Del voto esperanza al voto bronca en un país de convivencia política
MONTEVIDEO.- Uruguay no se mueve a los volantazos: tiene un andar lento y sin apuro. Su geografía está explicada en los libros escolares como una penillanura suavemente ondulada, donde los ricos no son tan ricos ni los pobres no son tan pobres como en otros países del vecindario americano. Así, el fin de la "era progresista" de 15 años no se da con una derrota avasallante, sino por una ventaja ajustada, esa que generó incertidumbre imprevista anteanoche.
¿Qué pasó para que una victoria de Luis Lacalle Pou que se esperaba holgada y contundente se convirtiera en un escenario tan parejo como para impedir los festejos bulliciosos que estaban preparados para la noche?
En medio de la "veda electoral", ese tiempo de prohibición de campaña proselitista y de publicidad política en medios de comunicación para dar lugar a la reflexión, militantes y dirigentes del Frente Amplio salieron a advertir por lo que presentaron como riesgos para la democracia: un video del exjefe del Ejército Guido Manini Ríos y un editorial de una revista de militares retirados. Manini fue candidato presidencial del partido Cabildo Abierto, que debutó en estas elecciones con 11% del electorado y apoya ahora a Lacalle Pou. Su mensaje y el de la revista coincidían en pedir que se votara contra el candidato del Frente Amplio.
La izquierda presentó eso como una expresión de riesgo institucional, y no solo criticó, sino que exigió pronunciamientos a los grupos que apoyan a Lacalle Pou.
Nadie puede asegurar si eso influyó o no en la variación de voto de octubre a noviembre, pero fue el único hecho político relevante de los días previos a la votación luego de que se conocieran las encuestas de intención de voto muy favorables al candidato opositor.
En octubre fue clave el "voto bronca", por disgusto con la gestión de gobierno y por rechazo a actitudes del partido oficialista, y el "voto esperanza" por demanda de cambio para 2020. En noviembre pudo ser clave el "voto miedo" si muchos electores creyeron que un cambio podía ser bueno, pero también podía implicar riesgos innecesarios.
En primera vuelta importan los números porque con eso se asignan las bancas, mientras que en el caso de ballottage importa quién gana aunque sea por diferencia mínima. Pero un resultado tan parejo hace que el Frente Amplio salga mejor parado y no termina humillado.
El mensaje del voto fue de cambio, con nuevo presidente y un Parlamento que le permitirá aprobar reformas, pero con una señal de que no hay aplastamiento, de que en el país conviven unos y otros.
En definitiva, siempre se vuelve a lo que el intelectual uruguayo Carlos Real de Azúa definió en 1973 como "una sociedad amortiguadora", donde "los conflictos sociales y políticos no llegan a la explosión y donde toda tensión se compone o compromete, al final, en un acuerdo; la propensión irénica o anticatastrófica que parecerían tener los antagonismos uruguayos".
Lacalle Pou desarrolló una campaña electoral efectiva en lo electoral y en lo político, y así logró el 27 de octubre que la alianza tejida entre cinco partidos le diera la base de una bancada parlamentaria mayoritaria en Senado y Diputados.
Así derrotó al Frente Amplio, que venía de dos elecciones con 48% en cada primera vuelta (2009 y 2014), y en este octubre tuvo apenas 39%. Pero para el ballottage, el oficialista Daniel Martínez logró aumentar a 47,5% y durante algunas horas dejar la sensación de que podía darse el milagro que esperaban los militantes de izquierda más fieles y confiados.
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