Cuando la celebridad avala la mentira
MIAMI.- Para los norteamericanos, la celebridad parece estar ubicada un escalón por encima de la ética y varios delante de la probidad profesional.
Lo que la ética condena, la celebridad disculpa y en muchas ocasiones, como algunos episodios recientes lo demuestran, la fama sobreviene, precisamente, como consecuencia de las trapisondas morales de algún sujeto.
Dos domingos atrás, el venerable The New York Times publicó una investigación de cuatro páginas, detallando el fraude periodístico cometido por uno de sus reporteros, Jayson Blair, en más de 36 artículos escritos desde octubre pasado. "Fraguó declaraciones, inventó escenas, robó material de otros diarios y agencias y seleccionó detalles de fotografías para crear la impresión de que había estado en un lugar, cuando no lo había hecho", se lamentó el Times.
Como era de esperar, Blair, un negro de 27 años, fue catapultado del anonimato a la fama más rabiosa en cuestión de días. Su rostro adorna esta semana la tapa de la revista Newsweek y la de una docena de otras publicaciones. Lejos de recluirse, abrumado por la ignominia, Blair se ha lanzado a contar alegremente sus aventuras a cuanto medio lo reclame y a tratar de capitalizar su inesperada notoriedad.
En la misma semana, otro prominente mentiroso, Stephen Glass, que en 1998 fue obligado a renunciar de la revista The New Republic por inventar datos en 50 artículos, aparecía en el programa "60 minutos" para hablar de su recién publicada novela, titulada -no casualmente- "El fabulador".
La novela narra las aventuras de un periodista también llamado "Stephen Glass", que inventa historias para una revista.
Glass recibió un adelanto de seis cifras de la editorial Simon & Schuster por su libro. En septiembre, Lion Gate Films se dispone a presentar la película de su historia. Otros dos célebres fabuladores, Mike Barnicle y Patricia Smith, despedidos por The Boston Globe por introducir hechos y personajes falsos en sus columnas, encontraron refugio lejos de la vergüenza.
Barnicle conduce un programa para el canal Msnbc y debutó como columnista de Daily News, de Nueva York. Smith, una de las líderes del movimiento poético negro llamado "slam" ("portazo"), quien estuvo a punto de ganar un Pulitzer por sus columnas en el Boston Globe hasta que se determinó que eran inventos, resurgió después de pasar por un período de depresión y ruptura matrimonial.
El año pasado ofreció un recital en el prestigioso Centro Cultural de Chicago, donde fue vitoreada y desde entonces se ha incorporado al redituable circuito de conferencistas.
La pionera
Janet Cooke, la pionera de este curioso grupo de falsificadores, que en abril de 1981 debió devolver el Pulitzer que había ganado por una crónica titulada "El mundo de Jimmy", acerca de un supuesto adicto a heroína de 8 años, que publicó en el Washington Post, tuvo un camino más turbulento.
Después de dejar el diario, trabajó como vendedora en una tienda de Michigan. Eventualmente, se casó con un abogado de Washington con quien se mudó por un tiempo a París, pero el matrimonio no duró.
Virtualmente indigente, escribió la historia de su ascenso y caída para la revista GQ, que la publicó en su edición de junio de 1996, con lo que abrió el apetito de por lo menos tres estudios de Hollywood, quienes comenzaron a batallar por los derechos. La opción fue finalmente para TriStar Pictures, que pagó por ella 750.000 dólares. Pero la película no llegó nunca a filmarse.
Algunos expertos de la industria editorial estiman que Jayson Blair podría llegar a obtener hasta un millón de dólares de adelanto por su historia, a juzgar por la extraordinaria publicidad que recibió y rumores que circularon esta semana indicaban que Random House estaba interesada en una opción.
Es probable que Blair no vuelva a trabajar en periodismo pero, ¿a quién le importa? Si su burdo engaño al más respetado y riguroso diario del mundo tiene alguna moraleja, es que no hay nada más célebre que la celebridad.
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