Ante el peligro de un nuevo ciclo perverso
PARIS.- El virtual default de Dubai es la etapa final de la burbuja inmobiliaria que estalló hace dos años en Florida, o el comienzo de un nuevo ciclo perverso de la crisis?
Esa incógnita taladra desde hace 48 horas el cerebro de los grandes inversores y provocó el derrumbe de las principales bolsas occidentales, que vivían un período de euforia desde el segundo trimestre del año.
Como Florida, ese minúsculo emirato de 3885 km2 fue concebido por la familia Al-Maktoum como un polo financiero regional, capaz de ocupar el lugar que tenía Beirut hasta 1975, y un centro turístico -lujoso y tolerante- para atraer a los potentados de una vasta región que se despliega desde Egipto hasta el subcontinente indio.
Como un milagro surgido de la lámpara de Aladino, en pocos años surgieron islas artificiales en forma de palmera -construidas en tiempo récord frente a las costas del emirato-, el rascacielos más alto del mundo y otras extravagantes torres de oficinas y departamentos de lujo que esperaban la llegada de clientes potenciales, suntuosos hoteles y gigantescos shopping centers que albergan joyerías, firmas de alta costura, boutiques de las marcas más cotizadas del mundo y showrooms de Rolls Royce, Bentley, Ferrari y Lamborghini.
En menos de 20 años, el país pasó sin transición de la Edad Media al siglo XXI. A pesar de su aspecto extravagante, el proyecto tenía cierta lógica porque las finanzas, el turismo y, accesoriamente, el juego eran la única alternativa que tenían esos 1,6 millones de beduinos para forjarse un futuro en un país que prácticamente carece de recursos naturales.
Poco petróleo
A diferencia de Abu Dhabi, su opulento vecino, Dubai sólo produce unas gotas de petróleo: 140.000 barriles diarios (el 2% de lo que extrae Arabia Saudita).
Sólo el 6% de su PBI proviene de los hidrocarburos, mientras que el resto de los ingresos corresponden a actividades de exportación e importación, producción industrial, comercio de sus zonas francas, turismo, finanzas y, desde 2002, al pujante sector de la construcción.
En poco tiempo, el emirato se convirtió en una suerte de Mónaco del desierto. Impulsado por el jeque Mohammed ben Rachid al-Maktoum, que posee uno de los studs más importantes del planeta, Dubai organiza desde hace años el gran premio de turf mejor dotado del mundo. También es sede de un torneo de tenis que premia con dos millones de dólares al ganador.
La única falla de ese proyecto es que, como ocurrió en Florida a partir de 2007, la burbuja se desinfló progresivamente como consecuencia de la crisis mundial, y colocó al borde del abismo al conglomerado Dubai World y su filial Nakheel, principal promotora inmobiliaria del emirato.
El pánico que existe desde hace 48 horas en las plazas financieras internacionales, de Tokio a Nueva York se explica por la importancia de los capitales invertidos en Dubai World con los ojos cerrados.
Ese holding se había convertido en el brazo armado de las finanzas del emirato: en 2006, su filial Dubai Ports World (DP World) pagó 3900 millones de dólares por la empresa británica P&O, que en ese momento era el cuarto operador portuario del mundo y administraba 12 terminales marítimas norteamericanas. Invocando razones de seguridad, la Casa Blanca vetó la operación y obligó a DP World a vender sus actividades portuarias en Estados Unidos.
A Dubai World también le quedaron atrapados los dedos en la trampa inmobiliaria norteamericana, donde había invertido sumas colosales.
Con más de 5000 empleados a través del mundo y un ingreso neto de 200 millones de dólares en 2008, Dubai World es un verdadero Estado dentro del emirato.
Deuda colosal
Pero ahora que soplan vientos adversos, su peso es capaz de arrastrarlo al fondo del abismo. Su deuda, estimada en 59.000 millones de dólares, equivale a 70% del endeudamiento global de Dubai (entre 80.000 y 90.000 millones de dólares).
Además de la reestructuración de la deuda que acaba de pedir a sus acreedores, Dubai espera el apoyo de Abu Dhabi.
El riesgo reside en que, a cambio de esa ayuda, su vecino exija el aumento de su participación en las dos últimas joyas de la corona de la familia Al-Maktoum: Dubai Ports y Emirates Airlines, considerada la empresa de aviación más lujosa del mundo.