Bush, en una cena que tuvo el sabor de la despedida
WASHINGTON (DPA).- Estaba destinada a ser una cena informal de trabajo, sin consortes, ni grandes discursos y con discusiones puramente profesionales. Pero para George W. Bush la ocasión fue especial: fue su última gran cena como presidente de Estados Unidos.
Por eso pareció disfrutar como en pocas ocasiones con el ceremonioso recibimiento a sus 26 invitados: afirmó en su discurso ante los 20 jefes de Estado y de gobierno (incluyendo la presidenta argentina, Cristina Kirchner), cinco líderes de organismos internacionales y el ministro de Finanzas holandés.
Bush salió al pórtico norte de la Casa Blanca para recibir personalmente a cada uno de sus invitados. Les estrechó la mano, posó con ellos para los fotógrafos y los escoltó hasta la antesala del comedor donde se celebró la cena, donde todos firmaron el libro de honor.
Con algunos estuvo más efusivo, como con el presidente francés, Nicolas Sarkozy. Bush lo recibió con varias palmadas en la espalda, una visible carcajada e incluso un apretón en el hombro.
Con otros estuvo simplemente correcto. Así se comportó con el premier australiano, Kevin Rudd, que supuestamente filtró hace un mes a la prensa que Bush no sabía qué era el Grupo de los 20 (G-20), y con el español José Luis Rodríguez Zapatero, al que acogió con un formal "very pleased to see you" ("encantado de verlo"), después del ya habitual "¿qué tal, amigo?" que usa con cualquier líder hispanohablante.
Zapatero no había sido invitado hasta ahora por Bush a la Casa Blanca en sus más de cuatro años de mandato, después de que su primera decisión en el cargo fuera retirar las tropas españolas de Irak.
Una vez dentro, Bush fue directo al motivo de la invitación: la economía. "La crisis no se desarrolló de la noche a la mañana y no se resolverá de la noche a la mañana", dijo.
Con la codorniz ahumada con membrillo y risotto como primer plato, Bush defendió la economía de mercado y admitió que es necesaria más regulación, pero no excesiva.
Ubicación estratégica
Los invitados escuchaban sentados donde los había colocado el protocolo de la Casa Blanca. Y ningún lugar se dejó al azar. A la derecha de Bush estaba Lula, presidente oficial del G-20. Y a su izquierda el presidente chino Hu Jintao, el país que a mayor ritmo está creciendo en el planeta.
Enfrente había líderes de organismos internacionales. Al parecer, ello significa que Bush quiere que sean ellos los que adopten un papel más preponderante en las discusiones.
Los demás, repartidos por afinidades. Los anglohablantes, en una esquina; los europeos, unidos, a excepción de Sarkozy, situado entre el surcoreano Lee Myung-bak y el rey saudita Al-Saud. El mexicano Felipe Calderón y Cristina Kirchner, también juntos.
Con la llegada del plato principal, un costillar de cordero asado al tomillo con fondue de tomate, berenjena e hinojo, casi todos ellos tomaron la palabra.
Hubo coincidencias y también desacuerdos, pero los asistentes se quedaron charlando animadamente en corrillos informales después de degustar el postre de tarta de peras con salsa de arándanos.
Cerca de las 22 hora local, media hora más tarde de lo previsto, los jefes de Estado y de gobierno se marcharon casi todos al mismo tiempo con destino a sus hoteles para prepararse para la cumbre propiamente dicha.
Detrás quedó Bush, después de haber quemado otra etapa más en su adiós a la Casa Blanca: ya no tendrá más grandes cenas con varios líderes mundiales.
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