Dos años de Trump: más cómodo en la Casa Blanca, pero lleno de problemas
Entró en su tercer año de gestión con un gabinete convulsionado, una economía que da signos de debilidad y el shutdown más largo de la historia
WASHINGTON.- Donald Trump comenzó su tercer año en la Casa Blanca con un gabinete deshilachado, que se parece en casi nada al del inicio de su gestión -el más inteligente de la historia, según él mismo dijo-, su popularidad en baja, una economía más frágil y 800.000 puestos públicos suspendidos por el "cierre" del gobierno más largo de la historia, un síntoma del creciente deterioro político de Washington y, a la vez, de su propia incapacidad para cumplir su promesa insignia: construir un muro en la frontera con México.
Más cómodo en la Casa Blanca, Trump se mostró decidido durante el segundo año de su presidencia a imponer su agenda nacionalista, su estilo y su visión del mundo. Trump fue más Trump: gobernó por Twitter con su mantra "Estados Unidos, primero" bajo el brazo, y reforzó su idilio con su base de seguidores, alrededor de un tercio del país, cuya fidelidad, digna de un culto religioso, parece a prueba de todo.
Lejos de acatar el protocolo o las normas de la política tradicional, Trump aspiró la atención mediática, impregnó con su imprevisibilidad y su caos el día a día de la Casa Blanca y defenestró la verdad a un ritmo inédito: en 2018, mintió o brindó declaraciones falsas o engañosas en más de 7600 ocasiones, un promedio de más de 15 por día, según The Washington Post.
En política exterior, Trump profundizó su repliegue del mundo, tensó al máximo las alianzas históricas de Estados Unidos, en particular los vínculos con Europa, Canadá y la OTAN, y reforzó su cercanía y simpatías por autócratas.
Tres cumbres, todas en el verano boreal de 2018, marcaron su relación con el mundo: su histórico encuentro con el dictador norcoreano, Kim Jong-un, en Singapur; su reunión con Vladimir Putin en Helsinki, que le valió acusaciones de "traición" en Washington, y la caótica cumbre de las potencias del G-7 en Quebec, de la cual se fue antes de que terminara, negándose a respaldar el comunicado final y criticando al anfitrión, Justin Trudeau, a quien llamó "débil" -su peor insulto- en un torrente de tuits que despachó desde el avión presidencial.
Tras un primer año de tanteo de la presidencia, Trump se lanzó durante su segundo año en la Casa Blanca de lleno a redefinir los lazos comerciales de Estados Unidos con el resto de los países. Recostado en su visión de "suma cero" de la realidad, Trump revivió el proteccionismo: impuso tarifas a las importaciones de acero y aluminio y abrió una guerra comercial inédita con China, el principal rival geopolítico de Estados Unidos.
La guerra comercial con China abrió temores sobre la salud de la economía, el principal sostén de su popularidad. La economía de Estados Unidos, primera potencia global, estiró uno de los ciclos de crecimiento más prósperos de su historia, que llevó al desempleo a tocar un piso del 3,7% a fines de 2018, el más bajo en medio siglo. Pero Wall Street ofreció la primera señal de alerta: la volatilidad fue el rasgo distintivo del valor de las acciones, que cerraron diciembre evaporando las ganancias que habían acumulado durante todo el año.
Así y todo, esa bonanza de la economía le permitió a Trump sostener el respaldo a su gestión en alrededor del 40% de los norteamericanos. Detrás de esa cifra está la grieta ideológica: mientras que un 90% de los republicanos apoya al magnate, casi todos los demócratas lo desprecian. Lejos de "unir al país", tal como prometió la noche de su sorpresiva e histórica victoria en la elección presidencial, Trump profundizó la polarización.
Retroceso
Rasgo distintivo de su presidencia, Trump debilitó la defensa de los derechos humanos. "Los Estados Unidos continuaron retrocediendo en materia de derechos humanos en el país y en el extranjero durante el segundo año de la administración del presidente Donald Trump", indicó el último informe global de Human Rights Watch (HRW). "Su administración y el Congreso pudieron aprobar leyes, implementar regulaciones y aplicar políticas que violan o socavan los derechos humanos", agregó. Uno de los hechos que destacó HRW en su informe fue la decisión de Trump de atacar a las caravanas de migrantes que viajaron desde América Central azotados por la violencia durante la campaña a las elecciones legislativas. Trump presentó a los migrantes -refugiados en busca de asilo- como terroristas, criminales, una "invasión" al país.
El debate por las caravanas acaparó la atención en la antesala a los comicios legislativos. Trump y los republicanos perdieron de manera categórica: una "ola azul" le devolvió el control de la Cámara baja del Congreso a los demócratas, maniatando, en los hechos, la agenda legislativa del oficialismo.
El resto de la presidencia de Trump promete ser áspero. La trama rusa acecha como nunca antes a la Casa Blanca, y el fiscal Especial a cargo del Rusiagate, Robert Mueller, aún tiene que mostrar sus cartas y presentar el resultado final de su pesquisa, que podría llevar al Congreso a iniciar un juicio político contra Trump. Aun sin impeachment, los demócratas se preparan para atormentarlo con investigaciones y pedidos de información en el Congreso, que podrían desnudar sus finanzas, a las que Trump guarda con máximo recelo. La economía podría caer en recesión, algo que debilitaría el respaldo a su gestión. Y su base de seguidores ya comienza a dar señales de fatiga: su respaldo entre los norteamericanos blancos sin título universitario, el núcleo de su coalición, bajó del 54 al 50% en un año, y el rechazo creció del 37 al 48%, según el Centro Pew.
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