Recrudece el conflicto con Saddam Hussein. Bagdad, una ciudad que hoy parece congelada en el tiempo
BAGDAD (The New York Times).- En un quiosco de diarios en el centro de Bagdad, la tapa de una revista anuncia que el príncipe de Gales ha sido visto con lady Diana Spencer y conjetura que "podría estar floreciendo un romance".
En otra tapa, la oferta es de un manual para el Oldsmobile modelo 1988.
Irak es una nación congelada en el tiempo, y la reciente ola de bombas norteamericanas y británicas parece no haber hecho nada que pudiera apresurar el deshielo.
Quizás lo más extraño que se observa en este nuevo choque con Washington y Londres, al menos visto desde Bagdad, es cuán poco cambian las cosas.
Es que, posiblemente por necesidad, los iraquíes parecen haber aceptado su destino, viviendo en un mundo que durante la última década no ha progresado ni un átomo y que, a decir verdad, se ha deteriorado lentamente.
En ningún lugar es esto tan visible como a lo largo de la orilla del río Tigris, que atraviesa el corazón de Bagdad. Por generaciones, su ensoñada ribera fue uno de los paseos más románticos de todo Medio Oriente, bordeado por restaurantes que permanecían abiertos hasta entrada la noche.
Hoy, el parque está tapado de maleza y las ruinas de aquellos restaurantes sólo ofician de hogar para roedores diversos.
Podría decirse que el mercado central de Bagdad es como el de El Cairo o el de Estambul, pero en cámara lenta. La energía comercial que bulle y late en el resto de Medio Oriente está ausente aquí, como si alguien hubiera desparramado polvo somnífero.
Ocho años después de que las Naciones Unidas impusieron las sanciones económicas a Irak, los habitantes de la zona han desarrollado dos estrategias bien distintas para sobrevivir en un país que decae sostenidamente.
La gente común simplemente redujo sus expectativas. Viven de lo que puede ser producido dentro del país y de raciones distribuidas por las Naciones Unidas. Los únicos bienes traídos del exterior a los que pueden acceder son ropa barata de China, cepillos de dientes de Tailandia y perfumes con nombres incongruentes como América, Top Gun y Route 66.
En cambio, la elite halló el modo de mantener su buena vida. En sus residencias, en arboladas avenidas de Bagdad y con sus sedanes Toyota nuevos, que en otras circunstancias podrían haber sido cambiados por el último modelo de BMW o de Mercedes.
En lugares como la distribuidora céntrica de Samsung, aparatos de TV, computadoras y hornos de microondas son accesibles a precios baratos, cortesía de los contrabandistas que violan las sanciones.
"Cerca del 30 por ciento de la gente puede comprar lo que vendemos -dijo un vendedor de Samsung-. Aún hay un mercado."
Idea impracticable
En el salón de ventas de Samsung, así como en las tiendas cercanas que venden artículos caros como mosaicos para el piso de mármol importado, la idea de rebelarse contra el presidente Saddam Hussein, pese a los insistentes llamados de los Estados Unidos, parece impracticable.
Saddam no sólo ejecuta sumariamente a cada sospechoso de estar complotándose en contra de él, sino que ofrece privilegios a su elite, que ésta retribuye con una férrea lealtad.
Para los ojos de muchos iraquíes, la imagen de los Estados Unidos no se refleja en deslumbrantes mercaderías para el consumo ni en aterradoras armas, sino apenas en la decadente embajada norteamericana, que aún se erige, desolada, en una esquina de Bagdad, vigilada por tres jóvenes y amigables soldados.
Dentro de la sede diplomática, cuelgan amarillentas fotos de San Diego, Houston y otras ciudades. En un estante aún hay una pila de revistas American Heritage, la última fechada en junio de 1990, justo antes de la invasión a Kuwait, que resultó en la evacuación de los diplomáticos norteamericanos.
Shoppings en silencio
Un diplomático polaco se sienta ahora en la oficina que utilizó la última embajadora norteamericana, April Glaspie. Representa los intereses norteamericanos en Irak, presumiblemente no más ambiguamente que la señorita Glaspie, que en su época dio a Saddam señales esperanzadoras que aparentemente éste interpretó como una luz verde para su invasión a Kuwait.
Cerca de la embajada, los shoppings permanecen en silencio. Fueron cerrados hace mucho, cuando las sanciones entraron en vigor. El frente de los negocios que alguna vez alojaron a agencias de viaje aún está empapelado con publicidades de KLM y Air France, pero como esas líneas aéreas no pueden volar a Bagdad, nadie ha abierto esas puertas por años.
De las paredes del hotel Al Rashid, uno de los pocos que aún funcionan, cuelgan pinturas de Santa Claus y querubines. El lunes después que Clinton anunció el fin de la ofensiva aérea, un árbol de Navidad fue emplazado en el lobby. Cualquier persona que entre en el hotel tiene que atravesar un enorme panel en el piso con un diabólico dibujo de George Bush, con el lema "Bush es un criminal". Los empleados dicen que, por ahora, no hay planes de actualizarlo agregando la imagen de Bill Clinton.
Dichos y hechos
Ya fuere por el sexgate o por los ataques a Irak, Bill Clinton se convirtió en el protagonista indiscutible de las bromas de la prensa en el Día de los Inocentes. Así, el matutino La República, de Uruguay, aseguró que Clinton tenía SIDA, en tanto que en Colombia, El Tiempo sostuvo que los gobiernos de Irak y Sudán habían pedido su extradición por terrorismo. Y, por si fuera poco, el diario hispano de Nueva York Hoy informó que el presidente norteamericano visitaría a Fidel Castro en la Habana. Todos los artículos, en sus últimos párrafos, advertían al lector que se trataba de una broma.
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Los ministros de Relaciones Exteriores de los países del Consejo de Cooperación del Golfo se reunirán hoy en Ryad, Arabia Saudita, para discutir la eventual convocatoria de una cumbre árabe, propuesta por Yemen, para tratar la situación de Irak.
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El presidente egipcio , Hosni Mubarak, manifestó su simpatía hacia el pueblo iraquí por el embargo al que está sometido desde 1991, pero no al gobierno que encabeza Saddam Hussein.
El mandatario destacó al diario oficialista Al Gomhuría y al semanario Mayo que "Egipto, naturalmente, no apoya al régimen iraquí".
"El pueblo, el gobierno y el presidente egipcios sienten una gran simpatía por el pueblo iraquí, porque sabemos que estos hermanos no tienen ningún poder y que el régimen gobernante (en Bagdad) es la causa de todos sus problemas", sostuvo Mubarak.
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En una columna del semanario italiano Chi, la primera dama norteamericana, Hillary Clinton, dijo que "el poder es terrorífico y el precio que se debe pagar, inconmensurable".
Hillary se refirió en particular al ataque Irak: "Un presidente tiene sobre los hombros muchos fardos, pero ninguno es más pesado que la decisión de dar comienzo a una acción militar".
Recordó también: "Las semanas que precedieron la Navidad fueron difíciles para mi marido y para mí. Nos sostuvieron el extraordinario apoyo del pueblo norteamericano, y el amor y el aliento de la familia y los amigos".
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