Coronvirus: otro crash-test que pone a prueba los cimientos de Europa
PARÍS.– Después de las crisis financiera y migratoria de 2008 y 2012, la Unión Europea (UE) hace frente a su tercer crash-test: la pandemia del coronavirus . Hasta el momento, el edificio europeo parece resistir, a pesar de algunos temblores.
"Cerrar las fronteras es matar a mi país". Por una vez, el primer ministro de Luxemburgo no fue el más sonriente de todos. En su intervención por videoconferencia, el 18 de marzo, con los otros 26 dirigentes del bloque, Xavier Bettel tenía el gesto adulto de los días difíciles. El minúsculo Estado que dirige es la quintaescencia del país miembro de la UE, en el corazón del mercado interno, que se beneficia con todas sus ventajas. Con una población local de 602.000 habitantes, cada día dos millones de personas circulan por sus rutas.
Coronavirus, sin freno: 25.000 muertos en el mundo y más de 550.000 infectados
Lo mismo sucede con la vecina Suiza que, sin ser miembro de la UE, está profundamente integrada al mercado único y al espacio Schengen de libre circulación. El Consejo Federal Suizo ya alertó al presidente francés, Emmanuel Macron: "Sin trabajadores fronterizos franceses, nuestro sistema de salud no puede funcionar".
Y, sin embargo, desde el comienzo de la crisis, la cuestión del cierre de las fronteras nacionales no deja de ganar terreno como un reflejo protector, vestigio de siglos dedicados a la edificación de los Estados-nación. Incluso aquellos países de sistemas es extremadamente descentralizados y un débil gobierno nacional, desempolvaron la idea de un padre de la nación.
Solo los países fundadores de la UE resistieron a la tentación. Macron se negó. Lo mismo hicieron los países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo). Angela Merkel , por su parte, titubeó. Bajo la presión de los Lander (las grandes regiones), la canciller alemana estableció controles fronterizos, sin cerrar completamente el país.
En todo caso, el martes pasado, durante ese Consejo Europeo, Merkel expresó su disgusto después de que varios vecinos de Alemania cerraron completamente sus fronteras: "Sin llamarnos, sin decirnos una palabra", se quejó.
Principal destinatario, Polonia, que por reflejo nacionalista clausuró totalmente el país ocasionando vivas tensiones en el bloque. Los tres países bálticos se encontraron así cortados del mercado único y sus ciudadanos de viaje por Alemania sin posibilidad de regresar a sus casas. Tras auténticas presiones sobre Varsovia, la situación pareció distenderse y un "corredor" debía ser instaurado para desenclavar los tres pequeños Estados.
El canciller austríaco, Sebastian Kurz, siguió la tendencia, no sin la intensión de una cierta instrumentalización política de la idea de frontera. Pero su acción afectó a los italianos, pues bloqueó en Austria el tránsito de material médico indispensable a los hospitales del norte la península. Hungría siguió el ejemplo, impidiendo así el retorno de trabajadores de su país, partidos a trabajar en Bulgaria y Rumania.
Paradójicamente, Kurz reconoció ante sus pares que, "en pocas semanas más, Austria estaría en la misma situación que Italia".
"Es imposible trabajar así. ¡Cerramos y ni siquiera nos llamamos!", se quejó Macron, dirigiéndose en particular a los países del Este y Europa central que cerraron sus fronteras. "Si no volvemos a poner la solidaridad europea en el corazón de esta crisis, me niego a hablar del presupuesto europeo", advirtió. La amenaza fue clara: los fondos de cohesión para los países del Este deben ser la contrapartida de un comportamiento por parte de estos.
"Hay un hechizo ideológico de la frontera que, en los hechos, no impide al virus de propagarse, pero que permite pensar que es una protección útil", dice una fuente del palacio del Elíseo. Macron no quiso utilizar ese simbolismo, pero prefirió mostrar el ejemplo: el 18 de marzo, un millón de barbijos y 200.000 guardapolvos quirúrgicos fueron enviados a Italia.
Necesidades en aumento
Los alemanes también ayudaron a los italianos a hacer frente a la urgencia. Ambas decisiones se produjeron en momentos en que las necesidades aumentaban vertiginosamente sobre todo en Francia y Macron debía hacer frente a un virulento debate nacional sobre la falta de elementos necesarios para tratar la pandemia.
Ese mismo principio de solidaridad fue aplicado por Macron con China. En los primeros días de la epidemia en aquel país, los europeos enviaron a Pekín 56 toneladas de material médico. Hoy, el gigante asiático que sale poco a poco del pandemonio, parece dispuesto retribuir. Médicos chinos llegaron a Italia para ayudar, un primer avión con 600.000 barbijos fue enviado a ese país y un segundo cargamento con otro millón llegó poco después.
Entre ambos vuelos, un episodio insólito se produjo cuando, haciendo escala en Praga, las autoridades checas decidieron apoderarse de los primeros 600.000 barbijos para distribuirlos en sus propios hospitales. Una actitud inadmisible para un país miembro de la UE que, seguramente, tendrá que dar explicaciones cuando termine la crisis.
En principio mejor equipada que Francia, donde la crisis llegó con varios días de anticipación desbordando la capacidad de los hospitales, Alemania puso a su vez sus hospitales a disposición del vecino francés, que hace algunos días puede trasladar algunos enfermos en grave estado que no pueden ser tratados en Francia por falta de respiradores.
Al final de la crisis se verá si la UE consiguió resistir a este tercer crash-test. Pero la solidez del edificio es frágil. En un nuevo Consejo Europeo mantenido ayer, Macron advirtió sobre el peligro que corren los cimientos mismos de la construcción europea: el espacio de libre circulación instaurado por Schengen.
"La falta de solidaridad le asestaría un golpe mortal", reflexionó.
Más leídas de El Mundo
Hay 18 muertos en Omán. Inundación en el desierto: una intensa tormenta azota a los Emiratos Árabes y países vecinos
La amenaza de una guerra directa. La ofensiva sin precedente de Irán dejó en evidencia un error de cálculo de Israel
"Todo esto se planifica". El monarca de un país europeo anunció que planea abdicar, pero mantuvo el misterio sobre la fecha