Desconfiada y muy dividida, la oposición se sentó a dialogar con Maduro
Tras días de especulaciones, se instaló ayer en Caracas una mesa de negociación impulsada desde el Vaticano
CARACAS.- La penúltima oportunidad para evitar una "espiral de violencia", según la Iglesia Católica, se dirimió anoche en Caracas después de 72 horas de reuniones, secretismo y total incertidumbre, durante las cuales la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) volvió a temer una ruptura interna.
El país esperó con expectativa la "reunión exploratoria" que empezó anoche gracias a las presiones realizadas por el Vaticano.
En un comunicado, la MUD explicó su asistencia al llevar como primer punto la exigencia de poner "fin a la represión y la persecución contra los demócratas y el pueblo", y adelantó que se levantarán del "espacio de diálogo" en caso de no resolverse sus demandas "en el corto plazo".
Hasta el caraqueño Museo Alejandro Otero de La Rinconada, elegido como punto de encuentro, llegaron las diferencias opositoras: no compareció Voluntad Popular (liderada por el preso político Leopoldo López), convencida de que "no han mejorado las condiciones para iniciar un diálogo real", según un comunicado emitido a última hora por la organización. Eso sí, sus dirigentes pactaron con sus aliados que se incorporarían al diálogo de confirmarse las condiciones reclamadas por la MUD, incluida la liberación de un grupo de presos políticos.
Acción Democrática (encabezada por Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea), su principal aliado político, mantuvo sus dudas durante todo el día hasta que al final cedió a favor de la mayoría del G-4 de la oposición, junto a Primero Justicia (el partido de Henrique Capriles) y a Un Nuevo Tiempo (alianza socialcristiana dirigida por Manuel Rosales, preso político que la semana pasado recibió el beneficio penitenciario de casa por cárcel).
Los cuatro partidos mayoritarios, más Avanzada Progresista y otros, "se comprometen a mantener la agenda de lucha anunciada al país para lograr el cambio político urgente, lo que incluye la evaluación parlamentaria de la responsabilidad política del presidente y la agenda de lucha social en la calle y con el pueblo".
Declaraciones y vaticinios de unos y otros se posaron con estruendo durante todo el día, y hasta la resolución final, sobre el tapete de esta ruleta política que es Venezuela, con el enviado papal como principal croupier y con sus diversos jugadores buscando sus propios intereses y beneficios.
En el bando oficialista comparecieron en la noche tres de sus pesos pesados: el alcalde Jorge Rodríguez, implicado en el asalto violento a la Asamblea de hace ocho días; su hermana y canciller, Delcy Rodríguez; y el ex vicepresidente Elías Jaua. En la trinchera opositora se adelantó la presencia de tres delegados más su vocero, Jesús Torrealba.
Al frente de los mediadores u hombres buenos de un proceso que va más allá de lo difícil se mantuvo durante todo el día Claudio María Celli, presidente del Consejo Pontificio para Comunicaciones Sociales.. También acudieron los ex mandatarios José Luis Rodríguez Zapatero (España) y Martín Torrijos (Panamá), así como Ernesto Samper, secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), organización que ha auspiciado esta vía diplomática, también hizo su aparición.
La gran paradoja del teatro del absurdo por el que ayer desfilaron unos y otros es que sin diálogo el laberinto nacional no tiene salida. Pero si finalmente se producen las negociaciones y, pese a ellas, tampoco se encuentra la salida, los temores expuestos en las últimas horas amenazan con hacerse realidad. La Unidad Democrática mantiene la marcha del próximo jueves al Palacio de Miraflores.
La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), hablando en nombre del Papa, reclamó a oficialistas y opositores "ser coherentes" y respaldar sus esfuerzos para buscar una "salida pacífica (?) a fin de evitar una espiral de violencia que suma en un mayor sufrimiento a nuestro amado pueblo".
El Vaticano llamaba así a "respetar el compromiso", atónito ante las dudas esgrimidas por la oposición y ante las maniobras del oficialismo: insultos, amenazas, más represión y más detenidos, sólo 10 días después de haber suspendido el proceso del referéndum revocatorio, la salida constitucional demandada por la oposición y por el 70% del país.
La desconfianza ante las intenciones de Nicolás Maduro (ganar tiempo y recuperar credibilidad ante los ojos del mundo) es absoluta. La oposición teme que el llamado a elecciones generales (que también está sobre el tapete) es un número falso en la ruta de Maduro, quien ha apostado decididamente por agotar su mandato hasta finales de 2018.
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