"De un día para otro, en Aleppo se perdió todo"
Lo contó una monja argentina que misionó allí y huyó por el conflicto
A mediados de 2011, en una de las ciudades más grandes de Siria, Aleppo, vivían cerca de tres millones de personas. Era el motor económico del país, donde las industrias crecían a un ritmo sostenido. Era un lugar ideal en Medio Oriente para que Guadalupe Rodrigo, una religiosa argentina nacida hace 41 años en Villa Mercedes, San Luis, tomara un descanso luego de 15 años de misionar en Israel, Egipto, Túnez, Irak y Jordania.
"Cuando terminé las misiones, me ofrecieron descansar, y como habíamos empezado una nueva fundación en Siria, pedí ir allí. Lo veía como un destino tranquilo comparado con lo que venía haciendo. Me fui directo a Aleppo y a los seis meses comenzó la guerra", contó la hermana Guadalupe a LA NACION.
Ahí sobrevino el caos, con los combates cruzados entre las tropas de Bashar Al-Assad, los rebeldes y los milicianos integristas que quieren instalar una ley islámica. "Muchísima gente huyó. En la catedral tenemos registrado que una vez que comenzó el conflicto, en un mes, más de 60 familias se fueron. Y huyeron así, con lo que tenían puesto", dijo la hermana Guadalupe, que también se vio obligada a volver a la Argentina, adonde llegó el 1° de marzo pasado.
"Cuando llegué a Siria, convivían musulmanes y cristianos. Pero hoy eso se perdió. Junto con la guerra llegó el islamismo extremista, que no tolera ni a los cristianos ni a los musulmanes moderados", recordó.
Con el paso de los meses, "el pánico iba creciendo", relató. "El ruido de las explosiones era cada vez más fuerte y, de pronto, un día el cielo se cubrió de aviones y en las calles estaban los tanques. Había llegado la guerra."
Lo primero que dejó de funcionar fue la parte industrial de la ciudad, en la periferia, que fue destruida y comenzaron a faltar insumos básicos. "Estábamos en un lugar del que no podíamos salir, que en cualquier momento podía arder. Si no nos mataban las balas, nos podía matar el hambre. Nos estaban asfixiando."
En algunos puntos de la ciudad, la gente hacía acuerdos con los rebeldes para que dejaran pasar un camión con suministros. Pero, como todo producto escaso, su precio aumentaba sin control. Igual que la violencia. "Recuerdo un episodio de un hombre que se robó una garrafa y cuando lo atraparon le cortaron la mano. Esta situación para una sociedad como la de Aleppo, que alguna vez disfrutó de un alto estatus social, fue muy dura porque de un día para el otro perdió todo", dijo la hermana Guadalupe.
Hoy Aleppo no es más que un recuerdo de la grandeza que tuvo. Barrios enteros fueron bombardeados e incendiados. Las estructuras destrozadas de lo que fueron los hogares de la pujante sociedad son hoy escudos de concreto que protegen a los sobrevivientes de los francotiradores.
"Haber dejado Aleppo fue algo muy duro espiritualmente, porque uno siente que abandonó a su gente. Todos los días me pregunto qué estarán haciendo y trato de seguir las noticias o comunicarme con ellos", dijo Guadalupe, que prepara su regreso a Siria para el 20 de junio.
Nicolás P. Ayala
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