Dolor y shock entre los sobrevivientes argentinos del atentado en Manhattan
Los cuatro integrantes del grupo de amigos que se salvaron del ataque jihadista permanecían recluidos; el consulado dio detalles sobre su estado; llegan las familias de las víctimas
NUEVA YORK.- El peor ataque terrorista en Nueva York desde los atentados del 11 de Septiembre desgarró a la mitad a un grupo que se había movido en manada para una celebración. Diez rosarinos, diez compañeros, diez amigos de toda la vida. Para cualquier argentino, "hermanos": la mitad que sobrevivió, por meras casualidades y menos de un metro, les contó todo a esposas, madres e hijos de la mitad que murió.
Quebrados, aún conmocionados, los cuatro sobrevivientes del atentado en Nueva York decidieron recluirse, resguardarse en los suyos y postergar cualquier contacto con la prensa hasta reunirse, hoy y mañana, con las familias de sus amigos que llegarán de la Argentina.
En el peor momento se atrincheraron y permanecieron juntos. "Están muy unidos", dijo el cónsul argentino en Nueva York, Mateo Estremé, que los acompañó desde que los encontró en un hospital de Manhattan tras la tragedia. Dijo que estaban "terriblemente golpeados", contenidos, y que habían recibido "miles de llamadas".
Hoy comenzarán a llegar los familiares de tres de las cinco víctimas argentinas. Otros llegarán mañana. Estremé dijo que espera que puedan repatriar los cuerpos a la Argentina entre el domingo y el lunes. Martín Marro, el argentino internado en terapia intensiva, estaba estable y fuera de peligro, pero muy sedado. No sabía de la muerte de sus amigos.
"Martín está bien, estable, con su familia", dijo Estremé, quien en todo momento buscó preservar la intimidad del grupo. Dio sus nombres, pero no sus apellidos: Ariel, Guillermo, Juan Pablo e Iván.
Todos habían salido a andar en bicicleta, en un día idílico de otoño, a disfrutar de Nueva York y de un viaje que habían planeado durante un tiempo largo. Un video los mostró sonrientes, bromeando mientras surcaban el Hudson. Después, el terror los golpeó desde atrás.
Los amigos del Politécnico de Rosario iban en fila, en tandas de a dos, por la bicisenda que recorre el Parque del Río Hudson, en el lado oeste de Manhattan. Algunos llevaban regalos para sus hijos. Uno de ellos paseaba fuera de la Argentina por primera vez. Ninguno imaginaba la locura que ocurría a sus espaldas: Sayfullo Saipov conducía a toda velocidad una camioneta blanca, y comenzaba a perpetrar una matanza que había planeado durante semanas con el libreto de Estado Islámico. No hubo advertencia alguna. Sólo gritos.
"No tuvieron oportunidad de reaccionar. No lo vieron venir", dijo Estremé, al relatar la recopilación que le dieron los sobrevivientes
Lo que quedó fueron cuerpos inmóviles, sangre, fierros y ruedas retorcidas. Una escena dantesca, "de infierno", según Estremé. Cinco de los diez amigos rosarinos murieron ahí, junto a otras tres personas, entre ellas, un turista belga. El grupo quedó partido. Marro fue trasladado al Hospital Presbyterian y el resto, al Bellevue.
Un rato después, Estremé recibió una llamada desde la Argentina: la Cancillería le advirtió que en el atentado había argentinos. Comenzó a "peinar" hospitales. En el Bellevue encontró a los cuatro amigos que sobrevivieron. Estaban en "shock absoluto", dijo, con una "sensación de desconcierto". Nunca se separó de ellos, y dijo que nunca flaquearon en su fortaleza, pese al golpe.
"Había cuatro personas desesperadas buscando a sus amigos. Fuimos a recorrer los otros hospitales, y en el Presbyterian, otro de los hospitales, en el centro, ahí encontramos a Martín Marro y Ariel Erlij [uno de los fallecidos]", dijo el cónsul.
Faltaba confirmar lo peor: otros cuatro argentinos habían muerto en la escena del crimen. El consulado fue notificado por la policía, que luego confirmó las muertes a la Cancillería. Estremé y los amigos que salieron ilesos del ataque enfrentaron la realidad: comenzaron a llamar a las familias. Las llamadas se repartieron según quién era más cercano a cada familia. El diplomático habló con todas las madres y esposas. Hubo lágrimas, ensayos de contención, promesas.
"El momento más difícil fue hablar con las esposas y cuando ellas me decían que no tenían la entereza de poder hablar con sus hijos", recordó Estremé. No durmió en toda la noche. Habían llegado a Nueva York como hermanos a celebrar una vida de amistad. Hasta que la locura -"algo que le pasa a otro", se escuchó en el consulado- cambió todo.
Galia Solomonoff, una arquitecta, rosarina, también egresada del Politécnico de Rosario, se acercó ayer al consulado para averiguar más de sus amigos. Los conocía a todos y le bastó sólo un puñado de palabras para describirlos.
"Jocosos, divertidos, altos, deportistas, buenos alumnos, buenos maridos -dijo-. Bellos. Bellos hombres".
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