En su informe anual sobre desastres mundiales, la Cruz Roja Internacional indica que muchas vidas pudieron haberse salvado en el mundo entero si los sistemas de alerta hubieran sido más eficientes.
Si un huracán está en camino, la población local necesita más que advertencias sobre el peligro que les esperan: necesita saber a dónde ir para estar seguros y cómo llegar, o si la escasez de alimentos puede ser pronosticada con antelación.
En el 2004, indica la organización, cerca de 250.000 personas murieron por desastres naturales, la cifra más alta en casi 30 años.
¿Qué ocurrió en este año en América latina y el Caribe?, BBC Mundo conversó sobre el temas con el ecuatoriano Javier Castellanos, experto en prevención de desastres de la Cruz Roja en Ginebra.
Ustedes tratan sobre todo el tema de los huracanes en El Caribe, y un tema que llama la atención es que en al isla de La Española, donde están República Dominicana y Haití, la situación es completamente diferente. Por el huracán Jeanne, en Haití murieron cien veces más personas que en el país vecino. ¿Por qué?
A pesar de que es una misma isla, la realidad política, económica y social, así como el nivel tecnológico, es absolutamente diferente.
Cuando el Huracán Jeanne afectó a República Dominicana lo hizo en una parte turística, donde la infraestructura es mucho mejor.
Pero hay algo adicionalmente importante: frente al peligro de la tormenta, en República Dominicana hubo una gran movilización de información pública de parte de los medios, de las autoridades y de las organizaciones que llegaron a las comunidades para ayudar en la evacuación.
En el caso de Haití eso no se dio, porque las condiciones estuvieron limitadas. La oficina de meteorología, si bien tenía acceso a la información sobre Jeanne, no logró alertar a las personas expuestas al riesgo. Eso marcó la diferencia entre el número de muertos y heridos.
¿Contribuyó a eso la crisis política por la que atravesaba Haití?
No sólo la crisis política. Es la combinación de varios elementos que hacen de Haití un país absolutamente venerable a los desastres. Por ejemplo: la cantidad de árboles que han sido cortados y el nivel de deforestación tan alto.
Ustedes destacan el ejemplo de Cuba y cómo enfrentó dos huracanes, evacuando decenas de miles de personas. ¿Qué hace Cuba de particular?
Cuba enfrentó al huracán Charlie que afectó a más de 70 mil personas, 224 mil evacuados y provocó cuatro muertos. Y el huracán Iván, con el que se evacuó a cerca de medio millón de personas y no hubo muertos.
Allí hay una decisión política de cero riesgos en lo que se refiere a la vida de las personas. Esa decisión política, que es fundamental, favorece un mecanismo de alerta temprana que permite definir si es el momento de evacuar o no.
En Cuba, generalmente dos o tres días antes del impacto del huracán, la gente ya ha evacuado. De esa manera se reduce el número de muertos y afectados.
Claro, el nivel de afectación en la infraestructura es significativamente alto en Cuba. Y eso es parte del reto del "post-desastre". Porque si ese tipo de información no se conoce, es mucho más difícil ayudar y contribuir al trabajo que se está haciendo en la fase de reconstrucción.
En el informe ustedes dicen que el año pasado el número de muertes por desastres naturales se triplicó por el tsunami. ¿Cómo es esa relación de cifras con América latina? ¿Y ha cambiado la actitud gobiernos?
Cada año tiene su particularidad. Si hacemos un análisis histórico, en América latina el año más alto de afectación se dio en 1999, seguido de 1998 con Mitch.
En 2004 definitivamente se triplicó el número de muertos en comparación con 2003. Lo que ocurre es que, en las Américas, los eventos de gran, mediana y pequeña magnitud son constantes.
Entonces por un lado aumenta eso, pero también debemos reconocer que cada vez hay mayor conciencia en los gobiernos en materia de reducción del riesgo. Mayor enfoque en los gobiernos locales, lo cual es bueno, pues hacia allá deben ir los esfuerzos.
Hoy en día se habla de las "plataformas nacionales de la revisión del riesgo", que integra el papel de los gobiernos locales, de las organizaciones internacionales y de la sociedad civil.
En el caso de América latina hay varios desastres silenciosos que son permanentes y van creciendo de acuerdo con la época, como son las sequías. No logran captar las atención de los medios de comunicación y de las organizaciones donantes, y sin embargo se constituyen en desastres silenciosos que constantemente están mermando las capacidad de las comunidades de salir de la pobreza.
En sequía en el 2004 los países mayormente afectados fueron Honduras y Cuba.