"Dispararon gases y luego balas de verdad"
EL CAIRO.- El hospital está repleto. Hay dos, tres, cuatro hombres apiñados en cada habitación, con la ropa empapada en sangre. Todos relatan la misma historia. Amanecía. Estaban rezando. Entonces, alguien gritó y se encontraron de pronto bajo fuego militar, que llegaba de todas direcciones.
"Nos dispararon con gases lacrimógenos, perdigones, balas de goma. Y después usaron balas de verdad", dijo Abdelaziz Shakua, un hombre de barba de unos 30 años y herido en la pierna derecha. Como muchos otros, Shakua llegó desde las afueras de El Cairo para protestar contra lo que considera un golpe militar contra el presidente democráticamente elegido, Mohammed Morsi. Shakua dice que se sumó a los miles que acampaban pacíficamente frente a los cuarteles de la Guardia Republicana, donde Morsi está detenido.
El ataque del ejército, dice Shakua, tomó por sorpresa a los manifestantes. Su relato es una de las dos campanas opuestas sobre los hechos de violencia que dejaron un saldo de por lo menos 51 muertos, el episodio más sangriento desde el derrocamiento de Morsi, el miércoles pasado, y un signo de la fisura cada vez más profunda en el seno del Estado árabe más populoso del mundo.
La versión de los militares difiere de la de los manifestantes: según ellos, un "grupo terrorista" intentó tomar por asalto el complejo de la Guardia Republicana.
Otro manifestante, Saber el-Sabaee, dijo que las plegarias del amanecer fueron interrumpidas abruptamente. "Primero tiraron gas lacrimógeno y después dispararon sobre nuestras cabezas. La gente empezó a retroceder. Entonces, los soldados empezaron a disparar balas de verdad", dijo El-Sabaee, y contó que sintió un golpe en la cabeza. De inmediato, sintió sangre. Usó su alfombra de oración para intentar frenar la sangre que salía de su frente y le corría por la cara. Era demasiada.
La actividad de médicos y enfermeras es incansable en los pasillos del hospital de la Autoridad General del Seguro de Salud, en la ciudad de Nasr, a menos de un kilómetro de las principales marchas a favor de Morsi, en el nordeste de El Cairo.
Durante los hechos de violencia, tanto contra los soldados como entre bandos opuestos, los manifestantes emplearon armas de fuego.
Algunos de los heridos dijeron no entender por qué el ejército, una institución que algunos dicen respetar, abrió fuego de esa manera. "He perdido toda confianza en el ejército", dice Mahmoud Abdel Qader, un maestro de 25 años con un balazo en la espalda. Qader culpa a los oficiales del ejército que quieren conservar sus privilegios y no a los conscriptos rasos, que son egipcios de a pie, como él.
Según Qader, las potencias extranjeras y los poderes internos tuvieron miedo de que si Egipto tomaba políticamente el camino del islam, el resto de los países de la región lo seguirían. "Todo esto es por el islam, ni más ni menos."
Traducción de Jaime Arrambide
Alexander Dziadosz
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