De Harry Potter a clases de salsa, una lista de gastos insólita
MADRID (De nuestro corresponsal).- La infanta Cristina adora la vajilla de cerámica noble. Es capaz de pagar 700 euros por un par de clases para aprender a bailar salsa o varios miles por un catering de sushi. Para los viajes de placer a veces elige las capitales europeas y otras, la sabana africana. Eso sí, le gusta que vayan a recibirla en limusina.
Lo curioso es que todos esos lujos personales -y muchos más- los cargó durante años a la sociedad mercantil Aizoon, en una maniobra que según el juez José Castro les habría servido a ella y a su marido, Iñaki Urdangarin, para evadir impuestos y lavar dinero obtenido de manera ilícita.
El auto de imputación de Castro es una disección de la vida financiera de la hija del rey Juan Carlos desde 2002. La causa acumuló miles de movimientos bancarios, cargos de tarjeta y recibos que se declararon al fisco como parte de la actividad de Aizoon, propiedad de la infanta y de su esposo, en partes iguales.
Al desenmascarar el carácter personal de los gastos que los duques de Palma atribuían a esa "sociedad fantasma", el juez pretende demostrar que la infanta era consciente de la maniobra de evasión y blanqueo de capitales por la que está acusado Urdangarin.
Cuantos más gastos absorbiera Aizoon menos beneficios registraba y se reducía la carga fiscal de la sociedad. Además, al financiar así su vida privada la pareja usufructuaba unas ganancias que, de haberlas declarado como ingresos personales, habrían engrosado su factura del impuesto a la renta.
El dinero de Aizoon provenía de la facturación simulada al Instituto Nóos, la falsa entidad sin fines de lucro con la que Urdangarin obtuvo contratos públicos millonarios.
El matrimonio declaró así gastos por 698.824 euros desde 2003, de los cuales 436.703 corresponden a la remodelación del palacete en el que vivían hasta hace poco en Barcelona. El año pasado la infanta se mudó con sus cuatro hijos a Ginebra, a donde la trasladó su empleador, el grupo Caixabank. Urdangarin vive entre Barcelona y Suiza.
La descripción del juez roza lo insólito: pasaban tickets de parquímetro de 60 centavos, la nafta del auto de la infanta, cenas en restaurantes de lujo de medio mundo o el servicio de globos de un festejo familiar (338 euros). Castro se permite la ironía para argumentar sobre el evidente carácter personal de algunos cargos declarados como gastos de Aizoon: "Sobre la factura del 20 de mayo de 2008 por la compra de cuatro libros de Harry Potter se habrá de coincidir en que no ofrecerá discusión quién debía abonarla". Más adelante añade: "Y qué decir del curso de baile de salsa y merengue prestado en el domicilio familiar y cuya conexión con las actividades de Aizoon se antoja harto difícil que pueda ser satisfactoriamente explicada".
La lista de gastos es interminable: ramos de flores, un casco para moto, entradas para ver El Rey León en Broadway, 22 descargas de iTunes, un safari en el Parque Kruger, una tintorería en Filadelfia, seis tickets para la final de la Champions League 2009 que el Barça le ganó al Manchester United en Roma... O la vajilla artística de 1741 euros, en cuya elección -según el juez- "no parece descabellado pensar que interviniera doña Cristina de Borbón".
Aizoon no tenía empleados o actividad real, según la causa. Pero el personal doméstico -de origen rumano- del palacete fue anotado como si se tratara de trabajadores de la empresa, lo que permitía la ventaja extra de acogerse a beneficios de desgravación.
Y acusa: "Si hemos de creer a los testigos, en su contratación intervino personalmente doña Cristina anunciando a los aspirantes, cuya situación irregular en España conocía, que si resultaban contratados se les abonarían sus salarios en negro".
Más leídas de El Mundo
Crimen organizado. Se fugó el "delincuente más peligroso de Holanda", que amenazó de muerte a la hija de Máxima
Por primera vez en 70 años. La escudería Ferrari abandona su clásico rojo en el Gran Premio de Miami
Los motivos. Cierra en Finlandia el último museo dedicado a Lenin 78 años después: “No queremos ser rehenes del pasado”