Boris Johnson asume como primer ministro y promete un Brexit "sin peros ni condiciones"
PARÍS.- Boris Johnson, exalcalde de Londres y exministro de Relaciones Exteriores británico, se convirtió en el decimocuarto jefe de gobierno de la reina Isabel II de Inglaterra. Aunque su llegada al poder no fue una sorpresa para nadie, no deja de provocar escalofríos en los otros 27 países de la Unión Europea (UE).
"El señor Johnson aceptó la propuesta de Su Majestad y le besó la mano en el momento de ser investido primer ministro", escribió el Palacio de Buckingham en un comunicado. El flamante jefe del Partido Conservador británico sucedió así a Theresa May, que renunció tras su fracaso para obtener el Brexit.
El nuevo primer ministro se abocó de inmediato a nombrar a los miembros más importantes de su gabinete: el exministro del Interior, Sajid Javid, será el nuevo responsable del Tesoro; Priti Patel, extitular de Desarrollo Internacional, será ministra del Interior, y Dominic Raab, exnegociador del Brexit de May, asumirá en la cancillería.
Johnson prometió en su discurso hacer salir a Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) el 31 de octubre próximo "de cualquier modo".
"Cumpliremos la promesa hecha por el Parlamento a la población y saldremos el 31 de octubre, sin peros ni condiciones", declaró. Y agregó una vez más que, si el Brexit debe concretarse al precio de una salida sin acuerdo, su país estará preparado.
Con el mismo tono provocador que le valió el apodo del "Trump británico", el nuevo primer ministro prometió "un mejor acuerdo" de Brexit. Extraña afirmación cuando Bruselas sigue excluyendo toda posibilidad de renegociación del tratado concluido en noviembre de 2018 con May y que fue rechazado tres veces por el Parlamento.
Consciente de esos riesgos, Johnson advirtió que "es vital que el país se prepare a la lejana posibilidad de que Bruselas se niegue a renegociar y nos veamos obligados a salir sin acuerdo". "Pero los británicos están hartos de esperar. Es tiempo de actuar", dijo el principal instigador del voto pro-Brexit en el referéndum de junio de 2016.
Para quienes temen las consecuencias de un no deal -lo que excluiría a Gran Bretaña de la unión aduanera y del mercado común-, Johnson dijo que, en ese caso, Londres no pagará los 45.000 millones de dólares que le debe a la UE en concepto de obligaciones asumidas en su calidad de miembro del bloque. También se declaró "convencido" de que era posible lograr un entendimiento sin necesidad de aplicar el previsto control aduanero en la frontera irlandesa y sin la famosa "red de seguridad" (backstop) que exige la UE. Ese mecanismo permitirá evitar una nueva frontera física entre Irlanda (miembro de la UE) y la provincia británica de Irlanda del Norte si no se llega a un acuerdo comercial bilateral dos años después del Brexit.
Johnson pretende, en efecto, mantener negociaciones directas con Dublín, a fin de evitar esa barrera aduanera entre ambas Irlandas. Pero en Bruselas, la idea es mirada con condescendencia, al igual que la posibilidad de una renegociación del tratado.
Nadie oculta su irritación frente al discurso de esos brexiters radicales que defienden la posibilidad de "forzar a Bruselas" u obtener negociaciones bilaterales con París o Berlín para evitar las instituciones comunitarias.
"Ni renegociación ni soluciones fuera del marco institucional", repiten por enésima vez las fuentes europeas. En esas condiciones, ¿podrá Johnson lograr lo que fue imposible para May?
El resultado del referéndum de 2016 reveló una Gran Bretaña profundamente dividida, no solo sobre la cuestión europea, sino también sobre la inmigración, el capitalismo, el fin del imperio y lo que debería ser una Gran Bretaña contemporánea. En el Parlamento, el Partido Conservador no dispone de una mayoría absoluta y debe contar con el voto de los diez diputados del partido norirlandés (DUP), favorables al Brexit y furiosamente contrarios al backstop.
El problema para Johnson -todavía más que para May- es la sangría que su personalidad ha provocado en las filas tories. Muchos diputados anti-Brexit formaron un bloque independiente y otros se incorporaron al grupo centrista liberal-demócrata.
Haciendo números, con la participación de sus excorreligionarios, el nuevo primer ministro puede ser dejado en minoría en cualquier momento. Incluso ser víctima de un voto de censura.
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