Del Bronx a la cristalización del "sueño americano"
WASHINGTON.- El viaje de Sonia Sotomayor a la cima del poder judicial de Estados Unidos comenzó en unas humildes viviendas del barrio neoyorquino del Bronx, donde inició una carrera de obstáculos que culminó ayer con su designación para la Corte Suprema.
De ser confirmada por el Senado, la candidata del presidente Barack Obama habrá hecho historia. Se trata, según afirmó ayer la propia Sotomayor, del "mayor honor" de su vida y uno que, dijo, acepta con gran humildad.
La modestia es, según los que la conocen, uno de los rasgos distintivos de esta magistrada de 54 años, que pese a su brillante trayectoria profesional nunca perdió de vista sus orígenes.
Así lo recordó el propio Obama, quien, tras referirse a los logros académicos y profesionales de Sotomayor, insistió en que "nunca se olvidó de dónde empezó y nunca perdió el contacto con la comunidad que la respaldó".
Nacida el 23 de junio de 1954 en Nueva York, hija de inmigrantes puertorriqueños, Sotomayor se quedó sin su padre, un obrero, a los nueve años.
Su madre, Celina Sotomayor, asumió las riendas del hogar tras la muerte de su esposo y se encargó de criar a sus dos hijos, a los que inculcó la idea de que el trabajo duro y la educación eran la mejor forma de progresar en la vida. De ahí que les comprara la única enciclopedia del barrio y costeara sus estudios en una escuela católica, convencida de que equipados con los conocimientos necesarios sus hijos podrían llegar tan lejos como quisieran.
Los dos aprovecharon los esfuerzos de su progenitora, una enfermera que trabajaba seis días a la semana y que ha vivido para ver a uno de sus hijos convertido en médico y a la otra en candidata a ocupar uno de los nueve puestos vitalicios en el tribunal supremo.
La inspiración
Sonia Sotomayor rindió ayer tributo a su madre, a la que describió como la inspiración de su vida, la persona a la que debe todo lo que es y alguien ante quien se sigue sintiendo pequeña.
"Soy sólo la mitad de mujer que ella", dijo la magistrada, a quien de niña le gustaba leer las aventuras de la joven detective Nancy Drew y seguir la serie policial de televisión Perry Mason, personajes a los que ella aspiraba a imitar.
El problema, según mencionó Obama durante el discurso en el que anunció su selección, es que a Sotomayor le diagnosticaron diabetes a los ocho años. Le informaron que las personas con su dolencia no podían ser policías ni investigadores privados.
"Fue entonces cuando le dijeron que tenía que reducir sus sueños", señaló el mandatario, que añadió que pese a esas advertencias Sotomayor demostró que "no importan los orígenes que uno tenga o los desafíos que la vida te presente; no hay sueño que no pueda alcanzarse en Estados Unidos".
Su talento, perseverancia y el apoyo familiar le permitieron obtener una beca para estudiar en la prestigiosa Universidad de Princeton, donde se graduó en 1976. Alguna vez Sotomayor describió su llegada a Princeton desde el Bronx como "un visitante aterrizando en un país extraño". Tres años después se graduó también en la Facultad de Derecho de Yale.
Tras licenciarse, comenzó a trabajar en la oficina del fiscal de distrito de Manhattan, bajo la batuta del mítico Robert Morgenthau, un puesto que ocupó entre 1979 y 1984.
Ese año, George Pavia, un abogado que representaba a Fiat y otras empresas italianas, la contrató para trabajar en su bufete.
En 1991 dio otro paso adelante, gracias al presidente republicano George H. W. Bush, que la nominó para ser jueza de distrito en Manhattan. Sotomayor fue confirmada para el puesto un año más tarde, cuando se convirtió en la primera jueza federal hispana en Nueva York.
Su decisión más memorable en ese tribunal se produjo en 1995, cuando puso fin a la huelga de siete meses de las Ligas Mayores de Béisbol, al emitir un dictamen que respaldó la posición de los jugadores y no la de los dueños de los clubes.
El entonces presidente demócrata Bill Clinton la designó en 1997 para la Cámara Federal de Apelaciones del Segundo Circuito, aunque los republicanos bloquearon su nominación durante más de un año, aparentemente por el temor a que algún día pudiera ser elegida para el tribunal supremo.
Sotomayor se divorció cuando era joven, nunca volvió a casarse y no tiene hijos. Amante del béisbol y de la comida, ella se describe como una persona "extraordinariamente intensa" a la que le gusta disfrutar de la vida. Desde ayer vive con intensidad un sueño reservado para muy pocos.
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