Aprobaron otro cargo contra Clinton
WASHINGTON.- La súbita aparición pública de Bill Clinton en los jardines de la Casa Blanca, pidiendo disculpas por enésima vez desde que decidió confesar su versión de la relación que mantuvo con Monica Lewinsky, no torció el brazo de los republicanos de la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes: ayer, sábado, día inusual, quedó consumada la recomendación del juicio político (impeachment) que evaluarán el jueves los 435 miembros del cuerpo. La comisión también encontró a Clinton culpable de "abuso de poder".
Fue una salida forzada de Clinton, casi un manotazo de ahogado.
Seis de cada 10 norteamericanos no quieren que los congresistas republicanos, criticados por el manejo del asunto, terminen expulsando o provocando la renuncia de Clinton, uno de los presidentes mejor vistos de la historia. Pero la mayoría duda ante la posibilidad de que estos mismos congresistas sienten un precedente que modificaría la relación entre los poderes en el futuro.
El dilema es tal que unos y otros, sobre todo los moderados, admiten que nadie gana y, al final, no hay nadie que pueda ser el bueno de la película. Clinton hizo mal, Lewinsky habló de más, el fiscal Kenneth Starr centró su investigación en la relación entre ambos para hallar la verdad dentro de la mentira, Henry Hyde (presidente de la comisión) zigzagueó entre la guerra y la paz, y Newt Gingrich (presidente de la Cámara) resurgió de sus cenizas después de haber caído en la trampa de creer que el escándalo iba a beneficiar a los republicanos en las elecciones.
Respuesta política
Clinton viajó ayer temprano a Medio Oriente, porción del mundo en conflicto de la que, curiosamente, siempre se valió para demostrar en casa que continúa ejerciendo su cargo a pesar de todo. Pero ya no serán Yasser Arafat y Benjamin Netanyahu quienes, con apretones de mano, tercien en la disputa doméstica. De ahí, su renovado pedido de disculpas del viernes. Una salida política frente una crisis política que no convenció a los políticos.
Perjurio, obstrucción de las investigaciones, manipulación de testigos y abuso de poder son los cargos que, en caso de que pese la mayoría de representantes republicanos, como sucedió en la comisión (21 a 16), pasarán al Senado, ámbito que, cual juez, podría resolver la destitución con los dos tercios de sus miembros.
En la comisión, sólo un republicano, Lindsey Graham, se apartó de la línea de su partido, votando en forma negativa por una de las acusaciones. "Le concedo el beneficio legal de la duda", se excusó. Era por la confusa definición de relaciones sexuales en el caso del sexo oral, cosa que demuestra también el grado de las discusiones.
A Clinton lo acusan lisa y llanamente de mentir bajo juramento, falta en la cual está envuelta su relación con Lewinsky, aunque no sea determinante. Eso, de hecho, pertenece a la vida privada.
En su discurso, Clinton dijo que aceptaba que las consecuencias públicas de sus actos estuvieran en manos de la gente y de sus representantes, y que estaba dispuesto a acatar una reprimenda y una censura. Fina sutileza: reprimenda y censura eran lo que buscaban los demócratas, pero se impuso, en la votación, la decisión de los republicanos de someterlo a un juicio político. Ergo: evaluar si puede seguir en el cargo.
Unos deciden, otros miran
La decisión es, hasta ahora, de absoluto tono político, con un partido que decide, el republicano, y otro que, a tono con la defensa de Clinton, no puede contra las propias contradicciones del escándalo. La mayoría de los argumentos apunta contra Starr, pero no alcanza a rebatir las evidencias presentadas por él.
Todo puede cambiar en la Cámara, ya que así como hay republicanos duros también los hay moderados, y así como hay demócratas desencantados con Clinton, o en las antípodas de él, también los hay fieles. Ahora, en medio de tanto ajetreo, le tocará a él, justamente, desde donde se encuentre, levantar el teléfono y sumar aliados a su causa.
En este marco, la Casa (House), como se llama usualmente a la Cámara de Representantes, es algo así como un fiscal: acusa. El Senado, si el caso llega a esa instancia, juzga. En el medio, Clinton también puede tomar la decisión de quedarse o, como Nixon, de irse. En el proceso se usa el modelo Watergate, pero las circunstancias son diferentes, como los tiempos, como los protagonistas.
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