Aprobaron el juicio político a Clinton
La iniciativa, aceptada por la comisión, debe ser tratada ahora por la Cámara.
WASHINGTON.- El Congreso norteamericano aprobó ayer, por tercera vez en la historia, un proceso de juicio político contra un presidente.
Curiosamente, la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes votó en favor del impeachment (juicio político) al convalidar el primero de cuatro cargos, poco después de que Clinton pidió de nuevo disculpas en público por las consecuencias de su affaire con Monica Lewinsky y aceptó, de hecho, ser censurado (no destituido) por ello.
"Estoy profundamente arrepentido de todo lo que he hecho mal -se excusó Clinton desde el jardín de las rosas, en la Casa Blanca-. Si hubiera sabido antes, habría hecho todo lo que hubiera estado a mi alcance para deshacer lo que he hecho." Su aparición por televisión, en vísperas del viaje que emprenderá hoy a Medio Oriente, estuvo entre bambalinas desde temprano, con la difusión de extractos del borrador del discurso.
La moción de censura, una reprimenda menos severa que el impeachment, era el objetivo de los 16 representantes demócratas que forman parte de la comisión, pero el voto de la mayoría -representada por 21 republicanos- fue en favor del juicio político, y pesó más.
El dictamen deberá ser evaluado ahora por los 435 miembros de la Cámara, convocados para el jueves próximo por su presidente, el republicano Newt Gingrich, que anticipó ya que el mes próximo renunciará a su cargo y a su banca por el magro resultado de las últimas elecciones de medio término.
Con cara de circunstancia, Clinton dijo: "Entiendo las consecuencias y estoy dispuesto a aceptarlas". No hablaba del juicio político, sino de la censura. Apenas unos minutos después, la comisión aprobó el primer cargo, el perjurio, por haber mentido bajo juramento. Ergo: convalidó el juicio político. Hoy continuará con la votación.
Entre el tirón de orejas, una mera reprimenda o las 24 amonestaciones, con la posibilidad inminente de expulsión, se debatía ayer la comisión, en la que conducta de Clinton era medida con vara rasa. Todo, por el affaire con Lewinsky, pero, más importante que eso, por la mentira bajo juramento que, ya sea el presidente o un ciudadano, siempre representa una falta grave.
En su discurso de apertura en la comisión, su presidente, el republicano Henry Hyde, dejó entrever que ese punto, precisamente, era el quid de la cuestión. Sus pares ya habían concluido que existían cuatro cargos contra Clinton: perjurio, obstrucción de la Justicia, manipulación de testigos y abuso del poder. Todos ellos debían derivar en el juicio político.
Los demócratas, a su vez, habían propuesto una moción de censura en la que admitían que Clinton formuló declaraciones falsas, que actuó en forma equivocada con tal de demorar el surgimiento de la verdad, que nadie está por encima de la ley y que, en definitiva, estaba sujeto a castigos penales y civiles por su conducta. No funcionó.
Promesas rotas
Clinton afirmó en su mensaje: "El dolor que podría provocar la condena del Congreso palidecería en comparación con las consecuencias del dolor que yo he causado a mi familia. Las públicas consecuencias de mis acciones están en manos del pueblo norteamericano y de sus representantes en el Congreso".
No logró conmover a los congresistas. La conducta de Clinton, según Hyde, rebaja la importancia del juramento, rompe la promesa de decir la verdad y subvierte el sistema de gobierno norteamericano. Pero ello, para la representante demócrata Sheila Jackson-Lee, no ameritaba el juicio político: "Sería justo y punitivo que se le aplicara una censura por su actitud prepotente", indicó.
Voces de todo tenor sonaban en la comisión. El representante republicano Bob Barr cargaba tintas contra su conducta y su arrogancia, y otros, como Mary Bono, no veían otra salida que no fuera su remoción del cargo. "Le pido (a Clinton), por el bien de la nación, que renuncie y que le evite a nuestro país un proceso de destitución", dijo.
Sólo dos veces llegó el Congreso a esta instancia: con Richard Nixon, en 1974, y con Andrew Johnson, en 1868. Uno renunció en cuanto el asunto pasó de la comisión a la Cámara (el punto en el que está ahora Clinton) y el otro fue despedido por mayoría simple en el Senado. Temiendo que la historia se repitiera, Gingrich envió cartas a los 435 miembros para que estén la semana próxima en Washington.
La gran oportunidad de Clinton está en el Senado, donde los republicanos, con algunos pesos pesados que ya expresaron su rechazo al juicio político, difícilmente reúnan los dos tercios necesarios para destituirlo.
En la comisión, dominada por los republicanos, se suponía que sería aprobado el juicio político, razón por la que los emisarios de la Casa Blanca comenzaron a moverse ayer en los pasillos del Congreso, en busca de los representantes moderados, de un partido y del otro, que no quieren que Clinton termine antes su mandato.
"Lo que está en juego aquí es la verdad y el imperio de la ley -subrayó el republicano James Sensenbrenner-. Voto por el juicio político sin alegría, pero sin remordimientos." Lo imitó su par y correligionario Elton Gallegly: "No he escuchado más que sutilezas legales, lamentablemente". Y continuó otro de ellos, Steve Chabot: "El juicio político es el único remedio capaz de enderezar las acciones ilegales y antiéticas de este presidente".
Solemne condena
La réplica del demócrata Barney Frank estuvo acorde con la idea de la gente de Clinton de bajarle el tono al asunto: "Todo lo que tenemos, al cabo de la investigación del fiscal (Kenneth) Starr, es una acusación de que mantuvo una relación sexual privada y consentida, y de que mintió sobre ella. Para muchos, eso no es suficiente para justificar un juicio político". Y recomendó, textuales palabras, un solemne voto de condena (censura).
"No toda mentira significa perjurio -quiso atajarse el demócrata John Conyers, líder de la minoría en la comisión-. El perjurio puede derivar en un juicio político o no." En esa discusión se habían trenzado anteayer los consejeros legales de cada parte, Abbe Lowell (demócrata) y David Schippers (republicano), procurando discernir entre los alcances de la censura, defendida por unos, y el juicio político, impulsado por los otros.
William Delahunt, demócrata, comparó la decisión de la comisión con la sociedad que describe George Orwell en la novela "1984": el acusado, sin saber de qué es acusado, se presume culpable a menos que pueda demostrar su inocencia. "Es el equivalente político de la pena de muerte", redondeó. Y corroboró su par Robert Wexler: "Es como acusar a alguien de asesinato y no decirle a quién mató". E intervino otro demócrata, Melvin Watt: "Si se va a usar la palabra perjurio, es necesario que se especifiquen los cargos".
Juego político
Tan seguros estaban los republicanos de que la comisión se inclinaría por el juicio político que el republicano Charles Schumer dijo: "La gente se despertará el domingo y sabrá que hemos pasado los artículos del impeachment del presidente. Pienso que está esperando de nosotros que terminemos de jugar este juego político de gallinas".
En medio del debate, Hyde señaló que todas las pruebas presentadas por Starr y los informes del asesor republicano Schippers serán enviados al Senado si la Cámara aprueba el juicio político. Esto despertó las iras demócratas: "Antes de debatir estos cargos, alguien debe delinear las declaraciones que se refieren al perjurio", dijo el representante Charles Schumer.
El argumento del ala dura de los republicanos, que hoy continuarán con la votación de otros cargos, es brindar un ejemplo a los chicos sobre el castigo por mal comportamiento, asociando la infidelidad con la deslealtad al cargo para el cual fue elegido, y por las mentiras bajo juramento.
Los próximos pasos
- La resolución de la comisión judicial será sometida a votación el jueves ante el pleno de la Cámara de Representantes (de 435 miembros), ya convocada por su presidente, el republicano Newt Gingrich.
- La resolución puede ser aprobada por mayoría simple en la Cámara de Representantes. En ese caso, pasará de inmediato al Senado.
- La gran oportunidad de Clinton radica precisamente en el Senado, donde se inicia el juicio político. En la Cámara alta, los republicanos, entre ellos varios de gran influencia, ya expresaron su rechazo al juicio político y difícilmente se reúnan los dos tercios necesarios para destituirlo.
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