EE.UU.: avance de la reforma migratoria
El Senado aprobó un proyecto para facilitar la ciudadanía de millones de indocumentados; falta la Cámara baja
NUEVA YORK.- Unos 11 millones de inmigrantes indocumentados quedaron un poco más cerca de tener la oportunidad de convertirse en ciudadanos de los Estados Unidos, luego de que el Senado aprobara ayer un proyecto de reforma migratoria que prevé una histórica regularización de extranjeros.
El plan, respaldado por la Casa Blanca y diseñado por cuatro senadores demócratas y cuatro republicanos que se ganaron el mote de la "banda de los ocho", otorga el primer alivio masivo desde 1986 para los inmigrantes indocumentados, la mayoría mexicanos.
De atravesar el duro desafío que le espera en la Cámara de Representantes, la reforma migratoria se convertirá en el primer logro significativo del segundo mandato de Barack Obama, que obtuvo gracias al apoyo masivo que cosechó entre los hispanos en la última elección presidencial, en la cual la primera minoría del país confirmó su creciente influencia.
La reforma fue aprobada con 68 votos a favor y 32 en contra. Todos los senadores demócratas, 14 republicanos y dos legisladores independientes votaron a favor del plan, que ahora deberá enfrentar la reticencia de los representantes republicanos.
"Ahora es el momento en que los opositores intentarán con todas sus fuerzas destrozar este esfuerzo bipartidista para impedir que una reforma de sentido común se convierta en una realidad", dijo Obama, en un comunicado. "No podemos permitir que eso suceda", agregó.
Ayer, el último tramo del debate en el Senado dejó al descubierto las sensibilidades y las divisiones que envuelven a la iniciativa, que, además, militarizará la frontera con México al cargarla con 20.000 nuevos agentes fronterizos, sensores nocturnos, más de 1000 kilómetros adicionales de muro y 18 aviones no tripulados.
Ese blindaje, que costará unos 40.000 millones de dólares, fue la última gran concesión de los demócratas para sumar apoyos y desbaratar la crítica central de los conservadores: que el proyecto, una "amnistía", no frenará la llegada de inmigrantes indocumentados, tal como ocurrió con la reforma que firmó Ronald Reagan en 1986.
El discurso de Marco Rubio, miembro clave de la "banda de los ocho" y uno de los presidenciables republicanos para 2016, fue una síntesis de las demandas conservadoras y progresistas que intenta satisfacer el proyecto: el senador por el estado de Florida abrió diciendo que compartía "las preocupaciones" que le habían hecho llegar los activistas del conservador Tea Party, y cerró relatando la llegada al país de sus padres, inmigrantes cubanos.
"Soy testigo de primera mano del poder transformador de nuestro país", afirmó Rubio, en una de las tantas loas al poder de la inmigración que se escucharon ayer en el Capitolio.
Duro camino
Lo cierto es que el plan no les ofrecerá un camino fácil a los indocumentados. Todos podrán solicitar un "estatus legal provisional" que les permita quedarse y trabajar. Luego habrá dos tiempos de espera para solicitar la residencia permanente o green card : cinco años para trabajadores rurales y dreamers (jóvenes que llegaron de chicos), y diez años para el resto.
Los indocumentados deberán pagar una multa, impuestos atrasados (muchos ya pagan un impuesto codificado), atravesar un chequeo de antecedentes criminales y, antes de convertirse en ciudadanos, dar pruebas del dominio del inglés.
La ley prevé también la ampliación del cupo de visas para trabajadores calificados (H1B), de las 65.000 actuales (que en el último año se agotaron en una semana) hasta 180.000. Ésta es la visa con la cual suelen quedarse los egresados extranjeros de programas de posgrado de las universidades.
Además, se creará una nueva visa W para trabajadores no calificados, hecha casi a medida para el empleo golondrina, o para los millones de inmigrantes que trabajan en la construcción o los restaurantes del país. El primer año se ofrecerán 20.000 visados, lo cual se incrementará hasta los 200.000 por año.
Claro que todo el esfuerzo que demandó la aprobación puede quedar enterrado en la Cámara de Representantes. "La Cámara no va a tomar y a votar sobre cualquier cosa que el Senado apruebe", afirmó ayer John Boehner, presidente de la Cámara baja. "Vamos a hacer nuestro propio proyecto", desafió.
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