Atrapados por el frenesí de las compras
MIAMI.- No hay como el asomo de la temporada de las fiestas de fin de año para verificar, una vez más, hasta qué punto el motor fundamental que mueve los engranajes de esta nación es la pasión de compra.
El comportamiento del consumidor norteamericano en el lapso que media entre el Día de Acción de Gracias y la Navidad no solo constituye entre el 25 y el 40 por ciento del total de las ventas anuales del comercio minorista, sino que determina el curso que la economía nacional (y con ella, el ánimo general) tomará en el año que se inicia.
Los analistas miden cada signo de lo que sucede en este período como si se tratase de sensores de misiles atómicos. Una buena temporada de compras puede derramar una bonanza incalculable sobre todos los sectores; una mala puede traer recesión, despidos y bancarrotas.
No es asombroso, pues, que en un año marcado por la inestabilidad económica y la perspectiva de una guerra, los pronósticos acerca de cómo reaccionarán los consumidores en esta temporada se parecen a los que circulan en los alrededores de un hipódromo. Ninguna tienda desea acumular más de lo que puede vender y nadie quiere descubrir demasiado tarde que se ha quedado corto en los cálculos.
Más aún, este año viene con una desventaja adicional, que ha añadido nerviosismo a los comerciantes: el período entre el Día de Acción de Gracias y Navidad es seis días más corto que lo habitual, porque el Día de Acción de Gracias cayó este año en el último jueves del mes.
Muchos exaltan esta fecha, una festividad laica que conmemora la primera cena que los colonos ingleses llegados al Nuevo Mundo compartieron con los indios, como la única de las grandes celebraciones norteamericanas no vinculada con el consumo. Pero es preciso hacer algunas salvedades: los productores de pavos, los supermercados, las compañías aéreas y de transporte terrestre y los expendedores de nafta dependen considerablemente de lo que sucede en este día, considerado el de mayor tráfico interno del año.
Y por si esto fuera poco, el día siguiente al de Acción de Gracias (esto es, el día de ayer) es conocido como el "Viernes Negro", porque es la fecha de mayor venta minorista del todo el calendario. (El calificativo de "negro", que suele tener connotaciones negativas, se usa en este caso con el significado que tiene en las contabilidades).
Extraordinarias ofertas
Cuando el futuro se perfila impreciso, las grandes tiendas reaccionan prometiendo extraordinarias ofertas a los madrugadores. Esto hace que desde las primeras horas del viernes comiencen a formarse largas colas ante las puertas de tiendas como Target, Kmart, Macy´s o Mervy´s, con la esperanza de asegurarse algunas de estas gangas.
Ayer, algunas tiendas abrieron a las 6 de la mañana y otras a las 5 (lo habitual es hacerlo a las 7) ofreciendo descuentos de hasta el 70% a los tempraneros (generalmente, los primeros 300).
Marvy´s, por ejemplo, entregó vales de compra entre 5 y 100 dólares (dependía del azar) a los primeros 350 clientes. Target ofrecía hornos de microondas a menos de 50 dólares e impresoras color a menos de 20 a los primeros en llegar. Y Banana Republic habilitó una flota de jeeps para llevar de regreso a sus domicilios a aquellos clientes que hicieran compras por más de 100 dólares.
Con todo, existía al día de ayer un respetable optimismo frente a las posibles cifras de venta. La curva de confianza del consumir trepó, por fin, en noviembre, después de cinco meses de caída. Esto se reflejó positivamente en Wall Street, donde el índice Dow Jones se está acercando, por primera vez desde julio, a la marca de 9000, y en el valor del dólar, que ganó algunos puntos frente al euro.
La Federación Nacional de Minoristas estimaba que los norteamericanos gastarían en estas fiestas 5,6% más que el año anterior, esto es, unos 201.200 millones de dólares (casi el doble del PBI de Finlandia). Esto significa que cada persona desembolsará en estas fiestas entre 650 y 850 dólares en regalos, tarjetas, comida y cotillón.
Las cifras pueden parecer un derroche grosero y de hecho lo son. Una buena porción de lo que se ha gastado termina en el tacho de basura cuando la fiesta termina.
Pero sin este frenesí que se posesiona de los norteamericanos apenas despunta el "Viernes Negro", el medio millón de personas que consigue un empleo gracias a las fiestas y toda la cadena de producción que depende de ellas se desplomaría.
He aquí una interesante paradoja acerca del capitalismo para pensar, mientras se descorcha el champagne o la sidra.
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