeños”. Muchas de las víctimas viven sumidas en el terror, amenazadas por sus agresores, quienes permanecen cercanos en los territorios ocupados.
Los patrones culturales cargan de culpa a las víctimas con estereotipos fuertemente instalados que asocian las sospechas de provocación al agresor, condenando a muchas a un traumático silencio. Los kits antiviolación distribuidos por varias ONG incluyen desde pastillas abortivas hasta fármacos para limitar las enfermedades de transmisión sexual.
Si bien ha habido avances en el tratamiento de estas cuestiones, lamentablemente los interrogatorios y los exámenes físicos son a menudo difíciles y alejados de las recomendaciones en la materia. Los observadores entienden que, en estos casos, el inicio de una investigación criminal demanda más información que emocionalidad, por lo que se considera conveniente dejar pasar al menos seis meses. Lo que de ninguna manera puede demorarse es el apoyo y la contención que demanda haber transitado tan terribles situaciones.
“Supervivientes” es el calificativo que ha comenzado a utilizarse para nombrar a mujeres, niños y hombres que, habiendo sido vejadas, salvaron sus vidas, pero deben continuar con ellas luego de tan tremendas experiencias, como documentan Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Naciones Unidas y ONG locales.
Las investigaciones sobre crímenes de guerra perpetrados por las fuerzas rusas se multiplican mientras el Kremlin niega las acusaciones. Las protestas se reproducen en el mundo para dar voz a los miles de víctimas de un tan temible como desquiciado invasor.
LA NACION