Hoy, elecciones presidenciales: más de ocho millones de personas acuden a las urnas. Chile elige hoy entre Bachelet y Piñera
Una médica socialista y un empresario de derecha se enfrentan en el ballottage que definirá quién gobernará hasta 2010
SANTIAGO, Chile.- Tenso fue el día que precedió las elecciones que prometen convertirse en un hito para Chile, cualquiera que sea el ganador.
Algo más de ocho millones de chilenos decidirán hoy, en la segunda vuelta de los comicios presidenciales, quién los gobernará hasta 2010: una médica socialista dispuesta a convertirse en la primera mandataria del país o un millonario empresario de centroderecha decidido a romper, tras quince años, con el dominio político de la centroizquierda.
En una América del Sur cambiante y, por momentos, volátil, ninguno de los dos propone cambios drásticos para este Chile del crecimiento económico, de la apertura comercial, de la estabilidad política y de la moderación diplomática. Pero sí buscan atacar, con diferentes armas, el mismo desafío: reducir los contrastes sociales en el país de los indicadores económicos récord, donde conviven, por ejemplo, una Santiago pujante como una capital europea y áreas rurales o suburbios pobres como las más olvidadas regiones latinoamericanas.
Ambos intentan, además, ser las caras de la renovación. Ella, Michelle Bachelet, la de una nueva política, menos tradicional y más cercana a los chilenos. El, Sebastián Piñera, la de una flamante derecha, menos atada a su pasado pinochetista y más progresista. Según las encuestas, quien tenía más posibilidad de poner en marcha su cambio era Bachelet. Los últimos tres sondeos le otorgan una ventaja de entre 3 y 6 puntos porcentuales sobre su rival.
La ex ministra recibió, en la primera vuelta del 11 de diciembre, el 45,9% de los votos, mientras que Piñera obtuvo el 25%; en cifras absolutas, Bachelet registró 1.400.000 votos más que su contendiente. Esa diferencia sería insalvable para el empresario si no fuera porque su ex rival de derecha y ex candidato Joaquín Lavín decidió darle todo su respaldo inmediatamente tras la primera vuelta.
Juntos, Piñera y Lavín alcanzaron el 48% de los sufragios, más que Bachelet. El mismo 12 de diciembre, semejante suma sacudió a la Concertación oficialista. Le hizo temer que quien se había perfilado como uno de sus candidatos presidenciales más populares desde el regreso de la democracia ahora podía conducirla por el camino de una sorpresiva derrota. Semejante caída, además, haría a la Concertación desperdiciar la oportunidad hasta hoy inédita de gobernar con mayoría en el Congreso. Una mayoría lograda con una aplastante victoria ese mismo 11 de diciembre, en los primeros comicios legislativos despojados del candado legal impuesto por la dictadura de Augusto Pinochet.
La posibilidad no lejana de una victoria de la derecha y de una derrota de la centroizquierda convirtió lo que había sido una pudorosa carrera hacia la primera vuelta en una guerra sucia y abierta para el ballottage.
Intervencionismo de Lagos
Ayer, a pesar de la veda electoral, esa batalla tuvo un nuevo pico, en el que no estuvieron ausentes las insinuaciones de fraude. Piñera volvió a acusar al presidente Ricardo Lagos de haber impulsado una "brutal, masiva y desvergonzada" intervención del gobierno en la campaña. La respuesta, dura e irónica, llegó de parte del vocero de Lagos, Osvaldo Puccio, quien, tajante, rechazó la sugerencia de fraude.
"Esto nunca había sucedido. Es necesario guardar la calma, tener respeto por instituciones que, está a la vista, funcionan bien, porque eso ayuda a la democracia que hemos construido todos", dijo Puccio. El funcionario agregó que "aquí por delante está la fortaleza institucional del país y su imagen nacional e internacional". Con su advertencia, Puccio buscaba dejar en evidencia el nerviosismo de la oposición y el triunfalismo oficialista, además de descartar las insistentes denuncias de intervencionismo que lanza la derecha desde hace un par de semanas.
Decidido a evitar que su delfina y compañera del Partido Socialista cayera hoy, el presidente Lagos intensificó su participación en esta segunda campaña electoral, con la altísima tasa de aprobación de su gestión como arma principal. Y, según la oposición, con otras menos legítimas.
"La Concertación quiso provocar un quiebre entre nosotros, siempre con el mensaje de la lucha de clases, con los proyectos de ley de subcontratación laboral, de protección de los indígenas. Pero la Alianza [de derecha] siempre se ha mantenido unida ante esta intervención sin límite", dijo a LA NACION Patricio Melero, diputado de la Unión Demócrata Independiente (UDI).
Tras la primera vuelta, el gobierno introdujo una serie de controvertidos proyectos de ley que tradicionalmente habían figurado a la derecha. La división quedó al desnudo el martes pasado cuando la UDI, de Lavín, se negó a respaldar un proyecto que Renovación Nacional, de Piñera, sí apoyó: el de protección de comunidades indígenas.
La unidad de la coalición de derecha, aunque fluctuante a través de los años, es crítica para que Piñera se imponga hoy. El empresario necesita de todos y de cada uno de los votos de Lavín para acercarse al Palacio de la Moneda.
Le harán falta unos cuantos más para, efectivamente, suceder a Lagos. Por eso, el candidato opositor apuntó, en la carrera hacia el ballottage, a robar los votos más conservadores de la Concertación, aquellos de quienes temen que, con Bachelet, el oficialismo se radicalice. En un principio, amenazó con lograrlo y hasta convenció a ex dirigentes de la Democracia Cristiana (DC), la rama más conservadora de la Concertación, de que se unieran a su comando en la campaña por el ballottage.
Al oficialismo le tomó una semana reaccionar. Los días posteriores a la primera vuelta estuvieron bajo la sombra de las recriminaciones y las disputas por un resultado que no había sido el esperado. Sin embargo, la segunda semana de campaña encontró a la Concertación rearmada. La intensa participación de Lagos, la inclusión de políticos más experimentados en el equipo de Bachelet y el anuncio del Partido Comunista (PC) de que apoyaría a la candidata reavivaron el ánimo oficialista.
Apoyo condicionado
En la primera vuelta, los comunistas, parte de la coalición Juntos Podemos, habían recibido el 5,1% de los votos. Y, después de varios días de deliberaciones, llamaron a sus seguidores a votar por Bachelet en la segunda vuelta. Esos sufragios permitirían a la ex ministra de Defensa y de Salud convertirse en la primera presidenta de Chile y en la quinta de América latina. Sin embargo, antes de dar su sí, el PC se aseguró de que la Concertación le prometiera cumplir con una condición: reformar el complicado sistema electoral.
Legado de la Constitución redactada durante la dictadura, el sistema binominal sólo permite acceder al Congreso a los dos partidos con mayor cantidad de votos, lo que suele bloquear el acceso legislativo a los comunistas. Esa reforma fue una de las pocas alusiones a Pinochet y su régimen durante la contienda. Cercado por los procesamientos judiciales y aislado políticamente, el ex presidente estuvo ausente de la campaña. Y quien gane hoy será el responsable de conducir Chile hacia el fin de su transición democrática.