Cinco lecciones que América latina debe aprender de la India
El intelecto le gana a la materia prima
NUEVA DELHI.- Durante mi visita de dos semanas a India, les hice a varios altos funcionarios la misma pregunta: ¿qué está haciendo India para crecer casi dos veces más rápido que América latina y para reducir la pobreza mucho más que los países latinoamericanos? Las respuestas que recibí fueron sorprendentemente francas, y acertadas.
Antes de entrar en detalles, recordemos que la economía india ha crecido a un ritmo constante durante los últimos 15 años, con tasas del 8% anual en los últimos dos años. En comparación, América latina ha crecido alrededor del 4,5% en los últimos dos años.
Y también dejemos en claro que en India hay cosas que pocos querríamos emular en América latina, como el sistema de castas -que aunque prohibido por las leyes sigue vigente-, su costumbre generalizada de realizar "matrimonios arreglados" por los padres o los reportes de 10 millones de abortos de mujeres en las últimas dos décadas por parte de padres que sólo quieren tener hijos varones.
Sin embargo, hay varias lecciones que América latina podría extraer del rápido desarrollo indio, que ha ayudado al país a cuadruplicar su clase media y a sacar de la pobreza a más de 100 millones de personas en los últimos 20 años.
Primera lección: la continuidad rinde frutos. A diferencia de muchos países latinoamericanos que cambian sus políticas económicas con cada nuevo gobierno, India ha mantenido el rumbo de sus reformas.
Desde 1991, ha abierto la mayoría de los sectores de su economía -incluyendo aerolíneas, ferrocarriles y compañías telefónicas- al sector privado, sin generar grandes resistencias.
Aunque India es una democracia ruidosa, existe un consenso general de que la estabilidad genera inversión y de que no hay crecimiento sin inversión.
Hasta los comunistas de India se han vuelto promotores de las inversiones. Este mes, el gobierno comunista del estado de Bengala Occidental acaparó los titulares al otorgarle tierras rurales a la multinacional Tata Motors para que construya una planta automotriz, pese a violentas protestas por parte de agricultores y campesinos locales.
Segunda lección: hay más de una manera de privatizar. A diferencia de lo que ocurrió en varios países latinoamericanos, que vendieron monopolios estatales a inversionistas privados, India ha permitido sobrevivir a varias empresas estatales, pero las ha obligado a competir con nuevas firmas privadas.
Eso ayudó a reducir la oposición social a las privatizaciones.
"Hace 10 años, las telecomunicaciones eran un monopolio del Estado", me comentó Montek Singh Ahluwalia, el ministro de Planificación de India. "No privatizamos todo el sistema de telecomunicaciones estatal, como lo hizo Brasil, sino que abrimos el sector a empresas privadas. Les permitimos participar, cosa que antes no podían hacer."
Tercera lección: el gradualismo rinde frutos. A diferencia de lo que hicieron muchos países latinoamericanos, que privatizaron las empresas estatales de la noche a la mañana, India abrió su economía gradualmente, en el transcurso de los últimos 15 años.
Cuarta lección: invertir en la educación da resultados. Gran parte del actual crecimiento económico de India se debe a la próspera industria informática del país, que genera ingresos de 23.000 millones de dólares al año. Las compañías multinacionales más grandes del mundo han establecido sus centros de software en Bangalore y en Hyderabad.
Acuden ahí para aprovechar la producción de más de 300.000 ingenieros al año en India, que ofrecen sus servicios por sueldos mucho más bajos que en los países industrializados.
Tomando como punto de partida el legado educativo del imperio británico, India recién independizada creó, en 1951, el Instituto Tecnológico, una universidad estatal con estándares de admisión más estrictos que los de Harvard (tiene 130 candidatos para cada puesto de alumno, contra 10 candidatos por alumno en Harvard).
Quinta lección: la meritocracia tiene sus méritos. Mientras que la educación en India es en gran parte gratuita, el país estableció un sistema escolar meritocrático, en el que los estudiantes tienen que aprobar rigurosos exámenes de ingreso y egreso de la secundaria, cuyas calificaciones determinan a qué universidad asistirá.
La competencia empieza en el jardín de infantes, tanto que la Suprema Corte tuvo que intervenir recientemente para poner un alto a los exámenes en ese ciclo. La Corte dictaminó que los exámenes de admisión en el jardín de infantes estresaban a los niños a una edad demasiado temprana.
Mi opinión: muchos países latinoamericanos harían bien en seguir algunos ejemplos de India. En la economía de la información del siglo XXI, en que las exportaciones de software y otros productos del intelecto se cotizan mucho más que las materias primas, las políticas económicas estables, el gradualismo y un sistema educativo basado en la competencia han demostrado ser efectivos para elevar los estándares de vida del país.
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