Antes aliados por Siria, Rusia e Irán ahora se disputan influencia en la región
Ambos países pujan por la adjudicación de millonarios contratos para la extracción de petróleo, minería de fosfatos y construcción de puertos
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BEIRUT.- Los combates se van apagando en toda Siria, y en ese contexto, los dos mayores puntales del presidente Bashar al-Assad durante el conflicto, Irán y Rusia, empiezan a competir por su futura influencia y se disputan los despojos de la guerra.
Ambos países impulsaron la enseñanza del farsi y el ruso, sus respectivos idiomas, en las escuelas de Siria, los dos firmaron contratos para la construcción de molinos de harina en medio de una grave escasez de pan, y se aseguraron la construcción de plantas de energía.
Irán y Rusia también están pujando la adjudicación de millonarios contratos para la extracción de petróleo, minería de fosfatos y construcción de puertos, según Jihad Yazigi, director de Syria Report, un importante boletín del mundo empresario en Siria. “Ambos apuntan a los mismos sectores, aunque con distinto éxito”, dice Yazigi.
En esos sectores en disputa, siempre predominaron los rusos, como los cinco contratos petroleros que consiguieron entre 2013 y 2020, aunque el año pasado Irán logró firmar su primer contrato de extracción de crudo en territorio sirio. En 2019, Siria anunció que planeaba darle en concesión a Rusia el puerto de Tartus, y entregarle a Irán la terminal de contenedores del puerto de Latakia, pero este último contrato finalmente se cayó.
Al principio, Siria también le había prometido a Irán un contrato para la minería de fosfatos, pero después cambió de rumbo y en 2018 premió a una empresa rusa, que recibirá el 70% de los ingresos por extracción de fosfatos durante los próximos 50 años, señala Yazigi.
“Los iraníes sienten que no les ha tocado su justa parte de los activos sirios por su participación relativa en el conflicto, no solo el compromiso militar, sino también económico”, dice Yazigi. “Los iraníes aportaron mucho más dinero, pero los que se están llevando la mayor parte del beneficio económico de la reconstrucción son los rusos.”
Ya en 2018, el mayor general Yahya Rahim Safavi, máximo colaborador militar del supremo líder iraní, el ayatollah Ali Khamenei, reclamó que Irán fuese compensado por su apoyo a Siria con contratos de petróleo, gas y fosfato. “Irán también podría cerrar acuerdos políticos y económicos a largo plazo con el gobierno de Siria como repago de los costos que afrontó”, dijo entonces Safavi.
Irán empezó a brindarle apoyo militar a Al-Assad ya en 2012, cuando los combatientes rebeldes empezaban a ganar terreno frente a las fuerzas del gobierno. El régimen de los ayatollahs despachó tropas de sus Fuerzas Quds, un cuerpo de elite de la Guardia Revolucionaria, y financió el despliegue de miles de milicianos desde Irak y el Líbano y miles de combatientes del Islam chiita en Afganistán. Para reforzar las enflaquecidas arcas de al-Assad, Irán también extendió le extendió tres líneas de crédito por al menos 5600 millones de dólares, según Syria Report.
Aunque Rusia se involucró más tarde en la guerra, su intervención de 2015 resultó crucial para torcer el destino del conflicto en un momento en que al-Assad estaba contra las cuerdas. Los aviones de combate rusos fueron la cobertura aérea perfecta para el ejército sirio y sus aliados y bombardearon sin descanso los barrios controlados por los rebeldes, obligándolos a retroceder. A medida que avanzaba la guerra y recrudecían las sanciones internacionales, Siria también recurrió a Rusia en busca de inversiones.
Diez años después del comienzo de la insurgencia contra al-Assad, las fuerzas del gobierno han reafirmado su control de la mayor parte del país, y los rebeldes quedaron relegados al enclave sitiado de Idlib, en el noroeste de Siria. Pero la devastación es generalizada y la economía va en caída libre.
Históricamente, Siria siempre tuvo lazos económicos más fuertes con Rusia que con Irán. Pero Teherán logrado alzarse con parte del mercado sirio. La electrónica y los medicamentos, por ejemplo, se importan cada vez más desde Irán. Cuando los sirios llaman a una farmacia de Damasco para preguntar sobre la disponibilidad de algún remedio, es frecuente que les respondan que “también existe una alternativa iraní”.
La desafiante postura antioccidental de Irán también tiene llegada entre los sirios. En marzo, los iraníes inauguraron un complejo de entretenimientos en Damasco, y dos centros culturales donde se llevan a cabo diversos eventos, como una reciente exposición fotográfica para conmemorar el aniversario de la muerte del general Qasem Soleimani, el comandante iraní asesinado el año pasado por Estados Unidos.
Los medios iraníes también informaron que Irán está construyendo un centro comercial de 12 pisos en el corazón de la capital, donde se instalarán las sedes de 24 empresas iraníes.
Pero Rusia se impuso en las escuelas: logró que el ruso se incluyera como alternativa al francés como segundo idioma en la enseñanza pública. La primera tanda de exámenes de ruso en las escuelas secundarias de Siria se llevó a cabo el año pasado.
Irán sigue presionando para que también se ofrezca oficialmente la alternativa del farsi. El año pasado, cuando Irán firmó un acuerdo en el que se comprometía a colaborar con la construcción de escuelas en Siria, el ministro de educación iraní, Mohsen Haji-Mirzaei, destacó la “importancia de introducir el idioma farsi en el sistema educativo sirio”, según informaron los medios estatales sirios. Irán ya introdujo cursos de farsi en algunas de las escuelas que ayudó a arreglar o construir.
La crisis del pan
Tanto Irán como Rusia invirtieron en la construcción de molinos harineros en toda Siria. La primera de las cinco plantas construidas en virtud de un contrato con Irán y financiadas por una línea de crédito iraní está abierta y funcionando desde hace dos años, según informó la agencia de noticias estatal siria.
Por su parte, una empresa rusa anunció en 2017 que había ganado un contrato de casi 84 millones de dólares para la construcción de cuatro molinos en la provincia de Homs, en Siria central. Rusia también se beneficia de las exportaciones directas de trigo a Siria, que entre 2017 y 2019 totalizaron más de un millón de toneladas anuales, según funcionarios rusos y sirios citados por varias agencias de noticias.
En Siria, la escasez de trigo es permanente desde que los molinos fueron destruidos durante los combates y los campos de trigo quedaron arruinados por la sequía o incendiados por la política de tierra arrasada de Estado Islámico en su retirada.
La crisis del pan refleja en gran parte la agitación económica más amplia que vive el país, cuya moneda se ha desplomado. Según Naciones Unidas, después de una década de guerra con pérdidas económicas estimadas en casi medio billón de dólares, más de 13 millones de sirios requieren actualmente de ayuda humanitaria.
La competencia ruso-iraní por los despojos también se ha extendido en ocasiones al ámbito diplomático. En diciembre, el flamante ministro de Relaciones Exteriores sirio, Faisal Mekdad, eligió Irán como primer destino internacional en su nuevo cargo. La vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, Maria Zakharova, criticó a quienes “leen entre líneas” en busca de tensiones entre Rusia e Irán. Agregó que Mekdad tenía intenciones de visitar Rusia, pero que la visita debió posponerse debido a la apretada agenda del ministro de Relaciones Exteriores del Kremlin.
Rusia quiere ayudar a Siria a reconstruir puentes con el resto del mundo árabe, que en su mayoría mira a Irán con recelo. Moscú también respalda al comité constitucional facilitado por la ONU para reescribir la constitución siria, y el Kremlin viene presionando para que se celebren elecciones presidenciales y parlamentarias desde 2015, apenas un año después de las ya celebradas y seis años antes de lo exigido por la Constitución.
Los intereses estratégicos de Irán parecen centrados en controlar el corredor terrestre que se extiende desde la frontera oriental de Siria con Irak hasta el Mediterráneo. Ese corredor le permitiría a Irán abastecer mucho más fácilmente de armas y otro equipamiento a su aliado Hezbollah en el Líbano.
“Lo que quiere Irán no es solo un tema de dinero”, dice Omar Abu Layla, jefe de una red de monitoreo llamada Deir Ezzor 24. “Es un tema de geografía”.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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