Con Barack Obama, la Casa Blanca se quita el saco y se arremanga
WASHINGTON.– Esta capital se puso un poquito nerviosa cuando, en su primer día de trabajo en la Casa Blanca, el presidente Barack Obama fue fotografiado en el Salón Oval en mangas de camisa. Sin embargo, había una explicación lógica: Obama, que detesta el frío, había subido el termostato.
"Es de Hawai, ¿recuerdan?", dijo David Axelrod, el asesor de Obama que ocupa un despacho pequeño pero estratégicamente situado al lado del de su jefe. "Le gusta el calor. Se podrían cultivar orquídeas allí adentro", añadió.
Así fue como una regla de oro de George W. Bush –saco y corbata en el Salón Oval en todo momento– fue arrojada por la borda; éste es apenas el primero de muchos signos de que una cultura más informal está floreciendo en la Casa Blanca con el nuevo presidente. Obama prometió llevar un cambio a Washington, y eso es lo que ha hecho… y no sólo en sustancia, sino también en estilo. Aunque su presidencia tiene poco más de una semana, algunos de los hábitos de trabajo de Obama ya están quedando en evidencia. Aparece en el Salón Oval poco antes de las 9 de la mañana, unas dos horas más tarde que su predecesor, que se iba a la cama y se levantaba temprano. A Obama le gusta hacer ejercicio (pesas y gimnasia cardíaca) a primera hora de la mañana, a las 6.45 (Bush se escapaba al mediodía para hacer ejercicio).
Lee varios diarios, desayuna con su familia y ayuda a preparar a sus hijas, Malia, de 10 años, y Sasha, de 7, para el colegio antes de hacer el viaje de 30 segundos a la planta baja, un claro beneficio para un hombre que trata de equilibrar el trabajo con la vida de familia. Cena con su mujer y sus hijas y muchas veces vuelve a trabajar; sus asistentes lo han visto en el Salón Oval a las 10 de la noche, leyendo informes para el día siguiente.
"Aunque es consciente de que enfrenta serios desafíos, nunca lo había visto más contento", dijo Axelrod. "La oportunidad de estar bajo el mismo techo que sus hijas, de poder verlas cuando quiere, despertarse con ellas, desayunar y cenar en familia? eso lo ha convertido en un hombre feliz."
A Obama le gusta pasear un poco en el Ala Oeste. Cuando Bush quería ver a algún miembro de su equipo, lo convocaba al Salón Oval. Pero Obama tiende a recorrer los pasillos: la semana pasada apareció de repente en el despacho de su jefe de prensa, Robert Gibbs, quien se hallaba en la desafortunada situación de haber depositado sus pies sobre el escritorio en el momento en que apareció su jefe.
"Epa, Gibbs", el secretario de prensa recuerda que le dijo el presidente, "acabas de llegar y ya tienes los pies arriba del escritorio." Gibbs se apresuró a ponerse de pie, sorprendiendo a Obama, quien aún no se ha acostumbrado a que la gente se ponga de pie cuando él entra en una habitación.
En la época de Bush, la puntualidad era una virtud. Las reuniones empezaban temprano (en una oportunidad el ahora ex presidente dejó afuera de una reunión al secretario de Estado, Colin Powell, porque había llegado unos minutos tarde) y terminaban puntualmente. En la Casa Blanca de Obama, las reuniones empiezan puntualmente y con frecuencia terminan muy tarde.
La semana pasada, cuando el presidente invitó a los líderes del Congreso al número 1600 de la avenida Pensilvania para hablar sobre su paquete de estímulo económico, la reunión duró tanto que Obama terminó disculpándose ante los legisladores. Pero no interrumpió la conversación, que giró sobre los detalles de la legislación y que fue mucho más minuciosa y prolongada de lo que acostumbraba Bush.
"Lo preocupaba el hecho de que nos estaba demorando", dijo el representante de Virginia, Eric Cantor, responsable del bloque republicano. Pero la discusión siguió. ¿Qué podíamos decirle? El es el presidente."
Si el reloj de Obama es más flexible que el de Bush, también lo son sus códigos de vestimenta. El fin de semana pasado, el primero de Obama en su cargo, sus asesores no sabían cómo debían vestirse. Algunos se presentaron en jeans (algo absolutamente prohibido en la época de Bush) y otros con saco y corbata.
Entonces, el presidente emitió un edicto informal anunciando atuendo "casual" para los fines de semana. Y él mismo dio el ejemplo: apareció el sábado para una reunión informativa con su principal asesor económico, Lawrence H. Summers, vistiendo pantalones sport y un suéter gris sobre una camisa blanca abotonada. Los veteranos de la Casa Blanca de Bush están escandalizados.
"Nunca olvidaré un sábado a la mañana, cuando fui convocado al Salón Oval, porque el presidente estaba enfurecido por algo", dijo Dan Bartlett, que fue consejero de Bush. "Yo vestía pantalones sport y una camisa con botones. Tuve que quedarme en la puerta escuchando un sermón de casi 15 minutos. Ni siquiera me permitió entrar a la habitación."
Hay también una sensación más laxa con respecto a las apariciones públicas de Obama. David Gergen, asesor de presidentes tanto republicanos como demócratas, dijo que Obama parece exudar una cómoda calma, casi zen, que, según dijo, revela un hombre que "parece de trato fácil y sencillo, no soberbio".
El martes pasado, en el Capitolio, Obama sorprendió a los legisladores al caminar hacia los micrófonos en los pasillos del Senado para hablar con los periodistas como si todavía fuera senador. Dos veces, durante ceremonias formales en la Casa Blanca, Obama llamó a sus asistentes mientras las cámaras de TV lo estaban filmando. Lo mismo sucedió el lunes pasado, cuando la directora de la Agencia de Protección Ambiental, Lisa P. Jackson, pidió una pluma presidencial.
"Lisa", le gritó Obama a su secretaria, Lisa Brown, "¿podemos darle una pluma?"
La agenda diaria de Obama también parece flexible. Bush empezaba cada día, de lunes a sábado, con un informe de inteligencia ultrasecreto sobre las amenazas contra la seguridad de los Estados Unidos. Obama recibe la "información diaria presidencial" incluso los domingos, aunque a diferencia de su predecesor, no ocupa el primer lugar en su agenda.
A veces lo primero es la reunión informativa económica, un nuevo agregado a la agenda presidencial diaria. La concurrencia varía según el día, dijeron sus asistentes. El martes, el secretario del Tesoro, Timothy F. Geithner, se unió a Summers para hablar de los mercados financieros. El miércoles, Paul A. Volcker, ex director de la Reserva Federal y asesor informal de Obama, estuvo cerca para hablar de la reforma regulatoria.
Obama también ha mantenido la antigua tradición presidencial de almorzar una vez por semana con su vicepresidente. Para Obama, el almuerzo generalmente consiste en una hamburguesa con queso, pollo o pescado en el pequeño comedor cerca del Salón Oval.
Y hay otra novedad en la cocina de la Casa Blanca: las heladeras están repletas de la bebida orgánica favorita del presidente, Honest Tea, en sus dos sabores preferidos: Black Forest Berry y Green Dragon.
Pero si hay algo que Obama no ha cambiado todavía es la decoración del Salón Oval.
Cuando Bush llegó a la Casa Blanca, hizo uso de sus prerrogativas en el terreno de la decoración y le pidió a su esposa, Laura, que supervisara el diseño de una nueva alfombra. A Bush le encantaba relatarles a los visitantes la historia de esa alfombra, cuyo diseño similar a un sol pretendía transmitir una sensación de optimismo.
La alfombra sigue allí, al igual que los retratos presidenciales elegidos por Bush (uno de Washington y otro de Lincoln) y una colección de platos decorativos en verde y blanco.
La semana pasada, durante una reunión con militares retirados, antes de firmar la orden ejecutiva para cerrar la prisión de Guantánamo, Obama observó su entorno con ojo crítico.
"Miró a su alrededor", contó uno de sus invitados, el contraalmirante retirado John D. Hutson, "y dijo: «Tengo que hacer algo con esos platos. En realidad, no soy un fanático de los platos»".
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